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Mercedes gallego
Corresponsal en Nueva York
Jueves, 27 de junio 2019, 06:51
Hace dos años y medio la victoria de Donald Trump parecía una carambola imposible de repetir. Hoy nadie tiene claro que pueda perder la reelección en noviembre de 2020. Ni cuál de los 23 demócratas que aspiran a derrotarlo tiene la capacidad de hacerle morder ... el polvo.
No faltan candidatos. De hecho, son tantos que el primer debate ha tenido que dividirse en dos partes y aún así han quedado muchos asuntos en el tintero de los que no ha dado tiempo a hablar. Para muchos era la primera oportunidad de ver sobre el escenario a estos candidatos y asociar su cara con un nombre. De ahí la ventaja de quienes ya llevan tiempo en las escena nacional, como la senadora Elizabeth Warren, triunfadora de la noche por sus dotes oratorias y la fiereza con la que promete luchar.
Todos los demócratas buscan un perro de presa que le hinque el diente a Trump, pero más allá de la satisfacción de ver la pelea, lo que quieren es ganar las elecciones. Asegurarse de que el 20 de enero de 2021 dicen «adiós a Donald Trump», afirmó en español Joaquín Castro, el único candidato de origen hispano. Le hizo sombra en su cortejo latino el excongresista de El Paso (Texas) Beto O'Rourke, que eligió hablar en español sin venir a cuento. Otros, como el senador afroamericano de New Jersey Cory Booker y el alcalde de Nueva York Bill De Blasio presumen de hablarlo sin ser bilingües y abogan por la diversidad y una solución humanitaria para la crisis de inmigrantes en la frontera, uno de los temas que más dominó el debate auspiciado por la cadena MNSBC en Miami.
La otra crisis más acuciante, la que ha creado Trump con Irán, también centró la conversación y obligó a la reflexión de las guerras inacabadas, entre las que el congresista de Ohio Tim Ryan defendió la de Afganistán para darle jaque mate a los talibanes, porque «cuando no estábamos allí volaron aviones contra nuestros edificios». Rauda y veloz, la única veterana sobre el escenario, la congresista de Hawai Tulsi Gabbard, recordó que no fueron ellos sino Al- Qaeda los que perpetraron los ataques del 11-S y aprovechó, una vez más, para recordar su servicio militar en Irak.
La veterana de guerra se presenta como la opción de quienes estén preocupados por la seguridad nacional, la política exterior de EEUU y su capacidad para enfrentar los peligros que acechan más allá de sus fronteras. Por eso no perdió oportunidad para recordar su experiencia militar, ni para disculpar su trabajo pasado en organizaciones antigay, que achacó a la educación conservadora de su familia que dice haber dejado atrás.
Sólo tres de los diez aspirantes sobre el escenario eran mujeres, por eso fueron los hombres los que más presumieron de defender las políticas de género y, algunos como Booker incluso defendió que tendrá que ser una mujer la que elijan como vicepresidenta. Aparentemente descarta de antemano que una de ellas pueda ganar la nominaciónla nominada del Partido Demócrata, que perdió las elecciones a manos de Hillary Clinton.
El plato fuerte es esta noche, con favoritos como el expresidente Joe Biden, el senador Bernie Sanders, la senadora Kamala Harris o el alcalde gay de South Bend Pete Buttigieg defendiendo su liderazgo ante otra tropa de diez aspirantes. El reto es cómo despuntar sin fragmentar a las bases, para lo que la fórmula de esta noche parece funcionar: centrarse en los temas de la agenda en lugar de despellejarse unos a otros. El riesgo, aburrir a la audiencia, que ni siquiera es capaz de identificar a todos los candidatos.
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