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mercedes gallego
Viernes, 2 de julio 2021, 22:11
No pasará a la historia como la caída de Saigón, pero tan pronto como los soldados estadounidenses abandonaron la emblemática base de Bagram, los saqueadores tomaron posesión y se llevaron cuanto encontraron, desde ordenadores portátiles a gases lacrimógenos, según The New York Times.
La salida ... de las tropas estadounidenses ocurrió ayer sin previo aviso, por eso no hay imágenes para documentarlo. «Desafortunadamente los americanos se fueron sin coordinar con las autoridades del distrito o la oficina del Gobernador», dijo a Associated Press Darwaish Raufi, director administrativo de Bagram. Según su versión, las fuerzas de seguridad afganas llegaron a tiempo para detener a algunos de los saqueadores. Ahora son ellos los que controlan el interior y exterior de la base más importante que haya tenido EEUU durant∫e los 20 años que ha durado la guerra de Afganistán, pero los talibanes se encuentran a las puertas de Kabul. Según el general Austin Miller, máxima autoridad militar estadounidense que queda en el país, «eso es algo que debería preocupar al mundo», porque Afganistán está «en camino de una nueva guerra civil», dijo a principios de semana. El presidente Joe Biden ha decidido, sin embargo, que son los afganos los que tienen que decidir su suerte.
Tras los primeros meses de la invasión en 2001, cuando los talibanes ofrecieron negociar la rendición, el entonces jefe del pentágono Donald Rumsfeld, fallecido esta misma semana, despreció la oferta. «No creo que esta sea una guerra que vaya acabar de forma negociada», atajó. Tenía razón. La guerra que inició en coordinación con la OTAN tras los brutales ataques terroristas del 11-S acabó por conocerse como la guerra interminable, «Forever War», y ha costado más de dos billones de dólares.
La estampida final de los estadounidenses llega cargada de simbolismo. La base de Bagram se construyó sobre una pista de despegue que hicieron los soviéticos en los años 50 y se convirtió es su principal base en 1970, cuando invadieron el país para respaldar un gobierno comunista. Los soviéticos lucharon durante diez años contra los «mujahideen», que el presidente Ronald Reagan respaldaba y llamaba «libertadores» (freedom fighters). Sin saberlo plantaba la semilla para los grupos terroristas que acabarían matando a estadounidenses.
La base a una hora de Kabul que heredaron EEUU y la OTAN en 2001 estaba en ruinas, destrozada por las batallas entre los talibanes y los señores de la guerra locales. Las tropas aliadas reconstruyeron los edificios y las dos pistas que hasta el jueves estaban en pleno funcionamiento. Fueron cien millones de dólares, según el think tank Global Security, para que aterrizarán los cazas y aparcarán en sus tres hangares, donde también se consumaron torturas a lo Abu Grahib. En su momento álgido llegó a albergar más de 100.000 soldados, aunque desde el repliegue de 2014 no quedaban más de 10.000 en todo el país.
Estados Unidos no retendrá la capacidad de proteger al gobierno afgano por aire. Solo quedarán unas 650 tropas para defender la embajada, aunque el gobierno americano se niega a dar detalles por cuestiones de seguridad. El aeropuerto internacional Hamid Karzai de Kabul está protegido por soldados turcos y estadounidenses hasta que se complete el Acuerdo de Resolución de la Misión con el gobierno afgano. Todo indica que el grueso de las entre 2500 y 3500 tropas que quedaban de Estados Unidos así como las 7.000 de otros países de la OTAN han abandonado ya el país, más de dos meses antes de la fecha prometida del 11 S, cuando se cumplirán dos décadas de los atentados.
La fecha tiene su particular simbolismo para EEUU que celebra este fin de semana su Día de la Independencia. También los talibanes lo celebraron ayer como «un paso positivo» y desearon que llegue pronto el día en el que no quede ni un militar extranjero en su país, dijo el portavoz Zabihullah Mujahid.
El General Miller, que hoy transferirá oficialmente el control de la base al gobierno afgano en extraña ceremonia, se marchará en los próximos días. Transferirá la autoridad para ordenar ataques aéreos contra objetivos de al-Qaeda o el estado islámico al general Kenneth F. McKenzie, jefe de la Comandancia Central, que la usará solo en »circunstancias muy limitadas». El almirante Peter Vaseley, antiguo miembro de los Navy SEAL que mataron a Osama Bin Laden en Pakistán, quedará a cargo de la seguridad de la embajada de EEUU en Kabul y se encargará de la transición que, según los estadounidenses, se está coordinando «estrechamente» con el gobierno afgano. El presidente Ashraf Ghani dijo el viernes en la Casa Blanca que su mayor preocupación ahora es manejar el vacío que dejan los estadounidenses.
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