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Mercedes Gallego
Nueva York
Viernes, 31 de enero 2020, 22:02
El 'impeachment' de Donald Trump, el tercero de la historia, acabará sin la inhabilitación del presidente con la que soñaba medio país. El otro medio respiró aliviado. Con todo, Trump no será exonerado. Después de diez días obligados a escuchar en silencio la reconstrucción ... de la trama ucraniana, muchos republicanos han admitido públicamente que los demócratas han demostrado las acusaciones, pero no creen que estas ameriten apartarle del cargo.
Algunos, como el senador Marco Rubio, llegaron aún más lejos al explicar que inhabilitar a un presidente de EE UU por primera vez en 243 años de historia sería «perjudicial y traumático» para el país. «Sólo porque sus acciones cumplan los requisitos de un 'impeachment' no significa que apartarle del cargo vaya en interés del país», escribió el senador de Florida con aspiraciones presidenciales, que se ha convertido en uno de los mejores aliados de Trump. El hecho de que no secunde su línea defensiva de que todo este escándalo se basa en malinterpretar «una llamada preciosa» debería de ser un aviso de que está poniendo a prueba la lealtad de su partido.
Es también prueba de que los senadores empiezan a sentir la presión y quieren salvar la cara para los anales de la historia con extensas disertaciones que demuestren, al menos, que se han tomado en serio su responsabilidad. «No votaré para inhabilitar al presidente porque hacerlo infligiría un daño extraordinario y potencialmente irreparable a una nación ya dividida», concluyó en el artículo publicado este viernes en Medium. «¿Duda alguien de que la mitad del país lo vería como algo ilegítimo y nada menos que un golpe de estado?», se preguntó retóricamente.
La coartada de todos es la proximidad de las elecciones de noviembre. Para entonces los votantes dispondrán también del testimonio del que se priva a los legisladores, ya que tendrán a la venta el libro del exsecretario de Seguridad Nacional John Bolton, al que no se le ha permitido testificar en el Senado.
Sólo dos republicanos se manifestaron en favor de citar a nuevos testigos, el excandidato presidencial Mitt Romney y la senadora de Maine Susan Collins. Los demócratas necesitaban cuatro votos de la oposición para poder aprobarlo, o tres y el del juez jefe del Supremo John Roberts, que ha presidido el juicio sin ejercer para salvar a la institución del enfrentamiento partidista que divide al país.
En un nuevo adelanto del manuscrito de Bolton titulado 'En la sala en la que ocurrió', el halcón que orquestó la guerra de Irak asegura que el mandatario le pidió delante de otra gente que estableciese una cita entre su abogado personal Rudy Giuliani y el gobierno ucraniano para aumentar la presión. Trump lo ha negado tajantemente y ningún testigo ha salido a la palestra para corroborarlo.
Sin la posibilidad de ser escuchado bajo juramento y su libro retenido por la Casa Blanca, con el argumento de que revela asuntos de seguridad nacional, muchos republicanos buscaban ayer un final acelerado. El líder del Senado Mitch McConnell, en cuyas manos está el proceso, dio indicios ayer de querer arrastrarlo hasta después de los caucus de Iowa y puede que hasta después de que Trump pronuncie el martes su tercer discurso sobre el Estado de la Unión.
Según eso, la defensa expondría el lunes sus argumentos finales y los cien senadores deliberarían el martes, para votar el miércoles.
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