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Una disputa resuelta a tiros arruinó ayer la celebración de los Chiefs de Kansas City, que el domingo vencieron en Las Vegas a San Francisco 49ers en la Super Bowl, la final de la liga de fútbol americano. . El sonido de los disparos desató ... una estampida y escenas de pánico.
Según Stacey Graves, jefa de Policía de esta ciudad, situada en el estado de Misuri, siete de los transportados a tres hospitals de la zona, incluyendo uno infantile, revestían gravedad que hacía temer por su vida, mientras que seis eran leves. No dio más datos del resto.
Los investigadores trataban de determinar anoche si uno de estos arrestados es la persona que aparece en un vídeo que se hizo llegar a las autoridades, presumiblemente con imágenes del incidente, cuyos motivos se desconocían al cierre de esta edición. La jefa de Policía reveló también que se habían intervenido armas de fuego, pero no dio detalles del número ni del calibre.
El presidente Joe Biden fue informado rápidamente del incidente, que en ningún momento se consideró un acto de terrorismo. «Estoy enfadada», dijo a la prensa la jefa de Policía. «A pesar de toda la seguridad que hemos puesto en pie, esta tragedia ha ocurrido por unos cuantos malos actores, cuando la gente tiene derecho a esperar una celebración segura». El alcalde, Quinton Lucas, se apresuró a informar de que los jugadores, los entrenadores y el resto del personal del equipo se encontraban bien.
Era la tercera vez en los cinco últimos años que los Chiefs ganaban el título. Decenas de miles de personas se habían concentrado en el desfile de celebración, que se llevaba a cabo al aire libre, en un estado muy laxo con el control de armas, y terminaba en la estación de trenes, donde se había instalado el escenario.
La zona había sido asegurada el día antes, con especial atención a los detectores de explosivos. Los aparcamientos se habían suspendido y unos 800 policías se habían desplegado para velar por la seguridad, aunque ya se han empezado a escuchar las primeras críticas sobre si el despliegue de seguridad previsto ante tal muchedumbre era suficiente dado que el evento televisivo de la Super Bowl de este domingo había alcanzado un récord de audiencia.
Los disparos se originaron en lado oeste de Union Station, al final del desfile, mientras el escenario se había instalado en el lado sur, donde se encontraban las autoridades con el equipo. En los caóticos momentos que siguieron, familias enteras quedaron separadas. Niños llorando solos en medio de la calle. Gente saltando por encima de las vallas policiales. Gritos por todas partes. Fans con camisetas rojas de los Chiefs corriendo en todas direcciones y guirnaldas tiradas por el suelo. «Yo no sabia lo que pasaba, pero cuando ves a la gente correr austada, tú también corres», justificó una joven ante las cámras de CNN.
Las imágenes de otras tragedias ocurridas durante una concentración masiva vivían en el subconsciente colectivo. Como el tiroteo del 4 de julio en Highland Park hace dos años, donde a los 15 minutos de comenzar el desfile un joven de 21 años la emprendió a tiros y dejó siete muertos y 48 heridos. O aún peor, la matanza que desencadenó desde la ventana de un hotel de Las Vegas el hombre de 64 años que en 2017 mató a 60 personas e hirió a 413, antes de suicidarse sin ninguna explicación.
Nada de eso ocurrió ayer en Kansas City, pero los padres que tuvieron que huir al sonido de los disparos tirando de sus hijos en medio del pánico colectivo nunca lo olvidarán.
«Nos hemos convertido en parte de las estadísticas de las que forman parte demasiados estadounidenses que han epxerimentado un tiroteo masivo», lament el alcalde de Kansas City. «Teníamos ojos hasta enciam de los edificios y aún así la gente ha estado en riesgo. Como padres, todos nosotros que vivimos vidas normales cada día, temenos que decider qué queremos hacer con los desfiles, conciertos, mítines, colegios, cines… Parece que ya nada es seguro», concluyó.
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