Secciones
Servicios
Destacamos
mercedes gallego
Corresponsal
Domingo, 9 de octubre 2022
Si algo hubieran querido cambiar los seguidores de Donald Trump cuando era presidente eran sus exabruptos en las redes sociales. «Ojalá se limitara a hacer lo que está haciendo sin tuitear», decían incómodos. Despedir a los miembros de su gabinete por Twitter era demasiado impulsivo ... hasta para ellos. Por eso todo indica que a los que les gustaba Trump, les encantará Ron DeSantis.
El gobernador de Florida, que llegó al cargo encaramado a la capa de Trump, es uno de los nombres propios de las elecciones de medio mandato, en las que ha revalidado su cargo por amplia mayoría, con casi un 60% de los votos. Es todo un espaldarazo en sus aspiraciones para disputar el liderazgo del partido republicano a Donald Trump, si ambos materializan sus aspiraciones (ningún candidato se ha lanzado oficialmente a la arena electoral, ni se espera que lo anuncien hasta el año que viene).
DeSantis tuvo, a raíz de la devastación del huracán Ian en Florida, una nueva oportunidad de demostrar que puede ser un gobernante serio y formal, a pesar de haber aprendido los mejores trucos del populismo trumpiano. Con la furia de sus vientos, el huracán barrió de la actualidad el escándalo de los vuelos charters que organizó -con dinero de la pandemia- para acarrear inmigrantes indocumentados hasta los estados 'santuario' del noreste del país que se niegan a perseguirlos como criminales. Solo que el montaje político resultó una chapuza. Los inmigrantes indocumentados eran venezolanos en busca de asilo político a los que se les engañó prometiéndoles casa, trabajo y «hasta ocho meses de asistencia en efectivo», decía el panfleto que les entregaron al reclutarlos… en San Antonio (Texas). Ni siquiera estaban en Florida, que alberga la mayor comunidad de venezolanos en el extranjero, entre la que el engaño del gobernador a sus compatriotas no sentó nada bien. Pero DeSantis ya no actúa para la audiencia local, tiene miras más altas.
Desde el Centro de Operaciones de Emergencia de Tallahassee (Florida), donde dirigió la respuesta al huracán que ha devastado el estado, tenía la atención de todo el país. Se le veía serio y profesional. Aún más, presidenciable. Eso que los estadounidenses buscan en los aspirantes a la Casa Blanca y que nadie sabe cómo lo vieron en Donald Trump.
Joe Biden, que sigue siendo el objetivo a batir, no ha querido hacer política en tiempos de catástrofe y se paseó con él el miércoles por las zonas arrasadas, confiriéndole el aire de hombre eficiencia que busca. Ya habrá tiempo de tirarse los trastos a la cabeza si es capaz de vencer a Trump cuando entre en colisión directa con él durante la primarias, si finalmente ambos se presentan.
DeSantis es un político astuto y metódico, que a diferencia de su mentor se aplica diligentemente a la tarea de las guerras culturales que centrarán las próximas elecciones. En solo dos semanas de abril pasado, DeSantis firmó una ley que limita el aborto a las primeras 15 semanas de gestación, revocó a Disney su estatus fiscal por criticar su política de 'No digas gay' en las escuelas y amenazó con demandar a Twitter si no le vendía las acciones prometidas a Elon Musk (el fondo de pensiones de Florida es uno de los principales inversores de la empresa).
Se trataba de dar un escarmiento a las grandes empresas para que se limiten a vender hamburguesas o entretenimiento, en lugar de utilizar su poder para influenciar las políticas conservadoras. Florida contra Disney era un mensaje a lo David contra Goliat, que es como quiere ser visto. «Libertad sobre Faucismo», solía decir durante la pandemia, cuando aprovechó la impopularidad de los cierres obligatorios y las vacunas para ese juego de palabras que cruza el fascismo con el apellido del consejero médico del presidente, Anthony Fauci, líder de la estrategia de contención del Covid-19.
Florida se convirtió en la meca y nuevo hogar de quienes huían de la vacuna obligatoria y las mascarillas, que en el largo invierno del Covid pudieron beber hasta la madrugada sin restricciones y danzar sobre el más de un millón de muertos que la enfermedad dejó en ese estado. La libertad tiene un precio.
Sus defensores a ultranza encontraron en DeSantis un adalid capaz de enfrentarse a la Casa Blanca con una orden ejecutiva que amenazaba a los colegios que exigieran mascarilla con retirarles los fondos públicos. Las escuelas son la zona cero la guerra cultural que enmascara la censura bajo la libertad de los padres para decidir la educación de sus hijos sin que se les hable de sexo o de esclavitud, dos aspectos incómodos para los conservadores estadounidenses.
El gobernador, de 44 años, que encandiló a Trump desde las pantallas de Fox, donde es uno de los más entrevistados, ganó un escaño al Congreso como miembro del Tea Party a los 34 años. Poco después fue uno de los fundadores del 'Freedom Caucus', el ala más a la derecha del Congreso. Fiscalmente conservador, puede presumir de administrar un presupuesto que es la mitad del de Nueva York sin gravar los ingresos de sus 21 millones de habitantes que, según el Instituto Cato, de corte libertario, es el segundo más libre del país, después de New Hampshire. Anti regulación, anti inmigrantes, anti élites y anti medios de comunicación, aprovecha, como Trump, cualquier oportunidad para atacar «a los medios corruptos», porque eso da puntos.
«DeSantis es lo más en el Partido Republicano», decidió The New York Times. «Un Trump con cerebro», añadió la revista Fortune. El hombre que puede encarnar el trumpismo sin los defectos de Trump que tanto exasperaban al aparato del partido Republicano. Maneja los datos, ha estudiado en Harvard y Yale. En lugar de escaquearse del Ejército estuvo desplegado en Irak como oficial de la marina, fue asesor de los Navy SEAL y adjunto en Guantánamo.
Está casado con una presentadora de televisión que es también su asesora y madre de sus tres hijos. A diferencia de Jacqeline Kennedy, que protegía celosamente a sus hijos de la manipulación mediática de su marido, Casey Black les presentó en el anuncio político de más impacto de 2018, donde puso a su hija en pañales a construir un muro. Todo vale en campaña, menos perder. Y eso es lo que se proponen los republicanos, encontrar a un caballo ganador que no salga desbocado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.