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Los vientos soplaban a favor de Nikki Haley, según las encuestas a pie de urna, que ayer detectaban en este estado bisagra de New Hampshire un electorado más moderado que el de Iowa, con una participación récord de votantes independientes y muchos menos evangélicos. Aún ... así, Donald Trump ganó la partida cómodamente (con cerca del 55% de los votos). Eso sí, sin los márgenes abismales que le hubieran gustado para dar jaque mate a la reina.
«¡Es ridículo que se permita a independientes y demócratas votar en las primarias republicanas!», bramó en su plataforma de Truth Social, dos horas antes de que cerraran las urnas. Era la primera indicación de que sus sondeos internos no le daban la ventaja que buscaba para forzar la retirada de Haley y cerrar la nominación, con solo dos de los 50 estados de la Unión decididos. En Iowa ganó con 30 puntos de ventaja sobre su rival más cercano, Ron DeSantis, ya retirado de la contienda, que quedó a muy poca distancia de Haley. En New Hampshire, convertido en un duelo a dos, le ha sacado a su ex embajadora en la ONU diez puntos, según las primeras proyecciones.
«Tengo noticias para toda la clase política que dice que esta competición se ha acabado», anunció Haley al recibir los resultados. «New Hampshire es la primera primaria del país (Iowa celebra caucus), no la última. Esta carrera está lejos de acabarse. Quedan docenas de estados por votar y el siguiente es mi dulce estado de Carolina del Sur (el 24 de febrero)».
En realidad, antes están los caucus de Nevada, el 8 de febrero, pero Trump es el único que compite en ellos, por lo que tiene asegurado el cien por cien de los votos. Es en Carolina del Sur donde se ha propuesto humillar a Haley con una victoria en su propia casa. Para eso cuenta con el apoyo del gobernador del estado y los dos senadores republicanos, incluyendo a Tim Scott, al que Haley puso en el cargo. Las últimas encuestas que ha compartido la campaña de Trump le otorgan un 64%, frente al 25% de Haley y el 8% de DeSantis. Datos que no tienen en cuenta la retirada del gobernador de Florida, ni el impulso que esta puede obtener de los resultados de New Hampshire, donde ha salido mejor de lo que nadie esperaba.
Expectativas aparte, el ex presidente ha vuelto a imponerse, pese a que el 47% de los que votaron ayer en New Hampshire se habían registrado como independientes antes de octubre, cuando se cerró el plazo para cambiar de afiliación política en el censo electoral. De ahí que la acusación de Trump de que los demócratas han votado en las primarias republicanos no es técnicamente posible. El porcentaje récord de los independientes que han participado refleja la responsabilidad que tomaron sobre sus espaldas los más moderados al salir a votar masivamente contra la inevitabilidad del mandatario. «No entiendo el fenómeno Trump», decía la víspera Mary Galligan, una enfermera jubilada que le votó en 2020. «Entonces no estaba tan irritado, era más razonable», opinaba. El mal perder de Trump frente a Biden, hasta el punto de boicotear la transición pacífica, es el factor decisivo que más mencionan los moderados e independientes para rechazar su vuelta al poder.
Se trata de un electorado muy diferente al de Iowa, donde más de la mitad (el 66%) se ha creído la mentira de que le robaron las elecciones. Y es que el 46% de los votantes de Iowa se consideraban parte del movimiento MAGA que ha formado (Make America Great Again). En New Hampshire, solo el 32% se identifica con esa etiqueta y, de hecho, votaron más independientes y demócratas que republicanos. «Eso debe servir como predicción de lo que serán las generales en noviembre», interpretó Vivek Ramaswami, que tras suspender su campaña se ha convertido en uno de los mejores embajadores del ex presidente, cuyos favores corteja para convertirse en su segundo.
«Una victoria es una victoria, Trump ha vuelto a ganar», zanjó. «Es hora de que todos los republicanos se unan en torno a él, para que pueda unir a todos los estadounidenses», instaba. Al presionar a la candidata para que tirase la toalla, Ramaswamy acusó «a los megadonantes» que constituyen «el feo vientre de la bestia» de intentar torcer con su dinero la voluntad del pueblo. Sin inmutarse, en respuesta al vaticinio de Trump, que el día antes anticipaba su retirada, la campaña de Haley sacó un comunicado contundente: «Nikki es la última esperanza para que nuestro partido y nuestro país recuperen el rumbo. Y vamos a hacer nuestro trabajo».
Su campaña acusaba «a la clase política y a los medios» de comunicación de querer «coronar» a Trump candidato con solo dos estados. Lo que a su juicio dicen los resultados de ayer es que «aproximadamente la mitad de los votantes de las primarias republicanas» quieren una alternativa a Trump. «Y el 75% quiere otro candidato que no sea ni Donald Trump ni Joe Biden». Por eso propone mantenerse en la contienda al menos hasta el Supermartes del 5 de marzo, cuando voten 15 estados a la vez. «En esta campaña llegamos a presentarnos 14 y yo solo tenía el 2% en las encuestas», recordó anoche. «Soy una luchadora, y ahora estoy mano a mano con Trump».
En los últimos días Haley ha subido el tono de sus ataques contra el ex presidente, al que acusa de estar senil y mete en el mismo paquete que a Biden. «Es hora de dejar atrás la negatividad y el caos», dijo al celebrar el balón de oxígeno que le permite seguir en la contienda. «El secreto peor guardado de la política es cuánto quieren los demócratas presentarse contra Trump, porque saben que es el único republicano contra el que ganaría Biden.», afirmó. «Una nominación de Trump es una victoria de Biden, y una presidencia de Kamala Harris», disparó, sugiriendo que el octogenario presidente no acabaría su segundo mandato.
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