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Mercedes Gallego
enviada especial. Filadelfia
Sábado, 10 de agosto 2024, 09:57
«¿Tim qué?». El nombre del gobernador de Minnesota, que ayer se anunció como pareja electoral de Kamala Harris, dejaba fríos a quienes acudieron ayer al sur de Filadelfia a conocer en persona al vicepresidente de Donald Trump. En justicia, Natalie Sassami tampoco conocía al ... senador JD Vance antes de que lo eligiese Trump, por mucho que el director Ron Howard convirtiese su biografía en película de Netflix.
Ayer el expresidente lo mandó a Filadelfia a hacer de contra propuesta al mitin masivo en el que la candidata del Partido Demócrata presentó a Tim Walz, que se ha ganado el privilegio de ser su vicepresidente precisamente por ser el menos conocido de los finalistas y, por tanto, el que menos lastre acarrea.
Al gobernador de Minnesota se le considera un moderado, representante de la América rural y del Medio Oeste por el que también compite Vance, quien le pintó ayer como «el izquierdista más radical de todo el gobierno». Vance hablaba de «Kamala Caos» y respondía preguntas de la prensa para destacar el contraste con la vicepresidenta, que no ha dado una sola entrevista desde que fue elegida. «Si tiene miedo a sentarse con los medios, ¿cómo va a sentarse con Putin y otros lideres de mundo?», preguntaba.
En las dos semanas transcurridas desde que el presidente Joe Biden renunciará abruptamente a la reelección, por el declive físico y cognitivo que mostró en el debate del 27 de junio frente a Trump, Harris ha logrado aglutinar al Partido Demócrata, resucitar a las bases y convertir cada mitin en un festival efervescente de entusiasmo.
El de ayer, en Filadelfia, la ciudad en la que en 2020 se declaró la victoria del presidente Biden, tras un reñido conteo en varios estados donde ganó por la mínima, convirtió la casa de Rocky Balboa en un auténtico carnaval. Frente a las menos de 500 personas que acudieron a ver a Vance, buena parte miembros de la prensa, Harris llenó el pabellón hasta la bandera. Ni la lluvia que descargó sobre los que hacían cola logró desanimarlos.
En cada esquina del Liacouras Center, en el campus urbano de Temple University, los voluntarios se cercioraban de que quienes venían a arropar a la vicepresidenta y a conocer a su elegido estaban registrados para votar, un requisito previo en EEUU, y se ofrecían a cursar su solicitud al censo electoral al instante si no lo estaban. La campaña de Harris dice que no se decantó por el gobernador de Minnesota hasta el lunes, después de haber entrevistado el domingo a los tres finalistas, pero ayer los carteles de Harris y Walz ya estaban colgados en la Universidad, dispuestos a hacer historia. De ganar las elecciones del 5 de noviembre, la ex fiscal californiana sería un crisol de diversidad. Hija de una bióloga de la India y un profesor de económicas jamaicano, no solo sería la primera mujer en sentarse en el Despacho Oval, sino también la primera descendiente de afroamericanos e inmigrantes asiáticos.
En contraste, su pareja en las papeletas tenía que ser alguien muy americano, como Walz, un profesor de instituto nacido en Nebraska, que sirvió en la Guardia Nacional del Ejército de Tierra para seguir los pasos de su padre, veterano de la guerra de Corea. El congresista, que en la última semana llevó a cabo una agresiva campaña para ganarse los favores de la vicepresidenta, tiene buenos amigos en el Capitolio y trabajó para la campaña de John Kerry en 2004.
Cuenta con un sólido historial para las causas femeninas, al haber votado en contra de la prohibición para otorgar fondos federales a las organizaciones que prestasen servicios abortivos. Apoyó la reforma sanitaria de Obama y todos los fondos que hicieron falta para financiar las guerras de Irak y Afganistán. Competía seriamente con el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, un judío que los últimos días enfrentó una férrea oposición del ala progresista del partido, que ve en Harris la oportunidad de reconectar con los jóvenes indignados por el apoyo de Biden a Israel en la guerra de Gaza. Las posiciones de Shapiro, demasiado parecidas a las del presidente, sugerían que no habría ningún giro humanitario hacia Palestina. Descartarle por ello ha sido interpretado airadamente por los lobbies judíos como una muestra de antisemitismo, pero Lisa, una judía que ayer condujo desde New Jersey para ver en persona al vicepresidente de Trump, se sentía aliviada de que no haya sido elegido. «Hubiera desatado más odio y antisemitismo. Dios quiera que nunca un judío sea presidente de EEUU, nos echarían la culpa de todo», deseó, sin atreverse a dar su apellido.
Como prueba de sus palabras, un hombre, que ni siquiera quiso identificarse pero tenía los oídos de muchos anti vacuna entre el público de Vance, aseguraba que el virus del COVID había sido una creación de la inteligencia estadounidense y de Israel.
Al seleccionar al gobernador de Minnesota, Harris preserva el status quo y apuesta por un político de aspecto maduro y bonachón con el que se siente más cómoda, al haberlo conocido en el Congreso. La vicepresidenta y su segundo se embarcan hoy en una auténtica maratón de mítines en siete estados bisagra que decidirán las elecciones de noviembre. Rara vez el tirón de un vicepresidente logra subir los resultados más del 1%, pero eso sería suficiente para ponerla por delante en varios de los que va a visitar.
Todo indica que la victoria de Harris dependerá de la participación, dado lo polarizada que está la vida política estadounidense. El entusiasmo de ayer en el pabellón de Filadelfia era el mejor augurio para su campaña.
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