Kamala Harris, hija de inmigrantes y fiscal implacable
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La senadora ha hecho historia este sábado al convertirse en la primera mujer elegida como vicepresidenta de EE UUcolpisa/AFP
Miércoles, 12 de agosto 2020
Kamala Harris, la compañera de fórmula del candidato demócrata Joe Biden, ha hecho historia este sábado al convertirse en la primera mujer elegida jamás como vicepresidenta de EE UU. Harris, de 56 años, hija de padre jamaicano y madre india, será además la primera ... mujer negra que ocupará ese cargo, cuando Biden y ella lleguen a la Casa Blanca el 20 de enero de 2021.
La actual senadora demócrata por California será la mujer que ha ocupado un cargo político de mayor rango en la historia de EE UU, un honor que hasta ahora tenía la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. «Es la primera. Pero no será la última», tuiteó Emily's List, la mayor organización de EE.UU. dedicada a reclutar, entrenar y apoyar las candidaturas de mujeres demócratas a todos los niveles.
Harris fue fiscal general de California antes de ganar su escaño en la Cámara Alta del Congreso estadounidense en 2016, y se ha granjeado una fama de ser especialmente dura tanto desde la Fiscalía como en sus intervenciones inquisitivas en las audiencias del Senado. «Romper barreras implica romper cosas. Y cuando rompes cosas, es posible que te cortes. Podrías sangrar. Puede que sea doloroso. Y valdrá la pena, todas y cada una de las veces», dijo Harris en una entrevista en octubre.
Para muchos seguirá sin duda con la mirada puesta en las elecciones presidenciales de 2024 y la esperanza de romper entonces el último techo de cristal. «Mi madre me decía a menudo: Kamala, podrías ser la primera en lograr muchas cosas. Asegúrate de no ser la última», le gustaba repetir a Harris durante su desafortunada campaña para las primarias demócratas, a la que puso fin en diciembre.
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Desde el comienzo de su carrera, ha sido pionera. Después de dos períodos como fiscal en San Francisco (2004-2011), fue elegida dos veces fiscal de California (2011-2017), convirtiéndose en la primera mujer, pero también en la primera persona negra, en dirigir los servicios judiciales del estado más poblado del país. En enero de 2017, se juramentó en el Senado en Washington, convirtiéndose en la primera mujer con raíces en el sur de Asia en llegar a la Cámara Alta, y en la segunda senadora negra en la historia de Estados Unidos.
Harris creció en Oakland, en la California progresista de los años 1960, orgullosa de la lucha por los derechos civiles de sus padres: un jamaiquino profesor de economía y una india tamil, actualmente fallecida, investigadora del cáncer de mama.
Estudió en la Universidad de Howard, fundada en Washington para acoger a estudiantes afroestadounidenses segregados, y recuerda regularmente su membresía en la asociación de estudiantes negros Alpha Kappa Alpha. Casada desde agosto de 2014 con Douglas Emhoff, abogado y padre de dos hijos, Kamala Harris pone a su familia primero: había elegido a su hermana Maya para liderar su fallida candidatura a las primarias.
Por lo general mordaz con sus oponentes, el presidente Donald Trump había dicho en julio que sería «una buena elección» para Biden. El magnate republicano «no tiene ni idea de cómo manejar o calificar a Kamala Harris», reaccionó su portavoz cuando ella era candidata, Ian Sams. «Está desconcertado con mujeres fuertes como ella».
En el Senado, Harris se hizo conocida por sus interrogatorios, a veces de tono escalofriante, durante audiencias de alta tensión. Como candidata a las primarias, también había prometido «liderar la acusación» contra Trump. Pero su pasado como fiscal también le pesa en contra.
Desde Carolina del Sur hasta Michigan, los votantes negros y progresistas lamentan su reputación de dureza. Cuestionan en particular sus iniciativas como fiscal para castigar fuertemente los delitos menores que, según sus críticos, afectaron más que nada a las minorías.
Al reunirse con los votantes, su imagen cálida también contrasta con cierta rigidez, mostrando en ocasiones una falta de autenticidad. «Algunos, especialmente entre los jóvenes negros, la ven como parte del problema, no como la solución», advirtió David Barker, profesor de ciencias políticas en la American University en Washington.
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