Dicen que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen, pero nadie esperaba que lo hiciera a tiros. La Policía y los forenses ya habían retirado el cadáver. La prensa estaba en la escena cubriendo el suceso. Fueron dos periodistas, sentados en su coche, los ... primeros en recibir la ráfaga de disparos, casi en el mismo lugar donde fue asesinada la primera víctima cinco horas antes.
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Un tiroteo con tres muertos en EE UU ni siquiera cumple el requisito mínimo para que se considere un masivo, cifrado en cuatro muertos, pero el del miércoles en Pine Hills, un barrio de Orlando (Florida), fue de lo más inusual. Empezó como un asesinato a plena luz del día. Una mujer de 38 años recibió un disparo sentada en su coche. Los primeros informes le atribuían veintitantos años, se la veía joven. Su presunto asesino, se supo luego, era «un conocido», contaría el sheriff del condado de Orange, John Mina, sin dar detalles.
Eran las 11 de la mañana. Los forenses retiraron el cadáver, la Policía incautó el coche, considerado la escena del crimen, y los investigadores entrevistaron a los vecinos. Para las 4 de la tarde, otro coche «que no se parecía en nada», especificó el sheriff, estaba aparcado casi en el mismo lugar, cuando el joven afroamericano de 19 años al que se atribuyen los dos tiroteos reapareció en la escena y disparó a bocajarro contra los ocupantes. El periodista del canal 13 de Spectrum Orlando Dylan Lyons, que hubiera cumplido 25 años el mes que viene, murió en el acto. El fotógrafo Jesse Walden, de 29, se encuentra hospitalizado en estado crítico pero estable.
A continuación, su presunto asesino, identificado como Keith Melvin Moses, de 19 años, con un amplio historial delictivo, entró en la casa vecina y disparó contra una mujer y su hija de 9 años. Esta última falleció en el acto, la madre aún batalla por la vida. La descripción de los testigos fue tan fidedigna, y el sospechoso, tan conocido por la Policía, que cuando le detuvieron poco después «la pistola que llevaba en el bolsillo del pantalón aún estaba caliente al tacto», contó el sheriff.
«No está diciendo mucho por ahora. Es difícil saber si les disparó porque eran periodistas, el coche no estaba marcado». Aparentemente no les conocía, ni a ellos ni a la mujer y la niña a las que disparó después. Tal vez pretendía eliminar testigos. O simplemente continuar su orgía de sangre. En la foto de su detención que la Policía colgó en Twitter se le ve con una sonrisa triunfante. El resto tendrán que desentrañarlo los investigadores.
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