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A Donald Trump le importan los números. Los suyos siempre tienen que ser los más grandes en todo aquello de lo que se pueda presumir: ratings de audiencias, público recaudaciones, encuestas… Últimamente anda de mal humor: los números no le favorecen.
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En la última encuesta de 'The New York Times', Kamala Harris le supera cuatro puntos en tres Estados clave donde hace apenas dos semanas llevaba ventaja sobre Joe Biden. Se trata de Michigan, Pensilvania y Wisconsin, particularmente dolorosos. En el último celebró la convención de su partido, lo que debía haberle dado un buen impulso. En el penúltimo, intentaron matarle, convirtiéndole en un superhéroe. Y en Michigan, donde se estrenó con su vicepresidente, la guerra de Gaza le hace daño a los demócratas entre la importante población de origen árabe y la industria automovilística busca un salvador. Con todo, el sondeo que el diario neoyorquino encargó a Siena College solo le da el beneficio del margen de error: 46%-50%, a favor de Harris.
Luego está también el clamor de las multitudes, de las que presume desde su primera campaña presidencial en 2016. El jueves se indignó con los medios de comunicación por no hacer bien «su trabajo», informando de que allí donde él decía tener 25.000 personas, Harris tenía 1.500. Se refería a los mismos Estados en liza, Michigan y Pensilvania. Los medios de comunicación que habían estado presentes no coincidían en absoluto con su estimación, pero haciendo gala de su responsabilidad, mostraron diligentemente fotos panorámicas que ratificaban sus conclusiones.
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El domingo el magnate aseguró en su plataforma de Truth Social que se trataba de fotos alteradas mediante inteligencia artificial. «Es una TRAMPOSA», la acusó en mayúscula. «No había nadie esperándola». Como prueba, argumenta tener el testimonio de un trabajador de mantenimiento del aeropuerto que se habría percatado de la foto alterada. Los expertos consultados por varios medios -que no necesitaban cotejarlo porque tenían allí a sus propios periodistas-, dicen no encontrar indicio técnico de manipulación alguna, concluyó en una publicación de Linkedin Hany Farid, profesor de la Universidad de California en Berkeley especializado en detección de alteraciones profundas.
La campaña de Harris disfruta de sus pataleos y se mofa de él donde más le duele, en las redes sociales. «En caso de que se te haya olvidado @real Donald Trump, este es el aspecto que tiene un mitin en un Estado bisagra», publicó en X con una foto del público recibiéndola en el Air Force Two de un hangar de Detroit, como le gustaba hacer a Trump cuando viajaba en el avión presidencial. El mandatario ha enviado a su segundo a marcarla con mítines paralelos. J.D. Vance llevó el marcaje hasta la pista del aeropuerto de Wisconsin para fotografiarse frente al aparato oficial de la vicepresidenta que, dijo, será suyo en enero. «Solo quería ver mi futuro avión», fardó.
Hay otros números todavía más importantes para quien ha exprimido al máximo la cantera de pequeñas donaciones. El entusiasmo por el relanzamiento de la campaña demócrata, con la que podría ser la primera mujer presidenta de EEUU, se traduce tanto en audiencia como en dólares. En las primeras 24 horas transcurridas desde que Harris anunciase el nombre de Tim Walz como su vicepresidente recaudó 36 millones de dólares. Trump presume de haber captado el pasado fin de semana 28 en dos actos celebrados en Montana. Harris alega doce, el viernes, en San Francisco.
La única encuesta que vale es la que se celebrará en las urnas el 5 de noviembre, pero sus asesores advierten a Trump de que la papeleta demócrata recibirá un impulso al término de la convención del partido, que se celebrará la semana próxima en Chicago. Urge descalificarla a ojos de los votantes, antes de que ella afiance su imagen con esa superproducción. De ahí que el viernes la campaña de Trump invirtiese 37 millones en nuevos anuncios, de los que dos terceras partes irán a Georgia, el Estado bisagra donde cree tener mejores posibilidades. La carrera a la Casa Blanca es este año más corta y más trepidante que nunca.
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