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Es tradición en la campaña electoral de Estados Unidos aprovechar el impulso de la convención del partido para trasladar ese entusiasmo a los Estados clave que se necesita ganar. Donald Trump lo hizo hace cinco semanas. A los dos días estaba en Míchigan, con su ... flamante vicepresidente J. D. Vance. Por contra, Kamala Harris salió el viernes por la tarde de Chicago directa a su casa de Washington. Los responsables de su campaña dijeron que descansaría el fin de semana y aún no tiene anunciados mítines para la próxima semana, aunque promete que los habrá. «Todavía no hemos ganado nada ¿verdad?», admitió su marido, Doug Emhoff, en una de las fiestas que recorrieron tras el histórico discurso con el que cerró la convención demócrata de Chicago.
Han sido cuatro semanas de locura. La vicepresidenta se enteró de que había heredado la nominación presidencial de su partido tres horas antes que el resto del mundo. Ese mismo domingo 21 de julio hizo más de cien llamadas para pedir el apoyo a los 'barones' del partido. Desde entonces no ha parado. Al día siguiente tomó posesión de la campaña de Biden en Delaware y al otro dio su primer mitin en Wisconsin. Unificó el partido a toda velocidad para ganar la nominación en votación virtual el 6 de agosto con objeto de no quedarse fuera de las papeletas de Ohio. Seleccionó a Tim Walz como compañero para este «viaje improbable» a la Casa Blanca en dos semanas y desde entonces recorre con él los siete Estados bisagra en los que se decidirán las elecciones presidenciales de noviembre, incluyendo una gira en autobús por Pensilvania. El martes, mientras el Partido Demócrata celebraba su nominación, estaban dando un mitin en Wisconsin.
Los primeros 33 días como nominada han sido «agotadores», reconoció el jueves a sus colaboradores tras el gran discurso de su vida, impecable en cuanto a guión y puesta en escena. Y los próximos 71 días serán «difíciles y duros», anticipó. Solo dispone de dos semanas para la gran prueba de fuego, el debate cara a cara con Donald Trump el 10 de septiembre en Filadelfia.
Irritado por haber sido blanco de todas las burlas en los cuatro días de la convención demócrata, Trump saldrá a matar. «Han sido muy groseros conmigo. Voy a tener que ponerme personal», advirtió al llamar a Newsmax.
Los asesores de Harris quieren que esté preparada y descansada para un duelo dialéctico que fue el que acabó definitivamente con Biden. «No escuché a mi personal», reconoció el presidente. «Decidí viajar alrededor del mundo un par de veces y cuando volví casi me quedé dormido en el escenario», dijo en referencia a sus desplazamientos a Francia para el 80 aniversario del 'Día D', y a Italia para cumbre del G7, de los que volvió enfermo. Y Trump no perdió la oportunidad de explotar sus balbuceos, desorientación y frases inconexas.
«Se le notaba la edad», lamentó Sherri Schmidt, una vecina de Chicago que esta semana ha seguido con atención la convención del Partido Demócrata. «Con Kamala ha vuelto el entusiasmo. Tener a una mujer afroamericana y de origen asiático como presidenta ha despertado a la generación más joven, que no se sentía representada por un hombre blanco de 81 años que lleva toda la vida en política», añade su hija Lauren.
Los ejecutivos de empresas demoscópicas advierten que la ventaja de Harris en las encuestas es mínima y apenas sale del margen de error. La percepción de que va ganando refleja más el entusiasmo que genera esta segunda oportunidad entre las bases que la incorporación de nuevos votantes. Por eso su discurso de aceptación estuvo orientado a los republicanos moderados e independientes a los que chirrían los malos modales de Trump. Aquellos que buscan un cambio político, pero que en el fondo son conscientes del peligro que supone volver a poner a Trump en la Casa Blanca. «Mis genios, que cobran una fortuna, dicen que no debo ponerme personal, sino centrarme en las políticas», contó el candidato republicano. «¡Me están poniendo a caldo y no puedo lanzar ataques personales!».
Republicanos de pro, como el congresista Adam Kinzinger, precedieron a Harris en el escenario para decir a sus correligionarios que el Partido Republicano en el que creían ya no es conservador, sino que ha sido devorado por el movimiento MAGA (Make America Great Again) de Trump, «un hombre pequeño que pretende ser grande». En su acercamiento a la oposición ha descubierto que «los demócratas son tan patriotas como nosotros».
La estratega republicana Ana Navarro le apoyó en esa línea al recordar que Trump y sus acólitos se refieren a Harris como «una comunista marxista radical», de la izquierda más extrema. «Seamos serios. Yo sé lo que es el comunismo», dijo la nicaragüense al recordar a Castro, Maduro y Ortega. El mensaje es poner a la patria por encima del partido y votar por el candidato que se alinee con los valores morales que Harris describió guiada por la biografía de su madre: «Una mujer morena de metro y medio, con acento» de la India, que la educó como madre soltera.
Tras encarnar la figura del sueño americano y reclamar el mensaje de libertad y patriotismo con el 'Freedom' de Beyoncé como banda sonora, ahora se trata de llevarlo hasta el último rincón de los Estados bisagra, mantener el entusiasmo y, sobre todo, no meter la pata. Por eso la candidata no ha dado una sola conferencia de prensa o entrevista, abraza a los 'influencers' de las redes sociales y no se ha reunido con los delegados sin comprometer, que piden un embargo de armas a Israel. Solo faltan diez semanas. «¡Dormiremos cuando estemos muertos!», arenga su candidato a la vicepresidencia Tim Walz.
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