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La guerra abierta del secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, con la plana mayor ejecutiva del Pentágono, alcanza esta semana un nuevo nivel de agitación ... mientras los rumores sobre su cese se intensifican por recurrir al servicio de mensajería Signal para compartir información sensible, como los ataques a Yemen del pasado marzo. Una situación descrita como un «semillero de desconfianza y disfunción», filtraciones, errores, paranoia, acusaciones sin pruebas y despidos, que enfrenta al excomentarista político de Fox News con su propio personal ejecutivo en un escándalo que se ha saldado ya con cuatro despidos entre sus asesores de confianza.
A la crisis que amenaza con costarle el puesto a Hegseth se ha sumado este jueves una nueva polémica al salir a la luz que descargó la aplicación de Signal en su ordenador del Pentágono para burlar así la falta de servicio de telefonía en gran parte del hermético edificio y conseguir así una comunicación fluida con su entorno. Así lo han desvelado personas familiarizadas con el asunto al diario 'The Washington Post'.
Las tensiones y la rivalidad convulsionan al mayor departamento de Defensa del mundo en un momento en que el Pentágono gestiona simultáneamente dos conflictos armados, en Ucrania y Gaza, así como intensos bombardeos en Yemen, y una posible intervención militar en Irán en medio de un clima de gran volatilidad en la región, sin olvidar la demostración de fuerza militar con China.
Mientras Hegseth, acusado de incompetencia e inexperiencia, trata de sobrevivir a la fuerte controversia generada también desde el pasado domingo al revelar 'The New York Times' la existencia de un segundo chat en Signal, en los corredores de Washington crece la preocupación de que su comportamiento debilite la credibilidad del Pentágono, tanto entre adversarios como aliados en el mundo.
El secretario de Defensa sigue negando, a pesar de la evidencia, haber compartido información clasificada sobre los detalles operativos de los ataques militares inminentes contra los hutíes en Yemen. Pero la información divulgada en Signal, un sistema no autorizado fuera de los canales de seguridad del Estado, incluía la hora de despegue de los aviones de combate, del inicio de los bombardeos y del lanzamientos de misiles.
Los detalles operativos provinieron del informe del jefe del Comando Central a cargo de la operación, el general Michael Kurilla, enviado a Hegseth, quien en menos de diez minutos los divulgó a través de la aplicación de Signal en su móvil a pesar de haber sido advertido varios días antes de no utilizar sistemas de comunicaciones no autorizados.
El primer chat de Hegseth en Signal en marzo incluyó a un grupo de cargos del Gobierno de Trump, y «accidentalmente» al jefe ejecutivo de la revista 'The Atlantic', Jeffrey Goldberg, un incondicional de Israel pero sin estómago para Trump, que aun con todo, tardó una semana en explotar el escándalo en sucesivos artículos de prensa.
Hegseth volvió a reincidir en negligencia en un segundo chat, en el que volvió a divulgar información clasificada previa al ataque con un grupo de 13 personas, algunos sin autorización para recibir información secreta, como su esposa, su hermano y su abogado personal, estos dos últimos miembros de la plantilla del jefe del Pentágono. El comportamiento no solo viola las regulaciones de seguridad del Estado, sino que convierte a Hegseth y a su equipo en objetivos vulnerables al espionaje. Además, sitúa en alto riesgo las operaciones militares, así como al personal que las lleva a cabo.
La controversia ha desatado una investigación interna sobre las filtraciones a la prensa que, antes incluso de concluir, ha conducido al cese fulminante de tres altos cargos ejecutivos, Dan Caldwell, Colin Carroll y Darin Selnick, (los dos últimos hombres de máxima confianza de Hegseth), expulsados de mala manera de las oficinas del departamento. En una declaración conjunta en X el pasado fin de semana, los tres exfuncionarios señalaron estar «increíblemente decepcionados» por la forma en que se les destituyó sin pruebas. Y denunciaron a funcionarios del Pentágono no identificados que «nos han calumniado con ataques sin fundamento nada más salir por la puerta».
Por si fuera poco, John Ullyot, el antigup portavoz del Pentágono, cesado sin aviso la semana pasada, aunque insiste en que no fue despedido, sino que fue él quien renunció al cargo, acusó a Hegseth en un explosivo artículo de opinión para Politico el domingo, de llevar un mandato «caótico» y de causar «el derrumbe del departamento». Ullyot, un trumpista leal que ha ocupado cargos en el equipo de comunicación en las dos administraciones Trump, expuso los vergonzosos errores de Hegseth, e incluso puso en duda que dure en el cargo mucho más tiempo, algo que su «propio círculo interno» «aplaudiría tranquilamente». Con tono amenazador, Ullyot advirtió que habría más filtraciones de «historias bomba» sobre Hegseth en cuestión de días.
Sin admitir sus propios actos de filtración, Hegseth trata de varear la tormenta, acusando a los presuntos filtradores despedidos de airear mentiras en la prensa 'fake' con el fin de «sabotear» la agenda de Trump. En una desafiante entrevista en Fox News el martes, el jefe del Pentágono amenazó con procesar y «encerrar» a los responsables de las filtraciones.
Mientras funcionarios de la Administración se afanan en negar los rumores que circulan sobre un posible reemplazo de Hegseth, la Casa Blanca y el presidente Trump han redoblado el apoyo al secretario al asegurar que lleva a cabo un «gran trabajo» y un «cambio monumental» en el Pentágono. Ignorando el hecho de que muchas de las críticas al jefe de Defensa provienen de los conservadores del MAGA, se insiste en que las filtraciones están motivadas políticamente para desacreditarle.
«Hay gente en el departamento de Defensa, civiles y militares, que quiere que Hegseth se vaya», señala el veterano del Pentágono, coronel retirado Larry Wilkerson en una entrevista por email para este diario. «Puedo asegurar que habrá más «historias» de este tipo. Hasta ahora, Trump aparentemente le apoya», dice.
Las razones, señala Wilkerson, son variadas. La oposición a Hegseth incluye «a generales y almirantes que quieren los enormes salarios de jubilación» que provienen de los contratistas tradicionales como «Lockheedmartin, Northrup Gruman y Boeing», dice el veterano. «Hegseth está moviendo mucho dinero» que solía ir a esos contratistas «para dárselo a Palantir, Anduril, y otros».
El intento del secretario de Defensa de desplazar a los contratistas tradicionales del complejo militar industrial, un negocio de cientos de miles de millones anuales que incluye significativas comisiones, alimenta el movimiento de resistencia en su contra dentro y fuera del Pentágono.
La personalidad de Hegseth, un cristiano ultranacionalista ex presentador de noticias con tendencia a exhibir sus prejuicios, es otro de los puntos de choque en la cultura del Gobierno donde la corrección política es dogma. «Hegseth está despidiendo a muchos y amenazando a otros», explica Wilkerson; «tiene ideas completamente extrañas sobre las mujeres en el ejército; se le ve como un zoquete total, sin ninguna cualificación para el desarrollo de estrategia ni capacidad de gestión», agrega. «Las amenazas de despidos masivos y de reducción de plantillas del DOGE de Musk, inquietan», dice.
La exorbitante agitación que Hegseth ha concitado en torno a su gestión en apenas tres meses en el cargo solo augura más intensidad en la campaña para desacreditarle. La cuestión es, no cuánto durará Hegseth, sino si Trump está preparado para encontrar un sustituto capaz de llevar a cabo su agresiva agenda en el departamento.
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