M. Pérez
Domingo, 13 de agosto 2023, 22:42
Dolor. Desconcierto. Rabia. Furia. Los cuatro son sentimientos que afloran en las conversaciones de los supervivientes de Maui con los medios de comunicación. Casi una semana después de los incendios que han arrasado con la isla hawaiana, los vecinos comienzan a afrontar la envergadura real ... de la tragedia. Unos 2.200 edificios han quedado reducidos a cenizas. Quienes no se alojan en los centros de acogida pernoctan en coches, al lado de las ruinas de sus hogares, con las escasas pertenencias que han logrado reunir apiladas a un lado o en los maleteros. Los restaurantes, los bares típicamente turísticos, los templos de la cultura nativa, todo ello está destruido. Y los isleños aún se preguntan cómo es posible que Maui pasara del paraíso al infierno en cuestión de horas, sin que nadie les advirtiera del peligro.
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El desgarro, que parecía imposible de crecer, aumenta a medida que discurren las labores de rescate. La Policía ha hecho un llamamiento masivo a los sobrevivientes que han perdido un familiar para dejarse extraer muestras de ADN. Las dificultades para avanzar en el yermo carbonizado son enormes. Incluso el calor sigue latente bajo las cenizas.
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Solo se ha logrado revisar «una mínima parte» de la zona devastada y los rescatistas han encontrado 93 cadáveres. El sábado solo dos habían sido identificados. Hay restos humanos que se han desintegrado según los forenses trataban de recogerlos. Otros se confunden con la carbonilla. Y algunos expertos creen que habrá cuerpos que se volatilizaron debido a unas temperaturas tan elevadas que «fundieron el metal», dijo este domingo John Pelletier, jefe de la Policía de Maui. Aunque parezca increíble, sus patrullas instaron a marcharse a a grupos de turistas que pretendían hacerse selfies en medio de la destrucción. «Solo añaden dolor».
La incertidumbre empeora el estrés emocional de la población, que ha subido a las redes sociales fotografías o cualquier dato reciente de los allegados que no contestan al móvil ni han sido vistos desde el incendio. La lista asciende a unos 1.900 nombres. El gobernador de Hawái, Josh Green, es uno de los encargados de la complicada misión de informar sobre las víctimas. A la búsqueda en el municipio de Lahani, donde 2.200 edificios han sido arrasados, y sus alrededores se ha unido un operativo marítimo, ya que hay testigos que afirman haber visto cadáveres en el mar.
Green reconoció este domingo que los próximos días serán dramáticos, a medida que se concreta «cuántas personas hemos perdido. A corto plazo será desgarrador y, a largo, la gente necesitará servicios de atención de salud mental. A muy largo plazo, reconstruiremos juntos lo que ha sido destruido». El Gobierno de Hawái calcula que las pérdidas materiales rondan los 5.500 millones de euros.
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La legisladora demócrata de Hawái, Jill Tokuda, fue el primer cargo público en entonar un 'mea culpa' ante el hecho de que no se activaran las alarmas. «Subestimamos la letalidad y la velocidad del fuego», dijo en la CNN. El gobernador, por su parte, declaró que la situación se volvió especialmente enrevesada. «Hemos estado experimentando incendios forestales durante décadas. Pero esta es la primera vez que experimentamos un incendio forestal en el contexto de estas condiciones secas, el calentamiento global y con un huracán». «Con esa tormenta, dudamos que hubiéramos podido hacer algo más», añadió Green, después de que la Fiscalía haya abierto una investigación sobre la gestión oficial de la catástrofe.
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