Kamala Harris, este jueves en el cierre de la convención demócrata en Chicago.

Harris promete ser una presidenta que escucha para frenar a un Trump «al que se le ha ido la cabeza»

Se corona candidata demócrata advirtiendo de lo que sería un segundo mandato del magnate, «ahora que el Supremo acaba de dictaminar que sería inmune» a casos criminales

Mercedes Gallego

Enviada especial. Chicago

Viernes, 23 de agosto 2024, 06:45

Una lluvia de globos y confetis cerró en la noche del jueves la intervención con la que Kamala Harris, sobria, vestida de negro y sin escote, aceptó oficialmente la candidatura del Partido Demócrata para las elecciones del 5 de noviembre, en las que se enfrentará ... al expresidente Donald Trump.

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'Freedom', la canción que Beyoncé le ha cedido para su campaña, ponía la banda sonora y el tema al partido de Clinton y Obama, en unos comicios trascendentales que plantean dos visiones radicalmente distintas para el futuro de EE UU: El 'America First' con que el magnate de 78 años quiere volver a un pasado glorioso, previo a la globalización, o la consagración de la diversidad y la apertura al mundo que representaría la primera mujer presidenta, de 59 años, hija de dos emigrantes de India y Jamaica, que se conocieron durante la lucha por los derechos civiles.

«Con esta elección, nuestra nación tiene una oportunidad preciosa y efímera para superar la amargura, el cinismo y las batallas divisivas del pasado», anunció Harris en el discurso más importante de su vida. «¡U-S-A!», coreaba el público del United Center. Influenciada por el «viaje improbable» de Barack Obama, «que le abrió la puerta», recordó emocionada entre el público Una Clark, que a sus 90 años nunca pensó que llegaría a ver a una mujer negra en ese escenario, Harris recurrió a su biografía para trazar «el nuevo camino» que propone al electorado. «No como miembros de ningún partido o facción, sino como estadounidenses», matizó. Frente al odio y la división, la esperanza, antídoto del miedo.

En recuerdo a su madre

Lo que los estadounidenses encontrarán en las papeletas son, también, dos personalidades radicalmente distintas. El expresidente quiere consolidar el poder en su figura, como hombre fuerte rodeado de un equipo de leales. Quiere sacudir el estatus quo con medidas drásticas que van desde suprimir el Ministerio de Educación hasta presidir la Reserva Federal. Harris, por su parte, prometió en la noche del jueves ser una presidenta «realista» y «práctica», con «sentido común», «que escucha y lidera». Sus primeras palabras ante un pabellón volcado fueron para su madre, la mujer «con acento» que la crió, tras divorciarse, y cuyas enseñanzas la guiaron en este crítico discurso sobre cómo planea gobernar, con la máxima que le enseñó: «Tratar a otros como quieres que te traten a ti: con amabilidad, respeto y compasión».

«Nuestra nación tiene una oportunidad preciosa y efímera para superar la amargura, el cinismo y las batallas divisivas del pasado»

Kamala Harris

Candidata demócrata a la Casa Blanca

Frente a las cribas de lealtad que Trump puso de manifiesto hace cinco semanas en la convención del Partido Republicano en Milwaukee (Wisconsin), donde no se invitó al único expresidente vivo del partido -George W. Bush-, ni a ninguno de los pesos pesados de la formación de Reagan, en la convención del Partido Demócrata se ha dado espacio a la oposición de republicanos anti Trump y se ha honrado a figuras como el difunto senador John McCain, rival de Obama en 2008. Se trata de abrir el abanico de votantes para sumar votos y unirse en torno a «las más altas» aspiraciones comunes.

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«Sé que hay personas de diversas opiniones políticas mirando esta noche», entonó Harris. «Y quiero que sepan: prometo ser una presidenta para todos los estadounidenses». Le había precedido en el escenario, durante la franja de honor en la que habló su propia familia, el congresista republicano de Illinois Adam Kinzinger, que pidió a sus correligionarios que pongan «al país por delante del partido» y voten por sus valores, no por el candidato.

La inmunidad de Trump

La vicepresidenta propone una visión optimista, pero no dejó de recordar la resistencia de Trump a transferir el poder y el asalto al Capitolio con el que quiso impedir la certificación de los resultados electorales. «Considerad cómo sería un segundo mandato de Trump», pidió, «especialmente ahora que el Tribunal Supremo le ha dado inmunidad para casos penales» que se deriven de su tiempo en el gobierno. Un Donald Trump «sin contención» de ningún tipo, que «usaría el inmenso poder de la presidencia de EE UU, no para mejorar vuestras vidas sino para servirse a sí mismo». En ese escenario distópico, Trump ya ha dado señales de que liberaría a los extremistas que asaltaron el Capitolio, pero Harris también augura que encarcelará a periodistas y oponentes políticos, además de desplegar al Ejército en la frontera «para atacar a sus propios ciudadanos». Entre las draconianas medidas desgranadas en el Proyecto 2025 que anticipa el gobierno de Trump, destacó la creación de un comité para reportar a las mujeres que aborten. «Se les ha ido la cabeza», concluyó.

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En política exterior, prometió defender los mismos valores, con una defensa inquebrantable de Ucrania e Israel, pero a la vez con el compromiso de trabajar por un estado palestino, que dé forma a las aspiraciones de un pueblo cuyo sufrimiento en los últimos diez meses «ha sido devastador», reconoció. La mitad del pabellón celebró con una estruendosa ovación su promesa de proporcionar a Israel lo que necesite para defenderse y evitar otro 7 de octubre. La otra mitad hizo lo propio con su compromiso propalestino, solo que esta última mitad no ha logrado tener voz en esta convención. Los 30 delegados sin comprometer, que han recibido más de 700.000 votos de protesta durante las primarias, han intentado sin éxito negociar un espacio en el escenario. James Zogby, fundador de la empresa de sondeos de ese mismo nombre, lo calificó este jueves de un «error garrafal», porque las encuestas demuestran que la mayoría de los estadounidenses desea el alto al fuego.

Su promesa de «escuchar» como presidenta queda así en el aire para quienes buscan convencerla de congelar la transferencia de armas a Israel, el único tema que ha agrietado la unidad de los demócratas en esta convención.

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