En un insólito mensaje a los obispos estadounidenses publicado este martes, el Papa Francisco criticó los «muros de ignominia» levantados por el nuevo presidente, Donald Trump, mostró su «desacuerdo» con las deportaciones de inmigrantes y pidió a los prelados de aquel país que se pongan del lado de los «vulnerables« e «indefensos». El texto fue respondido por la Casa Blanca recordando que también el Vaticano cuenta con su propio muro interior e invitando a Jorge Mario Bergoglio a «concentrarse en la Iglesia católica» y dejar que sean las autoridades civiles las que «nos ocupemos de las fronteras».
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El Pontífice ya marcó distancias con el líder estadounidense al nombrar como arzobispo de Washington, la capital, al cardenal Robert W. McElroy, muy crítico con las políticas de Trump. Este, por su parte, había designado como embajador ante la Santa Sede a Brian Burch, fundador del grupo ultraconservador CatholicVote, en las antípodas ideológicas del pontificado de Bergoglio.
El Papa aprovechó su carta, enviada en «estos delicados momentos», para agradecer a los obispos estadounidenses su compromiso con la población extranjera e invitar a los católicos a «no ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados». Insistía así en el Pontífice en la línea mostrada en una reciente entrevista con la televisión italiana Nove, en la que advirtió que iba a ser «una desgracia» si el líder republicano cumplía con su promesa electoral de llevar a cabo deportaciones masivas de inmigrantes ilegales, algo que finalmente está teniendo lugar.
Francisco asegura en su misiva que sigue «con atención» la «importante crisis» provocada por el inicio de el programa de expulsiones y señala su contrariedad con la identificación «tácita o explícita» entre la inmigración ilegal y la criminalidad. Aunque reconoce el «derecho de una nación a defenderse», advierte que «el acto de deportar personas que en muchos casos han dejado su propia tierra por motivos de pobreza extrema, de inseguridad, de explotación, de persecución o por el grave deterioro del medio ambiente, lastima la dignidad de muchos hombres y mujeres». También los coloca en un estado de «especial vulnerabilidad e indefensión».
Esta cuestión acaba convirtiéndose para el obispo de Roma en una prueba para saber si de verdad nos encontramos ante «un auténtico estado de derecho», que se «verifica» en el trato digno ofrecido a las personas más desfavorecidas. Francisco concluye su carta, publicada en inglés y en español, mostrando su deseo de que se puedan dar «pasos adelante en la construcción de una sociedad más fraterna, incluyente y respetuosa de la dignidad de todos».
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