Un Trump empoderado acepta la nominación: «Estoy aquí por la gracia de Dios»

El candidato republicano presenta su agenda de gobierno con la promesa de frenar la «invasión» de inmigrantes y desvanecer la inflación

Mercedes Gallego

Enviada especial. Milwaukee

Viernes, 19 de julio 2024, 08:11

El contraste no podía ser mayor. Mientras el presidente Joe Biden se desmorona ante los ojos del país, su rival Donald Trump subió este jueves al escenario de la convención del Partido Republicano en Milwaukee para aceptar por tercera vez la nominación a candidato ... presidencial, empoderado por haber sobrevivido a un intento de asesinato cinco días antes.

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«Yo no tenía que estar aquí esta noche», dijo a su audiencia, «pero estoy por la gracia de Dios», entonó. Trump comenzó su discurso en tono intimista al compartir públicamente por primera vez la experiencia que definirá su carrera. Los ocho disparos de Matthew Crooks resultaron ser una intervención divina, al sorprender a su campaña justo en ese cruce de caminos en el que necesitaba reinventarse para cambiar el tono agresivo con que ha espoleado a sus bases en primarias al de la conciliación que necesita para captar el voto de moderados e independientes de cara a las generales de noviembre. El papel de las convenciones es, precisamente, cicatrizar las heridas de esa lucha para unir al partido en torno a la candidatura del ganador. «Tenemos que sanar el discurso de división que hay en nuestra sociedad», pidió. «Me estoy presentando a presidente de todo Estados Unidos, no de la mitad. Y como estadounidenses estamos unidos por un destino común».

En el movimiento MAGA (Make America Great Again) «hay sitio para todos», ofreció el magnate, que sin embargo ha reprimido en esta convención las voces disidentes. El cantante Kid Rock le hizo de telonero y puso música al nuevo himno que corean sus seguidores, muchos de ellos con una gasa en la oreja «en solidaridad» con las heridas de guerra que carga su líder tras esa bala ligeramente desviada. «You say: fight, fight, fight!», les guiaba el rockero desde el escenario del Fiserv. «Fight, fight, fight (luchad, luchad, luchad)», respondía a coro el auditorio con el puño en alto.

El joven de 20 años que le disparó el sábado estaba registrado como republicano, pero parecía despreciar por igual a unos y a otros. En su teléfono se han encontrado búsquedas, tanto de Trump como de Biden, entre otros políticos, y hasta de la convención demócrata que el partido en el poder celebrará en Chicago en agosto. «No sabemos cuáles fueron sus motivos, pasarán semanas», admitió el congresista republicano de Pensilvania, Lloyd Smucker, que se sentaba anoche en el auditorio. Crooks buscaba un peso pesado como objetivo, justo cuando Trump se le puso a tiro al llegar al condado de Butler para dar un mitin multitudinario, a solo 45 minutos de su casa. A falta de otro móvil, todo hace pensar que quiso llevárselo por delante en su búsqueda de la gloria póstuma, pero Trump y sus seguidores no permitirán que nada les estropee la prueba de que es víctima de una persecución política. Este jueves aprovechó los primeros 25 minutos de discurso largo y desarticulado para contar, en tono intimista, el momento en que la bala estuvo a medio centímetro de quitarle la vida. «Acababa de empezar a hablar con mucha fuerza del gran trabajo que había hecho mi gobierno con la inmigración de la frontera sur», rememoró. El silbido de las balas, el golpe en la oreja. «Sangre por todas partes. Absolutamente por todas partes. Supe inmediatamente la gravedad del asunto. Si no hubiera girado la cabeza en ese último instante, no estaría aquí esta noche», repitió.

Más adelante tendría la oportunidad de explicar de nuevo el gráfico que le salvó la vida, al atribuirse haber acabado con la inmigración ilegal que «ahora duerme gratis en hoteles de lujo», dijo su hijo Eric, «mientras millones de estadounidenses no ganan para poner comida en la mesa». El magnate promete que desde el primer día que vuelva al gobierno pondrá freno, con la ayuda del Ejército, a esa «invasión» permitida por su rival, al que nunca mencionó por su nombre, quizás consciente de que sus días como candidato están contados. «Kamala, tú eres la próxima», decían las pancartas del público.

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A la agenda del primer día le sumará el «Drill, Baybe, Drill» de la ex gobernadora de Alaska Sarah Palin, que ha sumado a su campaña como promesa de que abrirá la veda de nuevas perforaciones petrolíferas para que EE UU deje de comprar petróleo. El gobierno de Trump promete abaratar los costes para lograr que EEUU sea «asequible» de nuevo, desvanecer la inflación, mejorar los salarios y «eliminar los impuestos sobre las propinas», algo que captó rápidamente la atención de taxistas y camareros que a esas horas escuchaban en directo su discurso por radio o televisión. «¡Eso es bueno para mucha gente!», reaccionó con un brinco de entusiasmo Adnan, un taxista iraquí que recogía a delegados de la convención.

Se trata de restablecer el sueño americano y devolvérselo a sus legítimos propietarios bajo el lema del 'America First' que guía sus políticas comerciales y de política exterior. «No permitiremos que otros países se lleven nuestros puestos de trabajo», advirtió, «ni que lo ocupen inmigrantes ilegales» que, según dijo, se lo quitan a negros e hispanos.

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La tercera venida de Trump es, sin duda, la más satisfactoria para el magnate, que tuvo que sacrificar el baño de masas en la última convención debido a la pandemia. En la primera todavía se le consideraba un elemento ajeno al partido de Bush y de Reagan, que ahora ha absorbido por completo. Trump se ha saltado la tradición de aparecer en el pabellón el último día de la convención y se ha sentado en el palco cada noche para escuchar complacido los discursos aduladores que le dibujan como «el mejor presidente de la historia». El más fuerte, el más grande, el más respetado. El que con su instinto de ponerse los zapatos y levantar el puño para luchar «mostró al mundo que tiene un corazón de león», selló su primogénito.

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