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Desde Massachussets a California, las protestas de los estudiantes contra de la guerra en Gaza, que consideran inmoral y genocida, se extienden por las grandes universidades de EE UU causando enfrentamientos con las fuerzas policiales que derivan en detenciones masivas. Las últimas, este sábado mismo ... en la universidad de Boston, en la que la policía antidisturbios desalojó el campamento de protesta antisemita que habían levantado los jóvenes y arrestó a más de un centenar de personas que opusieron resistencia.
Unas detenciones que se suman a las de otros 120 manifestantes la semana pasada en la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde se inició la nueva oleada de protestas con la ocupación del campus por estudiantes propalestinos. Detenciones que incluyeron a Isra Hirsi, la hija de la congresista demócrata progresista y musulmana, Ilhan Omar.
La decisión de la presidenta de la Universidad de Columbia, Nemat 'Minouche' Shafik, de pedir la asistencia de la policía de Nueva York para desalojar el campamento levantado por los estudiantes, porque «violaba las reglas contra protestas no autorizadas», han provocado una avalancha de movilizaciones similares que ya alcanza a más de 40 centros universitarios de todo el país.
A poco más de un mes del final de curso y para evitar que los campamentos de protestas se enquisten en los campus, los responsables universitarios, apelando a la «seguridad», se han apresurado a tomar medidas para desalojar a los manifestantes. El resultado ha sido una semana de resistencia estudiantil, enfrentamientos violentos y detenciones masivas.
Además de en la Universidad de Nueva York, en Yale la policía realizó más de 60 detenciones el lunes pasado. En la Universidad de Texas, en Austin, el miércoles docenas de agentes se enfrentaron cuerpo a cuerpo con los manifestantes para impedir una marcha por el campus. La batalla campal acabó con más 50 arrestados.
Las protestas se han extendido a las universidades de Georgia, Illinois, Ohio, Maryland, Michigan, Minnesota, Pittsburgh, Vanderbilt, Emerson, Brown, Tufts y Carolina del Norte. Así como a las prestigiosas Harvard, el MIT (Instituto de Tecnología de Massachussets) y las universidades de California Berkeley, la Politécnica y la del Sur de California, en la que tras intensos choques con la policía cerró sus puertas el miércoles y ha suspendido las ceremonias de graduación.
Los manifestantes exigen un alto el fuego permanente en Gaza y el fin del apoyo militar estadounidense a Israel. Además demandan a las autoridades universitarias la suspensión de sus lazos con las empresas que se benefician de la guerra, así como una amnistía para los estudiantes y profesores que han sido objeto de expedientes disciplinarios o despedidos por estas movilizaciones.
Las protestas han sido organizadas en muchos campus por las coaliciones de Estudiantes por la Justicia en Palestina y Voz Judía por la Paz, que han repudiado públicamente la violencia contra los manifestantes proisraelíes en contraprotestas paralelas. De hecho, no han faltado incidentes de acoso y discursos amenazantes de tono antisemita y de exaltación de Hamás que han derivado en algunos ataques a estudiantes judíos, muchos de los cuales se sienten inseguros en sus universidades.
Estas movilizaciones han congregado a miles de estudiantes y profesores de una amplia diversidad étnica y cultural, como musulmanes y judíos progresistas, que siguen la guerra entre Israel y Hamás horrorizados por los vídeos y noticias que se difunden a través de las redes sociales, especialmente TikTok. Asimismo han recibido el apoyo de numerosos grupos sociales, como el de un millar de pastores negros que han pedido al presidente Biden que presione para lograr un alto el fuego en Gaza.
Por su parte, los republicanos, que alineados con el 'lobby' projudío tratan de capitalizar políticamente el descontento contra Biden que han generado las protestas, se han erigido en defensores de los estudiantes que sufren antisemitismo. Aunque callan sobre los que sufren antiislamismo. Así, el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, dio el miércoles un ultimátum a la presidenta de la Universidad de Columbia, a la que exigió su dimisión en caso de no poner fin de inmediato al «caos» de las protestas. Desde las escaleras de la biblioteca del campus universitario y frente los abucheos de los estudiantes, Johnson afirmó que el Congreso «no guardará silencio mientras los estudiantes judíos tengan que correr para salvar la vida» y quedarse en casa «escondidos por miedo».
El presidente Joe Biden, criticado por los manifestantes por suministrar financiación y armas a Israel, expresó el lunes su condena tanto a las «protestas antisemitas» como a «aquellos que no entienden lo que está pasando con los palestinos». Por su parte, el expresidente y candidato republicano, Donald Trump, en su juicio penal en Nueva York esta semana, calificó las protestas en los campus de «desastre».
En el trasfondo de las protestas está el espíritu del movimiento estudiantil de finales de la década de los 60 contra la guerra de Vietnam, con el reclutamiento de dos millones de jóvenes, que comenzó en los campus universitarios. Aquella masiva protesta culminaría en la Convención Nacional Demócrata en agosto de 1968 en Chicago, en una brutal confrontación entre policía y manifestantes.
La historia podría repetirse en la próxima Convención Nacional Demócrata, del 19 al 22 agosto de nuevo en Chicago, para la que grupos pacifistas ya han advertido que planean grandes protestas. «Marcharemos con o sin permisos», señaló esta semana Hatem Abudayyeh, de la Red Comunitaria Palestina. «Esta Convención Demócrata es la más importante desde 1968, cuando los manifestantes contra la guerra de Vietnam y el movimiento de liberación negra organizaron manifestaciones masivas que fueron violentamente reprimidas».
Entretanto, en el escenario del conflicto, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha vuelto a agitar el fantasma del Holocausto al calificar las protestas en las universidades estadounidenses de «antisemitismo horrible» y equipararlas con las manifestaciones antijudías en la Alemania nazi.
Por contra, jóvenes palestinos que antes del sangriento ataque de Hamás del 7 de octubre contra Israel estudiaban en la Universidad Al Aqsa en la ciudad de Gaza, agradecían esta semana desde Rafah, donde se han visto obligados a refugiarse, el apoyo y la solidaridad de los jóvenes estadounidenses.
Las protestas estudiantiles contra la guerra de Israel en Gaza han generado un nuevo desafío en el complicado panorama electoral del presidente Joe Biden, que parece hacer oídos sordos a los llamamientos a suspender el apoyo militar a Israel. Biden parece subestimar el profundo descontento entre amplios segmentos del electorado progresista, incluidos los jóvenes, judíos y musulmanes, muchos de los cuales votaron en blanco durante las primarias como aviso y amenazan con negarle el voto en noviembre.
El presidente se ha enredado en un conflicto que una creciente mayoría de los estadounidenses rechaza. Las atrocidades diarias de una guerra que suma ya más de 34.400 muertes de palestinos y que a pesar de la censura en los medios tradicionales llegan al público a través de internet, horrorizan a la mayoría de los electores, que se niegan a ser cómplices de la financiación de la guerra de Netanyahu.
La gestión ambivalente de Biden -apoyo incondicional a Israel mientras presiona al Gobierno hebreo para que limite las bajas de civiles; respaldo a Netanyahu, pero en privado pierde la paciencia; condena del antisemitismo y el anti-islamismo a la vez; provee de armamento a Israel y de ayuda humanitaria a Gaza-, no solo es ineficaz sino peligrosa. Tratar de contentar a ambas partes a la vez no convence a nadie e irrita a todos.
Con las encuestas electorales por debajo de Donald Trump, Biden intenta no enojar al temible 'lobby' judío AIPAC (Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí) que, sin embargo, no considera suficiente su incondicional apoyo a Israel. El AIPAC, cuyas donaciones electorales superan las de la industria del petróleo y el gas juntas, ha prometido una inyección de 100 millones de dólares para derrotar a congresistas demócratas críticos con Israel, al tiempo que apoya a candidatos del extremismo republicano.
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