Hallado muerto el autor de la masacre en la discoteca de California

La tragedia había ocurrido esta vez a solo once kilómetros a las afueras de Los Ángeles, en una tranquila localidad de 61.000 habitantes, de los que el 65% son asiáticos y el 27% hispanos. «Monterey Park debería haber tenido anoche -por el sábado- una alegre celebración del año nuevo lunar», lamentó el gobernador de California Gavin Newsome. «En lugar de eso sus habitantes fueron víctimas de un terrible acto de violencia armada».

Pudo haber sido peor, mucho peor. Una hora antes miles de personas, incluyendo las autoridades de Monterey Park que el domingo informaban del trágico suceso, se encontraban a solo una manzana de la sala de baile en la que murieron al menos 10 personas y otras tantas siguen heridas, algunas en estado crítico. Celebraban el Año Nuevo chino, el del Conejo, sin imaginar que un violento desequilibrado los atraparía bailando en la pista. Se sabe que el asesino no discriminó, sus víctimas mortales fueron cinco mujeres y cinco hombres, que aún no han sido identificadas.

La primera reacción fue pensar que se trataba de un crimen contra asiáticos, de los que han azotado al país desde que «el virus chino», según lo describía Donald Trump, desató una pandemia mundial. La descripción que identifica al autor como un hombre de origen asiático contradice esa percepción y apunta a otro crimen sin sentido de esos que ocurren con demasiada frecuencia en Estados Unidos. «Tristemente es una experiencia única estadounidense, ocurre una y otra vez», lamentó Dick Durbin, uno de los líderes de la mayoría demócrata en el Senado.

Como en la mitología, el hombre que acudió al rescate se apellidaba Luna. Entre las pistas que investigaba se encontraba un incidente similar ocurrido apenas 20 minutos después en la ciudad vecina de Alhambra. Allí otro individuo armado entró a una sala de baile pero fue reducido antes de que pudiera disparar. Quienes se abalanzaron sobre él le arrebataron el arma pero le dejaron escapar. Sin ella, se dio a la fuga en una furgoneta blanca que ahora busca la Policía, en un intento de conectar ambos hechos. ¿Pensaba el asesino continuar su orgía de sangre, baile tras baile? «Es una de las cosas que estamos investigando», atajó el sheriff.

La búsqueda del autor de la masacre tardó 12 horas hasta que se acorraló a una camioneta con aviso de búsqueda en un estacionamiento de una tienda de comestibles japonesa. Según ha informado la Policía, cuando los agentes se acercaron, escucharon un disparo dentro del vehículo. «Al menos dos agujeros de bala eran visibles en la ventanilla del conductor en los momentos previos a su aproximación, y el hombre parecía estar desplomado sobre el volante», han dicho las fuentes policiales.

Como sus colegas de todo el país, las autoridades locales habían reforzado la seguridad en torno a los festejos y, en algunos lugares incluso se había cancelado el segundo día de celebración del Año Nuevo chino, ensombrecido por esta matanza. Nadie quería morir como un conejo. Se trataba precisamente de vivir un año plácido y tranquilo, como simboliza el dulce animal que sigue al año del Tigre en el calendario lunar. Los que huyeron de la sala a gritos hablaban de sonidos de ametralladora, pero el sheriff descartó que se tratara de un rifle de asalto, sin querer dar más detalles. «Se han descrito muchas armas diferentes», resumió.

El presidente Biden fue informado a primera hora, según la portavoz de la Casa Blanca, y dio instrucciones de que el FBI prestara asistencia. «Estoy vigilando esta situación de cerca», tuiteó. «Jill y yo estamos rezando por todos los heridos y fallecidos, sus familias también están en nuestras oraciones».

Biden ordenó que las banderas en los edificios públicos de todo el país ondeen a media asta hasta el 26 de enero «una señal de respeto por las víctimas» del tiroteo.