El oficial de la Marina Walt Nauta se ha convertido en el asistente personal de Trump. Jonathan Ernst/Reuters

El juez prohíbe a Trump discutir el caso con su mayordomo

El magnate paga su sueldo y su plataforma de acción política planea cubrir sus costes legales para evitar que testifique contra él

Mercedes Gallego

Enviada especial. Miami

Miércoles, 14 de junio 2023, 19:01

Todos los presidentes tienen un teléfono rojo, pero Donald Trump tenía también un botón rojo en su escritorio del Despacho Oval. Cuando lo pulsaba aparecía por la puerta un mayordomo con una Coca Cola light. Ése era Walt Nauta, el oficial de la Marina ascendido ... a especialista culinario que acabaría convirtiéndose en su mayordomo y ayudante personal.

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Nauta también es, según la Fiscalía, su cómplice en el caso de obstrucción a la Justicia para retener documentos clasificados sobre seguridad nacional que podría costarle al expresidente una condena de 400 años y 90 a su ayudante. Como Nauta es también uno de los principales testigos del caso, el juez Johnathan Goodman le ordenó el lunes que no hablaran.

Sus abogados protestaron vehementemente. Todos los testigos son empleados del mandatario, ¿cómo no va a hablar con ellos? Después de un tira y afloja, el juez aceptó que sigan comunicándose mientras no hablen del caso, para lo cual deberán hacerlo exclusivamente a través de sus abogados.

Hay un problema adicional: Nauta no tiene abogados locales en Miami. Con esa excusa obtuvo una prórroga de dos semanas para procesarle, lo que parece extraído del manual trumpiano, conocido por enredar en los tribunales para posponer hasta el infinito las demandas que recibe periódicamente. Cuesta creer que Nauta no esté siguiendo sus consejos.

El silencioso hombre de 40 años nacido en una humilde aldea de la isla de Guam es una de las dos personas que siguieron al presidente cuando dejó la Casa Blanca para ayudarle en su transición. Al término de unos meses volvió a Washington, dejando un vacío que los colaboradores de Trump no supieron llenar.

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No encontraron a nadie tan obediente, humilde y poco ambicioso que se sintiera satisfecho con vestirle, llevarle el maletín y atender sus más nimios deseos hasta el resto de sus días sin querer escalar más puestos.

Con la complicidad de su esposa Melania, los asesores del expresidente convencieron al oficial de la Marina para que dejase en septiembre de 2021 su cargo en las Fuerzas Armadas, tras 20 años de servicio, y pasará a convertirse en el asistente personal del magnate, pagado inicialmente a razón de 10.000 dólares al mes por la plataforma de acción política que recauda fondos para su campaña, además de 769 dólares que recibe del Gobierno federal por trabajar para un expresidente y bonos que en diciembre pasado aumentaron su sueldo base a 14.500 dólares, más el complemente del gobierno.

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Fue él quien en al menos media docena de ocasiones trasladó las cajas con documentos clasificados que el Departamento de Justicia perseguía para entregarlas a los Archivos Nacionales y otros órganos de gobierno. Sin embargo, cuando el FBI le entrevistó aseguró no haber visto nunca esas cajas. «Honestamente, me gustaría poder ayudarles», respondió en su primera entrevista.

Distintas fuentes del entorno de Trump aseguran a los medios estadounidenses que Nauta no tiene segundas intenciones. Simplemente es un siervo leal. Pese a haber mantenido siempre una distancia respetuosa con su jefe, el lunes por la noche cenó a solas con él en el campo de golf de El Doral donde el magnate pernoctó antes de entregarse en los tribunales de Miami.

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Nauta llegó con él a los juzgados en su vehículo negro de cristales ahumados y se sentaron juntos en el banquillo. También estaba después en el Café Versailles, ayudando con los selfies de los cubanoamericanos que Trump cortejó en una triunfante parada electoral, camino del aeropuerto, y le acompañó en el avión de vuelta a Bedminster (New Jersey), junto a sus abogados.

Difícil pensar que no hablaron de la histórica jornada que por primera vez había puesto a un expresidente de Estados Unidos bajo custodia federal, pero allí, en el aire, no habría más testigos que un puñado de leales y abogados sujetos a la confidencialidad del oficio.

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«Es un buen hombre, le quieren arruinar la vida», le ha defendido Trump en las redes sociales, dispuesto a cortejarle con todos sus encantos. El humilde mayordomo tiene en sus manos la suerte de su jefe y Trump lo sabe, porque de colaborar con la justicia podría ser el testigo clave que convenza al jurado de su culpabilidad y meta por primera vez a un expresidente en la cárcel.

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