El hallazgo de documentos secretos en un despacho privado de Biden alivia la presión sobre Trump

Para el partido de Trump, sí. Esto le proporciona munición y además le permite hablar de hipocresía, porque Biden acusó a su predecesor de ser «totalmente irresponsable» por haberse llevado más de 13.000 documentos que pertenecían a los Archivos Nacionales, entre ellos 325 clasificados como sensibles. A Biden se le han encontrado «menos de una docena», diez, según algunas fuentes, principalmente memorandos de inteligencia y seguridad nacional relacionados con Irán, Ucrania y Reino Unido.

Más allá de la cantidad, lo que cambia en ambos casos es la reacción. Fue el abogado del presidente quien descubrió la carpeta en una caja con otros documentos y quien dio instrucciones para que se entregasen inmediatamente a los archivos nacionales, que a su vez se lo comunicaron al Departamento de Justicia para que encargase la investigación oportuna. Tanto éste como la Casa Blanca aseguran que el presidente está cooperando plenamente con la investigación que lleva a cabo un fiscal nombrado por Trump y que, presumiblemente, no presentará cargos. Ha sido el fiscal general Merrick Garland, preocupado por mantener una imagen de independencia, quien le ha asignado la investigación a uno de los dos fiscales federales nombrados por Trump que quedan en activo.

Por contra, en el caso de Trump fueron los Archivos Nacionales los que detectaron en mayo de 2021 la falta de objetos y documentos que reclamaron en numerosas ocasiones a la oficina del expresidente. Lo primero que echaron de menos fueron las cartas que el dictador norcoreano Kim Jong-un envió a Trump, pero junto a ellas pidieron la devolución de dos docenas de cajas que alguien recordaba haber embalado en la Casa Blanca. Trump tardó seis meses en devolverlas y en ellas se encontraron documentos de la CIA, el FBI, y la Agencia de Seguridad Nacional clasificados como 'top secret', 'secret' y 'confidenciales'.

Eso obligó a los archivos nacionales a contactar al Departamento de Justicia, que abrió una investigación y forzó la intervención del FBI para realizar múltiples entrevistas a miembros de su Gobierno. Hubo también numerosas comunicaciones con los abogados de Trump para solicitar la devolución de todo el material faltante, a lo que Trump se resistió. Bajo juramento, llegaron a asegurar que no quedaba nada en Mar-a-Lago que perteneciese al Gobierno, pero un confidente indicó lo contrario. Casi año y medio después de que se echasen en falta, y ante la obstinación de Trump, el FBI realizó una redada en la residencia del expresidente con una orden judicial de registro.

La diferencia es clara: no es lo mismo atropellar a alguien y asistirlo que darse a la fuga y engañar a las autoridades. Con todo, si bien no es probable que el caso tenga consecuencias judiciales para el presidente, sí las tendrá políticas. De cara a la opinión pública Biden tendrá que explicar por qué sacó de la Casa Blanca documentos sensibles. Ahí probablemente acabará la luna de miel que disfruta desde que su partido saliera mejor parado de lo que se esperaba en las elecciones de medio mandato. Desde que logró retener el control del Senado y perder la Cámara Baja por la mínima ha gozado de mejores índices de aprobación. Ahora que la oposición planea humillarle con investigaciones a su familia relacionadas con corrupción, este hallazgo desdibuja la línea que le separa de Trump y permite a los desencantados decir que todos son iguales.