Hubiera sido casi un milagro que Joe Biden hablase ante la cámara durante más de una hora, insertando comentarios extemporáneos, y no metiera la pata en ningún momento. El presidente pasó con nota la prueba de su tercer discurso sobre el Estado de la Unión ... en un momento en que todo el mundo escruta los efectos cognitivos de su edad (81 años), pero por el camino pisó más de un callo.
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El más preocupante fue a raíz de una zancadilla que le tendió la diputada de Georgia, seguidora de QAnon, Marjorie Taylor Green, que al entrar le dio una chapa con el nombre de una estudiante de enfermería de 22 años asesinada hace dos semanas «por uno de los millones de extranjeros ilegales que el Gobierno de Biden simplemente pone en libertad y suelta en nuestro país» , escribió en X (antes Twitter) el portavoz del Congreso, Mike Johnson, que en la madrugada del viernes se sentaba detrás del presidente para este importante discurso. Donald Trump y la ultraderecha han utilizado el brutal asesinato de la joven para demonizar a los inmigrantes, aunque los padres de la chica han permanecido en silencio y rechazaron la invitación de sentarse en la sala junto a un congresista republicano.
Cuando Biden tocó el tema de migración, obligado en su discurso, por ser lo que más preocupa al electorado, Taylor Greene le interrumpió a gritos y Biden cayó en la trampa. «¡Di su nombre», le retó. El mandatario sacó la chapita y trató de leerlo: «Lincoln Riley», pareció decir. La transcripción oficial solo refleja el nombre real tachado dos veces durante el balbuceo y otra más entre corchetes. Acababa de proporcionar a sus críticos el corte viral que buscaban para sumarlo a otras confusiones cada vez más frecuentes, como el día en que llamó Yolanda a Julia Navalnaya, se refirió a Emmanuel Macron como Francoise Mitterrand o a Angela Merkel como Helmut Kohl. En la era de Twitter y Whatsapp esos son los cortes que dan la vuelta por las redes sociales y cimentan la reputación del candidato que Trump bautizó en la anterior campaña como Sleepy Joe (el adormilado de Joe).
En esta ocasión, Joe no estaba amodorrado, para decepción de uno de sus mayores críticos, el presentador de Fox y amigo personal de Trump Sean Hannity, que decidió que estaba «sobrecafeinado e iracundo». Biden también les había proporcionado otra anécdota al intentar demostrar que los medicamentos cuestan en otros países menos de la mitad de lo que se paga en EE UU por el monopolio de las farmacéuticas. «Amigos, me voy a meter en problemas por decir esto», advirtió a los legisladores, «pero si cualquiera de vosotros quiere subirse conmigo al Air Force One y volar a Toronto, Berlín, Moscú, huy, disculpadme. Bueno, probablemente incluso en Moscú», se rió, «traed vuestras recetas y os prometo que las conseguiremos por el 40% de lo que estáis pagando».
A ratos se le trabó la lengua y le carraspeó la garganta, forzada en el intento de sonar contundente y energético, pero no hubo ninguno de sus preocupantes momentos en blanco. Todo se hubiera quedado en anécdota de no ser porque su etiqueta de «ilegal» refleja una estructura de pensamiento antinmigrante que coincide con el endurecimiento de las políticas migratorias que quiere implementar en la frontera.
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El presunto asesino de Riley es un venezolano de 26 años que no la conocía, sino que cometió lo que las autoridades califican de «un crimen de oportunidad» al verla sola haciendo footing en un área boscosa, donde la golpeó hasta desfigurarle el cráneo. El jueves la Cámara Baja acababa de aprobar una ley con su nombre que, de ser aprobada en el Senado y firmada por el presidente, obligaría a la detención federal de cualquier migrante que cometa robo o hurto.
José Antonio Ibarra, de 26 años, entró en el país irregularmente en septiembre de 2022 a través de El Paso. Según fuentes conservadoras ya había cometido delitos de robo en Nueva York, donde la política del fiscal demócrata es dejar en libertad a los acusados de crímenes menores hasta que se celebre el juicio, pero esto no ha sido confirmado por la fiscalía. «¡Riley, una inocente joven que fue asesinada por un ilegal!», redobló el presidente, presumiendo de que podía pronunciar tanto su apellido como la palabra maldita. «¡Eso es, asesinada por un ilegal! ¿Pero cuántas miles de personas son asesinadas por gente legal?». Su mensaje quedó perdido en la confusión del nombre. «No voy a demonizar a los inmigrantes diciendo que están «envenenando la sangre de nuestro país», dijo parafraseando a Trump, que a su vez copiaba una cita de Hitler. «No separaré a las familias y no vetaré a la gente por su religión», prometió Biden desafiante, sin que eso conformase al ala izquierda de su partido.
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«Dejadme ser clara», pidió la congresista Ilhan Omar en X. «Ningún ser humano es ilegal». El congresista demócrata Joaquín Castro calificó la retórica sobre inmigrantes de Biden de «incendiaria y equivocada, demasiado cercano al lenguaje que utiliza Trump y sus seguidores para poner a los hispanos de cualquier parte en la diana», recordó. Trump ha prometido detener a los inmigrantes y encerrarlos en campos de concentración para realizar «la mayor operación de deportación de la historia de Estados Unidos»
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