Mikel casal

Carolyn Meadows, el tiro por la culata

Las acusaciones de corrupción heredadas de sus antecesores ponen contra las cuerdas a la presidenta de la Asociación Nacional del Rifle, uno de los lobbies más poderosos de Estados Unidos

caroline conejero

Domingo, 23 de mayo 2021, 00:44

Puede que Carolyn Meadows tenga 83 años, pero nadie que la conozca y esté en su sano juicio le robaría el bolso a esta mujer de Atlanta (Georgia), que lo mismo hornea un pastel de manzana que carga el rifle con el aplomo de 'Ma' ... Baker. Carolyn, republicana de pura cepa, preside desde abril de 2019 la Asociación Nacional del Rifle (NRA), hogar de los defensores de la Segunda Enmienda que protege el derecho del pueblo norteamericano a poseer y portar armas. Una ley, todo sea dicho de paso, promulgada en 1791, en un contexto de inestabilidad propio de un país en mantillas.

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No soplan buenos vientos para Carolyn, que desde que accedió al cargo sufre los embates judiciales de un sistema que no está dispuesto a tolerar ni el fraude ni la corrupción, por mucho que estos lleven la firma de uno de los lobbies más poderosos del país. Poco importa que esté pagando por los pecados ajenos. Su defensa a ultranza de las armas en respuesta a los tiroteos masivos en escuelas en momentos de profunda conmoción y duelo nacional; y la financiación exhaustiva de candidatos políticos para bloquear cualquier microavance del movimiento del control de armas, han granjeado a la presidenta una imagen perversa. Y es que, por primera vez en sus 150 años de existencia, el poder de la NRA parece desmoronarse para alivio de los norteamericanos que viven bajo el temor de las armas.

Pero vayamos por partes. Meadows creció en el condado de Cobb, donde se crió cazando y pescando con su familia, todos «patriotas, tiradores y miembros vitalicios de la NRA». Como se espera de alguien de su posición, cree no sólo en la necesidad de que haya más armas, sino de equipar con ellas a los profesores para acabar con los tiroteos masivos en las escuelas. Su ardor guerrero no se detiene ni a las puertas de la iglesia: todos los domingos acude a misa armada, un hecho conocido por toda la congregación de la que el propio pastor es también tirador.

En 2003 fue elegida miembro de la junta de la Asociación y en 2017 vicepresidenta segunda, cuando anunció su compromiso con la reelección de Trump. No es su única intervención estelar. La activista conservadora atacó a la recién elegida Lucy McBath, representante demócrata al Congreso en 2018, que tras la muerte de su hijo Jordan Davis, abatido a tiros en una gasolinera de Florida por llevar la música demasiado alta, se convirtió en destacada defensora del control de armas. Meadows no ahorró munición con ella: si había sido elegida, dijo, no era más que por ser «una mujer de minorías».

64 millones dilapidados

Durante años, Carolyn ha presidido la rancia Asociación del Monumento de Stone Mountain en Atlanta, que vela por la montaña de granito donde están tallados los líderes de la Guerra Civil, el monumento a la Confederación más grande del país, algo así como el Monte Rushmore del Ku Klux Klan. Por si quedaran dudas sobre sus inclinaciones, desde su posición privilegiada logró bloquear la construcción de un monumento a Martin Luther King.

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Meadows fue elegida presidenta de la NRA tras la súbita renuncia del anterior presidente, Oliver North. Su nombre resultará familiar a los que tienen ya una edad. Se trata del mismo Oliver North que fue pieza central del 'Irangate' en 1985 durante la administración Reagan, el autor intelectual del plan para desviar los fondos de la venta ilegal de armas a Teherán a la insurgencia nicaragüense.

Antes de que se viera obligado a ceder los trastos, North se enfrentó a Wayne LaPierre, el director ejecutivo de la NRA. Lo hizo recurriendo al chantaje, amenazándole con desvelar la trama de corrupción que durante años había costeado su ostentoso estilo de vida. Según la demanda civil interpuesta por la Fiscalía General de Nueva York contra la Asociación, LaPierre y los suyos contribuyeron a la pérdida de 64 millones de dólares en tres años.

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Los detalles del uso de fondos exentos de impuestos de la organización incluyen gastos de boda, viajes en jet privado y escapadas exóticas. También la alteración de facturas, un contrato de consultoría de 360.000 dólares al año a su ex director financiero y vacaciones en el yate de lujo de un proveedor de la NRA, en flagrante conflicto de interés con los estatutos de la organización.

La fiscal general de Nueva York (donde está radicada la NRA a efectos legales), Letitia James, pidió en su demanda civil disolver la asociación por fraude, abuso, conducta financiera ilícita, actuar en beneficio propio y uso indebido de fondos con fines benéficos. Acorralado y golpeado con una acción legal que podría significar el fin, LaPierre se declaró en bancarrota en un tribunal de Texas en un intento desesperado por reorganizarse. El cálculo era descarado: tratar de evadir la demanda recurriendo a un sistema judicial más favorable.

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El esfuerzo no solo fracasó, sino que resultó contraproducente. El juez Harlin D. Hale, jefe del tribunal federal en Dallas, desestimó rotundamente la petición y en su decisión de 37 páginas acusó a la NRA de utilizar la quiebra como escudo contra una demanda por fraude. El juicio corroboró los cargos presentados por los funcionarios de Nueva York que la describen como una organización dividida por la corrupción y una gestión fraudulenta crónica.

La NRA se enfrenta ahora a un futuro incierto. Ha resultado ser, en palabras de la fiscal general, «una organización en la que la podredumbre es profunda». Con más de 5,5 millones de miembros, la Asociación ha visto caer sus ingresos y donaciones políticas entre acusaciones de mala gestión financiera. A Carolyn Meadows, dama de hierro del sur, el tiro le está saliendo por la culata.

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