Hizo falta alguien tan mentiroso, corrupto y psicópata como George Santos para ver en el Congreso de Estados Unidos un voto de conciencia. Ese es el que había pedido este viernes a cada uno de los legisladores de su partido el portavoz, Mike Johnson, a ... la hora de decidir la expulsión del congresista de Long Island imputado criminalmente por «engañar a los donantes», «robar descaradamente de su campaña», mentir al Gobierno y utilizar «cada aspecto» de la candidatura para su propio beneficio económico y personal, según concluyó el informe de 56 páginas que emitió hace tres semanas el Comité de Ética de la Cámara Baja.
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La expulsión de Santos dejará al ala conservadora en una posición frágil en la que sólo podrá permitirse la fuga de tres escaños en las votaciones y sólo uno en caso de perder la mayoría en las próximas elecciones. De ahí que fuera tan difícil tomar medidas sobre algo tan obvio como la corrupción de este congresista de 35 años, de origen brasileño, que se infiltró en la política estadounidense inventándose su biografía. Ahora la gobernadora demócrata de Nueva York, Kathy Hochul, tendrá que convocar comicios especiales que darán al partido de Biden la oportunidad de recuperar su asiento.
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Mercedes Gallego
Por una vez, el líder del partido conservador no había dado indicaciones a sus correligionarios de cómo tenían que votar. Como portavoz de la Cámara, ni siquiera había recogido un cálculo para anticipar el resultado, que acabó siendo en favor de la expulsión con el apoyo de 105 republicanos que se pronunciaron a ciegas y se sumaron al pleno de 206 demócratas para aprobar una decisión tan histórica. Es la primera vez que el Congreso de EE UU destituyen a uno de sus miembros sin que exista una sentencia legal en su contra, motivo por el que el propio Johnson y otros muchos republicanos se posicionaron en contra.
Santos ni siquiera esperó a que el resultado fuera oficial. Cuando vio que el número de votos aumentaba tanto como para ser irreversible, abandonó la Cámara, que pisaba como legislador por última vez. Sólo otros cinco han compartido su suerte a lo largo de la historia, tres por apoyar a los confederados del sur durante la guerra civil hace 234 años. El ya excongresista ha tenido que rendir todos sus privilegios, pero ahora dispone de un año para preparar su defensa legal frente a las casi dos docenas de cargos penales que enfrenta. Su juicio comenzará en Nueva York el 9 de septiembre, dos meses antes de las elecciones presidenciales en las que también se renovará toda la Cámara Baja, por lo que habría sido un gran lastre para la formación.
Una de las testigos clave será Nancy Marks, tesorera de su campaña, que se ha declarado culpable de conspiración para cometer fraude, a cambio de aportar a las autoridades documentación para condenar a su ex jefe. Marks ha admitido proporcionar a la Comisión Electoral Federal una lista ficticia de donantes, además de falsificar informes financieros para poder decir que Santos había prestado medio millón de dólares de su propio bolsillo a la campaña, una de las fórmulas con las que se hacía pasar por un millonario a lo Trump que supuestamente se autofinanciaba. Su recaudador, Samuel Miele, también se ha declarado culpable de suplantar a un alto ayudante del entonces portavoz del Congreso Kevin McCarthy para pedir donaciones.
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Su historia personal es todavía más rocambolesca que el montaje de mentiras y estafas con el que llegó a convertirse en representante del distrito de Nassau (Nueva York). «¿Es que no tienes vergüenza?», llegó a preguntarle con lágrimas en los ojos la excongresista Tulsi Gabbard, frente a las cámaras de Fox. Santos se había inventado su vida desde que estaba en Brasil. A los 17 años era Kitara Ravache, una drag queen que se presentaba a concursos de belleza brasileños en clubs gais y llegó a actuar en una película de serie B. «Era muy joven y me divertía en un festival», alegó la única vez que lo reconoció públicamente, el resto lo negaba.
Decía haber tenido siempre muy clara su homosexualidad, pero estuvo casado con una mujer (2012-2019). Por esa época salía también con Pedro Villalba, un brasileño con el que convivió, pero al que nunca reveló su matrimonio. «Me mentía, luego inventaba otra mentira para cubrir la anterior», se lamentó el amante en Fox. Entonces «era dulce y cariñoso, no como el psicópata que es hoy», concluyó.
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