¿Estados Unidos contra Israel?
Juanjo Sánchez Arreseigor
Historiador
Miércoles, 23 de octubre 2024, 17:20
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Juanjo Sánchez Arreseigor
Historiador
Miércoles, 23 de octubre 2024, 17:20
El que paga, manda, excepto en la relación bilateral Estados Unidos-Israel. Durante décadas, y gracias a un potente 'lobby' de influencias, los políticos hebreos se han malacostumbrado a que el que paga, (EE UU) sea el que obedezca sin condiciones, mientras que quien recibe ... los pagos (Israel) sea el que dé las ordenes. Esta tendencia alcanzó su paroxismo bajo Donald Trump, quien a menudo parecía más sionista que el propio Benjamín Netanyahu.
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Ahora la Administración Biden intenta recordar al primer ministro hebreo quién es el que controla los cordones de la bolsa, ordenando lisa y llanamente a Israel que se someta a diversas exigencias, bajo pena de no recibir más armas. Pero Netanyahu desea con vehemencia precisamente todo lo que ahora se le prohíbe: bloquear la ayuda de alimentos a los gazatíes y despoblar por completo el norte de la Franja. Durante los últimos sesenta años, muchos presidentes estadounidenses han intentado forzar al Gobierno israelí a hacer cosas contrarias a su voluntad, y de manera sistemática, los norteamericanos acaban siempre perdiendo el pulso. ¿Va a ser diferente esta vez? Y si así fuese, ¿por qué ahora?
Tras el idilio de amor que fue la presidencia de Trump, las relaciones de Israel con Biden nunca fueron buenas. Los hebreos, encantados de lo servicial, o incluso lo servil que había sido el republicano, hubieran querido que fuese reelegido, y siempre han apostado a que recuperase a toda costa la presidencia en 2024. Los demócratas se han dado cuenta de que toda la poderosísima máquina de influencia que poseen los israelíes en EE UU está volcada al 200% a favor del magnate.
El paradójico resultado es que los demócratas no tienen ya motivo alguno para apoyar a un Israel totalmente escorado hacia el partido rival. Por otra parte, por mucho que los medios de comunicación norteamericanos defiendan la política hebrea, la marea de la opinión pública norteamericana está virando poco a poco contra la brutalidad militar de Israel, sobre todo entre los votantes demócratas.
El problema de fondo es que la ¿alianza? con Israel ha sido siempre algo artificioso, porque lo único que de verdad le importa a Washington es el acceso al petróleo, pero la política hebrea contra los palestinos y las ambiciones expansionistas de la extrema derecha suponen un factor permanente de desestabilización y de rencor contra EE UU.
Israel esta luchando en la guerra más larga y más intensa de su historia, y está luchando en dos frentes a la vez. Si EE UU no les vende armas, los europeos ya han dejado claro que no piensan tomar el relevo. Los rusos no podrían aunque quisieran, y los chinos no están interesados. Si Tel Aviv no dispone de una amplísima potencia de fuego para aplastar rápidamente a Hezbolá, y se ve atrapado en una interminable guerra de desgaste fronteriza, Israel acabaría perdiendo, pese a su aplastante superioridad cualitativa.
Durante décadas, Washington se ha resistido a reconocer que están regalando a Tel Aviv miles de millones anuales, y que lo único que reciben en pago a su inversión son desplantes, disgustos y enemistades sin cuento. Netanyahu lo ha apostado todo a la victoria de Trump, pero si dentro de tres semanas pierde, la relación bilateral bajo Kamala Harris podría quedar hecha añicos. Y aunque ganase, ¿qué pasaría en 2028?
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