EE UU recuerda en su Día de los Caídos a sus voluntarios muertos en Ucrania

El Departamento de Estado norteamericano ha confirmado que dieciséis compatriotas han muerto en defensa de Ucrania. «Hemos estado en contacto con las familias y damos toda la asistencia consular posible para facilitar la repatriación de los cuerpos», ha indicado el organismo. Esos cadáveres ya yacen en el cementerio militar de Arlington y sus tumbas este lunes fueron visitadas por sus familiares. Banderas de las barras y las estrellas las adornaron junto con la azul y amarilla ucraniana.

«Sentí una llamada para luchar en Ucrania». Fueron las palabras de un militar estadounidense que decidió defender al país en guerra con Moscú y logró sobrevivir. Como él, el exsoldado Andrew Peters, de 28 años, viajó a Kiev para unirse a la ofensiva contra el Kremlin, pero perdió la vida en febrero. «Estamos muy orgullosos de su valentía y su desinteresado sacrificio. Andrew tenía un fuerte sentido del bien y el mal. Tenía la necesidad de emplear sus capacidades para ayudar al pueblo ucraniano a liberar su país», señaló la familia de la víctima en una carta publicada cuando el país se enteró de su muerte un mes después.

Sus padres recibieron la noticias como se hacía con los caídos en las guerras de Afganistán, Vietnam o Irak. Personal militar golpea la puerta para comunicar la defunción y las condolencias. Ahora en su casa una bandera nacional cubre una pequeña caja con cenizas. Su padre John Peters, veterano de guerra, había luchado por su nación en Vietnam, pero logró regresar a salvo a casa.

Su hijo se alistó en la Legión Internacional para la Defensa de Kiev. Esta unidad militar, que fue creada por el presidente, Volodímir Zelenski, tras el inicio de la guerra con el objetivo de que extranjeros pudieran incorporarse espontáneamente a la resistencia contra Rusia, alcanzó en marzo los 20.000 miembros, provenientes de 52 países, según Kiev. Entre las condiciones para enrolarse se incluye atesorar experiencia en combate, no poseer antecedentes penales y tener entre 18 y 60 años. Requisitos que cumplían Andrew Peters, Nick Maimer, Cooper Andrews y Grady Kurpasi -algunos de los estadounidenses fallecidos en la guerra- y que decidieron subirse a un avión con los restos de su antiguo equipamiento militar para pelear por otra bandera.

El interior de un edificio destruido o una ambulancia que se dirigía a atender a los heridos de un ataque de drones rusos fueron los últimos escenarios donde varios norteamericanos pelearon antes de fallecer. Ni las advertencias lanzadas numerosas veces por el Gobierno de Joe Biden sobre el riesgo de acudir a un territorio en conflicto, ni la comunicación interrumpida por el traductor de Google -porque la mayoría de comandantes ucranianos de la legión sólo hablan su idioma natal- lograron disuadir a los voluntarios.

Aunque la Casa Blanca ha prometido ayudar a Kiev a repeler la invasión rusa, enviando baterías de artillería, tanques y drones, y aprobando que los aliados entrenen a los pilotos ucranianos en el uso de aviones de combate F-16 de fabricación estadounidense, ha dejado asimismo claro que sus soldados no forman parte de la lista de envíos.

«Todos los años como nación nos comprometemos a este derecho al recuerdo», dijo este lunes Biden en su discurso desde el Anfiteatro Nacional de Arlington. «Nunca debemos olvidar el precio que se pagó por proteger nuestra democracia. Nunca debemos olvidar las vidas que estas banderas, flores y mármol representan», subrayó. Como es tradición, los norteamericanos se reunieron en sus casas y plazas para participar en las ceremonias, actuaciones musicales, ferias de comida, desfiles, caminatas y un sinfín de eventos de un lunes festivo en todo el país para recordar a quienes dieron su vida para defender a la patria.