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Antes del segundo mandato de Donald Trump la política de su país ya atravesaba una crisis, que impedía llegar a los consensos necesarios a largo ... plazo con los que mantener su estatus internacional. Con el regreso del magnate neoyorkino a la Casa Blanca, la debilidad de la superpotencia ha aumentado. Ha roto los puentes con sus aliados, ha infligido un daño innecesario en su economía y ha pulverizado su poder blando (la admiración por los valores, las políticas y la cultura), sin el cual la hegemonía global resulta imposible. El problema para los europeos es que la dependencia en seguridad, tecnología y energía de Estados Unidos es enorme y no pueden desacoplarse rápidamente. Las disfuncionalidades en aumento del gobierno de Washington afectan seriamente al viejo continente. Rusia alberga esperanzas de ganar en Ucrania y ninguna empresa europea encabeza la revolución tecnológica en marcha.
Las dos alternativas que se discuten en Bruselas y en las capitales nacionales no son realistas. Por un lado, la adquisición de capacidades de defensa propias y el fortalecimiento de la economía europea, algo muy necesario pero que tardará mucho en dar sus frutos. Por otro, el acercamiento a China, la otra superpotencia, un movimiento plagado de riesgos y contraindicaciones.
El líder chino, Xi Xinping, piensa que el modelo occidental de democracia liberal y economía abierta es menos eficaz que su combinación de leninismo férreo y capitalismo salvaje. Obsesionado con la seguridad interior, ha aumentado los controles sobre las empresas y los ciudadanos, la eliminación de rivales, la censura y la represión de las minorías. Ha practicado un intervencionismo en la economía con malos resultados para el crecimiento y la legitimidad de su régimen comunista. Su apuesta por ganar la carrera de la inteligencia artificial se orienta a conseguir medios para lograr una dictadura más perfecta.
En el plano exterior, nunca ha llegado a respetar del todo las normas internacionales de comercio. Defiende las tesis imperialistas rusas en Ucrania, tras firmar antes de la invasión una «alianza sin límites». Proyecta el enorme poder militar chino sobre la isla de Taiwan y se expande territorialmente en el Mar del Sur de China, en claro desafío al Derecho Internacional. Xi Xinping ofrece al resto del mundo un modelo de autocracia en el que no hay valores universales, derechos humanos o imperio de la ley. El individuo siempre está subordinado a la colectividad y los demás países son tributarios de China, el imperio del centro. Los europeos deben seguir buscando acomodos y negociando, a pesar de todo, con Washington. La pesadilla trumpista puede terminar mucho antes que la distopía china.
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