La limusina donde viajaban JFK y la primera dama recorría las calles de Dallas en el momento del crimen. EFE

David Mantik | Médico y autor del libro 'El asesinato de JFK decodificado'

«El plan que mató a Kennedy no tuvo nada de accidental»

El médico David Mantik, que acumula años de investigación sobre el asesinato de JFK, pone patas arriba la versión oficial y apunta a que antes hubo otros intentos de matar al presidente

Caroline Conejero

Nueva York

Miércoles, 22 de noviembre 2023, 00:50

El sesenta aniversario del asesinato de John F. Kennedy en Dallas que se cumple el 22 de noviembre marca seis décadas de investigaciones en búsqueda de la verdad sobre la supuesta conspiración que condujo a la muerte del presidente más joven en la historia de ... Estados Unidos y sobre la trama para su encubrimiento. El pensamiento político conspirativo cuenta con una larga tradición en EE UU, especialmente entre la derecha, pero este caso -presenciado en directo por millones de espectadores a través de la televisión- lo elevó a un fenómeno cultural de proporciones hasta entonces desconocidas.

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El asesinato del presidente Kennedy, que llevaba menos de tres años en el cargo, establece un punto de inflexión a partir del cual la desconfianza hacia la autoridad caracteriza de forma generalizada la percepción política de los estadounidenses hacia su gobierno. Por eso la búsqueda de la verdad sobre el crimen que se considera la madre de todas las conspiraciones modernas representa el triunfo de los ciudadanos y de su empuje en favor de la transparencia democrática. El resultado es un acervo de investigaciones llevadas a cabo por especialistas privados que hoy alcanza unos 40.000 libros publicados además de documentales, películas y foros de discusión basados en pesquisas que desautorizan la versión oficial y proponen diferentes tesis basadas en el estudio de los hechos.

Las investigaciones atan cientos de cabos sueltos y escrutan con detalle toda clase de aspectos en torno al asesinato: desde la balística, la autopsia o la película de ocho milímetros de Abraham Zapruder hasta documentos desclasificados y testimonios de testigos que señalan la existencia de un segundo tirador situado en un montículo de hierba en la plaza Dealey de Dallas donde tiene lugar el tiroteo sobre la limusina de Kennedy. En sus conclusiones finales, en 1979, la comisión de la Cámara de Representantes del Congreso de EE UU que analizó las circunstancias del asesinato estableció que fue el resultado de una conspiración y, aunque no pudo identificar a sus autores, indicó que había «una alta probabilidad de que dos hombres armados dispararan contra el presidente».

Casi mil páginas

El doctor David Mantik es uno de los investigadores más destacados del asesinato de Kennedy, a cuyo estudio ha dedicado décadas y numerosos libros que detallan la trama de encubrimiento ideada por el Gobierno. Como especialista en radiografía oncológica, analizó en profundidad los registros médicos y expuso ampliamente el fraude de la versión oficial que se contó a los norteamericanos. En una entrevista para este medio, Mantik deconstruye la teoría de la Comisión Warren sobre el tirador solitario y los tres disparos de bala que plasmó en su informe final de casi 900 páginas en septiembre de 1964.

«Son tres tiros en la cabeza, no uno o dos, sino tres. Dos vienen de frente. Y la evidencia sobre ello es bastante abrumadora»

La comisión fue creada inmediatamente por el nuevo presidente, Lyndon Johnson, para ofrecer al público una versión de la verdad libre de todo indicio de conspiración, pero no quedaba más remedio que entregarse a demostrar una teoría preestablecida a pesar de que contradecía a una inmensa evidencia balística, médica y de testigos presenciales. Forzados a justificar lo imposible, la versión oficial determina la existencia de una bala mágica o bala prístina, es decir, un único proyectil que en una inverosímil trayectoria en zig zag habría atravesado la parte superior del cuerpo de Kennedy, y la espalda del gobernador de Texas, John Connally, sentado delante, y habría bajado después para golpearle en la muñeca y finalmente aterrizar en la pierna -asombrosamente sin mácula- dejando a su paso una colisión en dos huesos y siete lesiones.

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A través del estudio médico de las radiografías y de las lesiones de bala, Mantik sostiene que se realizaron hasta ocho disparos. «Son tres tiros en la cabeza, no uno o dos, sino tres. Dos vienen de frente. Y la evidencia sobre ello es bastante abrumadora. La lesión de salida del proyectil es siempre mayor que la de entrada, y en este caso desprende toda zona temporal de la cabeza», razona. «Además hay otros dos disparos, uno en la espalda que deja una herida superficial, y otro de frente cerca de la tráquea», añade. El médico basa su investigación en los informes de Urgencias del hospital de Parkland donde se trató al presidente en sus últimos momentos de vida así como en las declaraciones de los testigos presenciales del primer grupo de fotografías de la autopsia realizada en el centro sanitario naval en Maryland «que luego se perdieron o se descartaron deliberadamente». Una copia sobrevivió y fue filtrada al público.

«Los dos disparos que alcanzaron a Connally vinieron por la espalda. El que le golpeó en la espalda, le entró en el pecho, le fracturó la costilla y le causó mucho daño pulmonar, lo que en realidad fue la causa de su muerte (tiempo después) por fibrosis pulmonar», dice Mantik. «El otro disparo le alcanzó en la extremidad superior derecha, le atravesó la muñeca y luego el muslo», retrata. El médico defiende que «cinco tiros causan daños a Kennedy y dos a Connelly». Un octavo disparo perdido golpeó en el bordillo de la acera del paso subterráneo delante de la limusina y un resto del proyectil pegó en la cabeza a un espectador en la calle.

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Lee Harvey Oswald fue señalado por la versión oficial como el único culpable de la muerte de Kennedy. EFE

Otro importante detalle en el puzle del encubrimiento es la desaparición del parabrisas de la limusina. Mantik expone que en ese punto había un orificio de bala por el que podría pasar un lápiz que indicaba con claridad que uno de los disparos había venido desde el frente. Y eso «significaba automáticamente una conspiración, por lo que el parabrisas no podía sobrevivir», señala. El vehículo se envió rápidamente a Michigan, a la fábrica de Ford de donde procedía con la orden de destruir esa parte para que nadie más pudiera darse cuenta de la evidencia. «Lo sabemos ahora por dos testigos que vieron la limusina. Y otros cinco o seis en el hospital de Parkland donde estuvo estacionada», agrega.

Una vez que se anunció el fallecimiento en el complejo sanitario de Parkland, el servicio secreto pasó a secuestrar literalmente el cadáver del presidente para llevárselo rápidamente a Washington a pesar de las objeciones de la Policía de Dallas, que tenía jurisdicción sobre el homicidio. Otra línea de investigación expone que el cuerpo salió del centro médico en un ataúd sin marcar y hacia las 18.35 horas, como muestran los documentos de su registro, ingresó en el hospital naval Bethesda. Simultáneamente, otro féretro más formal viajó vacío en el avión presidencial junto a la primera dama, Jackie Kennedy, el nuevo presidente -que jura su cargo en él- y miembros de la comitiva presidencial y del servicio secreto. Las cámaras graban la llegada oficial a la base de la Fuerza Aérea Andrews después de las 19.00.

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En su libro 'El asesinato de JFK decodificado: la falsificación delictiva de las fotografías y radiografías de la autopsia', el doctor Mantik analiza la reconstrucción en secreto de la cabeza de Kennedy que se lleva a cabo en Bethesda. «Durante ese intervalo de tiempo se eliminan todos los fragmentos de bala, los rastros de su trayectoria, y se manipulan las radiografías para mostrar un escenario distinto al de la conspiración», afirma. Después, médicos militares sin experiencia en análisis forense de lesiones por armas realizan la autopsia bajo la presencia constante de agentes del servicio secreto que supervisan y dirigen la operación desde una estancia adyacente.

Antes de la autopsia «se eliminan todos los fragmentos de bala, los rastros de su trayectoria, y se manipulan las radiografías»

La captura de Lee Harvey Oswald como responsable único del asesinato se produce en horas. La Policía de Dallas encuentra el rifle y tres casquillos de bala en el edificio del depósito de libros escolares en la plaza Dealey, donde trabajaba el supuesto asesino, que dispara desde allí a la limusina de Kennedy. «Sí, es milagroso, mucho más rápido que Sherlock Holmes», comenta Mantik con sarcasmo. «Como sabemos, él mismo se declaró como el chivo expiatorio, lo que significa que algo estaba pasando por detrás y que había un plan que él no conocía», prosigue. «De repente (Oswald) comprendió su papel como víctima propiciatoria. Un plan muy elaborado que se había preparado con mucha antelación», sospecha.

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La nueva élite

Otro aspecto intrigante del caso es el hecho de que existieran otras tramas ocultas similares para asesinar al presidente en Chicago, Tampa, y Los Ángeles que, al final, se cancelaron. «El plan que mató a Kennedy no tuvo nada de accidental. Estuvo muy bien pensado y muy bien planificado, y no fue nada fácil llevarlo a cabo», recalca. En sus escritos Mantik expone que la nueva élite política tenía que protegerse y proteger su futuro, y por ello toda la evidencia potencial tenía que desaparecer. «LBJ estaba prácticamente condenado el día del asesinato en la investigación que se estaba llevando a cabo en el Congreso sobre su propia corrupción, que era bastante grave», indica.

El investigador explica que el servicio secreto, que habría llevado a cabo la operación, mantuvo al director del FBI J. Edgar Hoover porque apoyaba a LBJ. También parte de la élite, el poderoso Allen Dulles, ex director de la CIA (y uno de los iniciadores del poder al margen del control judicial de la agencia), que había sido cesado por Kennedy tras el fiasco de Bahía de Cochinos. «Es particularmente irónico que alguien que estuvo involucrado en la operación tras ser despedido por JFK formara parte de la comisión encargada de la investigación de su asesinato», lanza. «Todos ellos son parte de la nueva élite, individuos con mucho poder y mucha lealtad detrás que se jugaban su futuro y luchaban por su vida política en este momento».

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John F. Kennedy y su esposa, Jackie, horas antes del asesinato. Cecil Stoughton/Reuters

En 1992, el Congreso de EE UU aprobó la Ley de Registros JFK, que exigía la publicación de todos los documentos relacionados con el asesinato en un plazo de 25 años. Aunque la Casa Blanca afirma que el 99% de los escritos clasificados ya se han hecho públicos, más de 14.000 permanecen aún total o parcialmente bajo llave aparentemente para proteger a agentes e informantes aún vivos. La búsqueda de la verdad continua. David Mantik prepara un nuevo libro, 'Análisis final', con más información sobre el caso. «Hemos aprendido mucho en los últimos diez años y quién sabe si es posible que incluso sepamos más en los próximos diez», plantea.

- ¿Por qué es relevante todavía hoy después de sesenta años?

- Importa porque ha afectado a todo, incluido a lo que está pasando en Oriente Próximo ahora mismo.

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