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La primera semana de Donald Trump como convicto ha sido todo lo que cualquiera puede pensar de una estrella en ascenso y lo menos que puede esperarse de un delincuente. ¿Qué condenado puede llenar una cena de recaudación en Beverly Hills a razón de 230. ... 000 euros el cubierto? Exacto: el líder republicano lo consiguió en la noche del viernes. Pero es que este sábado será el protagonista de una fiesta en la mansión de Newport Beach (California) de un magnate de los seguros médicos, donde está garantizada la presencia de multimillonarios y ejecutivos de empresas tecnológicas dispuestos a soltar 100.000 euros por hablar con él. Y suma y sigue. El domingo estará en Las Vegas, en un hotel de lujo donde se dispensarán invitaciones 'premium' a quienes donen 820.000 euros.
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Nunca un delincuente habrá salido de los tribunales del Bajo Manhattan para amasar una fortuna en una semana. Trump lo está haciendo. El Partido Republicano se encuentra fascinado. Cree que este mes puede ser el que más dinero haya ingresado nunca en una campaña electoral. Con una sentencia de culpabilidad por 34 cargos de falsificación mercantil, el candidato está en el camino de superar en recaudación al demócrata Joe Biden y sus recepciones cuajadas de famosos como Barack Obama, Bill y Hillary Clinton, Queen Latifah o los comediantes Stephen Colbert y Jimmy Kimmiel. Solo en las doce horas siguientes a recibir su veredicto el 30 de mayo, Trump ingresó 54 millones de euros. La aplicación para recibir las donaciones colapsó por la avalancha de suscriptores.
«Este enorme apoyo muestra que los estadounidenses han visto este juicio falso como la interferencia política en las elecciones que Biden y los demócratas siempre han pretendido», ha señalado Brian Hughes, asesor principal de la campaña trumpista.
Lo que está claro es que el candidato ha acortado distancias financieras con su oponente demócrata. Hasta el 30 de abril, Biden había recolectado casi 195 millones de euros frente a 124 millones de Trump. Significativamente, algunos de los multimillonarios que le han respaldado esta semana habían apoyado antes las campañas del republicano Ron DeSantis o del actual candidato independiente Robert F. Kennedy Jr., lo que indica una repentina correlación de fortunas hacia el expresidente convicto.
Brian Hughes
Asesor principal de la campaña de Donald Trump
Desde que se dictó el veredicto, el líder republicano no se ha subido a un estrado hasta la noche del jueves. Con una salvedad: al día siguiente del fallo apareció en la Torre Trump para autoproclamarse «preso político» y arremeter contra los fiscales y el juez que lo condenaron.
Desde entonces ha viajado a su mansión en Mar-a-Lago, donde cientos de simpatizantes le aplauden desde los arcenes cuando entra y sale en su coche. Florida es el dorado retiro del trumpismo. Las banderas nacionales y los carteles con el rostro del magnate ondean en las autocaravanas. Desde allí ha concedido también una entrevista a la Fox. Y hace unos días se sumió en un baño de masas en un combate de lucha mixta del Ultimate Fighting Championship. Estas series son uno de sus refugios preferidos. La multitud le aclama y corea su nombre sin necesidad de hacer discursos.
Pero es preciso volver al trabajo. Tras esta semana de atípica campaña electoral en la que ha prescindido de los grandes escenarios, el jueves se dirigió al público en Phoenix (Arizona). Eligió un mitin lleno de simbolismo: lo organizaba Turning Point Action, un movimiento defensor de que las elecciones de 2020 ganadas por Biden fueron una estafa.
El exmandatario convicto respondió a las expectativas de su audiencia: acusó a los inmigrantes de perpetrar los principales delitos en EE UU –lo dijo el hombre que el 11 de julio sabrá a qué pena es condenado tras su sentencia de culpabilidad por 34 cargos delictivos– y dijo que, si llega a la Casa Blanca, derogará todas las «políticas de fronteras abiertas» del «pillo Joe» por tratarse de estrategias «proinvasión, protráfico de niños, pronarcotraficantes».
Mientras en Normandía se celebraba el 80 aniversario del Día D con la presencia de todos los aliados y Biden defendía la coalición mundial de apoyo a Ucrania, el republicano condenó las «guerras interminables», se quejó de los europeos «delincuentes» y apostó por hacer regresar al país a las tropas estadounidenses estacionadas en el territorio de la OTAN. «Nuestro dinero debe gastarse en nuestro país», zanjó.
Aunque algunos comentaristas conservadores han criticado su escasa actividad electoral mientras Biden apretaba en campaña, Trump parece tenerlo todo calculado. En Arizona reiteró cómo «los casos judiciales son una vergüenza para nuestro país» y que su proceso ha sido «falso». Se dice que está aprovechando la ola de adhesión que su condena ha causado no solo entre los 'trumpers' sino también entre miles de ciudadanos que figuraban en la periferia de su influencia. Simpatizantes ligeros y personas hartas del sistema o que han asumido el mensaje de que lo suyo ha sido una injusticia. Los puñados de dólares que todos ellos han depositado en la cuenta del Partido Republicano han hecho masa.
En su entorno existe el convencimiento de que el candidato conservador volverá a la carretera con toda su potencia tras el discurso de cumpleaños que ofrecerá el próximo 14 de junio en el Palacio de Congresos de Palm Beach. Su aniversario, 78 años, ha sido simbolizado ya con una fotografía del expresidente abrazado a la bandera de barras y estrellas.
A Trump se le ha visto esta semana en su club de golf de Florida y en vídeos, muchos vídeos que él mismo se graba y difunde en su red social. Un mensaje común que reproduce sin parar es que su juicio por el soborno a la actriz Stormy Daniels es un montaje que «siembra un precedente terrible» y que cualquier americano puede «verse en su caso». Pero el discurso que más inquieta en este momento es el que alienta a jueces, fiscales y abogados de tinte conservador a presentar querellas contra los demócratas. Vale todo. Él mismo ha insinuado que, en caso de convertirse en presidente, procesará a todo aquel que ha sido y es su adversario.
Sin embargo, no todo es positivo en la vida del convicto Trump. Un 50% de estadounidenses considera correcto el veredicto de culpabilidad y el 49% opina que debería dejar la campaña electoral. Y por si eso fuera poco, la Policía de Nueva York ha iniciado los trámites para revocar su licencia de armas de fuego, como corresponde a un condenado. El hombre que el pasado mes de mayo ofreció un mitin ante la Asociación Nacional del Rifle donde denunció que el derecho a portar armas «está en juego» ha debido entregar ya dos de las tres que tiene en propiedad.
La tercera la guarda aparentemente en Florida y es posible que también la haya depositado en manos de las fuerzas de seguridad. Pero cabe la posibilidad de que no necesite hacerlo. La condena por el 'caso Stormy Daniels' pertenece a la jurisdicción de Nueva York y quizá el Estado de Florida le pueda 'indultar' respecto a su arma. Si no es encarcelado, la legislación de Florida también le deja ejercer el derecho a voto.
La licencia del expresidente le autorizaba a portar un arma oculta, es decir, que nunca estuviera a la vista. Se sabe que era dueño de tres pistolas, pero no está claro que ninguna de ellas fuera la Glock que lleva su nombre y rostro impreso en la culata.
En realidad, de la seguridad del expresidente se encarga el servicio secreto, que aborda un plan para el caso –muy improbable– de que su protegido acabe en prisión. De momento, todo son estudios preliminares. La edad de Trump y el tipo de condena máxima que se le impondría –cuatro años –suponen un aval de que no pisará una celda, aparte del tiempo de apelaciones intermedio que a buen seguro se producirá.
50% de estadounidenses
cree correcto el veredicto de culpabilidad contra Donald Trump y el 49% opina que debería dejar la campaña electoral.
Aun así, los expertos señalan que se trata de un desafío nunca conocido. Si el expresidente –o presidente a partir de noviembre– fuera encarcelado, sus escoltas se verían obligados a la surrealista misión de convivir con él en la prisión en turnos rotatorios de ocho horas. El servicio secreto debería blindar el lugar con medidas equivalentes a las del Despacho Oval, establecer vigilancias sobre asuntos tan rutinarios como las comidas e instalar un hospital de urgencia similar al que existe en la Casa Blanca.
Algunos medios informan de que se ha hecho un censo de las cárceles del Estado de Nueva York. En el remoto caso de ser sentenciado entre rejas, hay un debate abierto sobre si el importante presidiario ocuparía un ala deshabitada de un penal o sería mejor reabrir una prisión cerrada y que él fuera su único inquilino. Ni la mejor ficción ha merecido un guión así. Aunque, tranquilos, Hollywood está a la vuelta de la esquina.
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