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Mercedes Gallego
Nueva York
Lunes, 8 de febrero 2021, 22:24
«Defender» la Constitución y la libertad de expresión, o enjuiciar a un expresidente muy popular que ya no está en el cargo. Políticamente, los senadores republicanos lo tienen muy fácil. Ya votaron hace dos semanas una enmienda para anular el segundo 'impeachment' de Donald ... Trump y solo cinco decidieron que era pertinente. Escuchar este martes cuatro horas de argumentos a favor y en contra cambiará poco las cosas.
Será un sondeo definitivo de lo que hay que esperar con este proceso. Los demócratas necesitarían 17 votos de la oposición para condenar a Trump por incitar a la insurrección, algo muy improbable en el clima político actual. La votación de este martes dará la medida exacta.
Cada parte de este contencioso dispondrá de dos horas para presentar sus argumentos de constitucionalidad, que sin duda triunfará gracias a la escueta mayoría que ostentan los demócratas con el voto de desempate de la vicepresidenta Kamala Harris, si fuera necesario. Probablemente no haga falta, porque senadores republicanos como Mitt Ronney, Susan Collins, Lisa Murkowski, Ben Sasse y Pat Toomey ya se han retratado.
Con la fuerza política de los demócratas, pero sin la fuerza moral de un verdadero bipartidismo, el juicio avanzará el miércoles hacia la presentación de los argumentos orales. A diferencia del proceso de este martes, en el que cada parte dispondrá de dos horas para defender o disputar los cargos, fiscales y abogados defensores contarán con doce horas cada uno. Eso y la obligada pausa sabática del fin de semana prolongará el proceso hasta la semana que viene, para decepción de todos. Lo único que tiene mayoría absoluta en este 'impeachment' es el deseo de aparcar a Trump.
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Los demócratas temen que el proceso retrase hasta mitad de marzo la votación de lo que verdaderamente importa, el paquete de rescate económico que Joe Biden prometió durante la campaña. El presidente no quiere pronunciarse sobre el segundo 'impeachment' de su rival. Su portavoz Jen Psaki asegura que «aunque cueste creerlo», no se habla mucho de Trump en la nueva Casa Blanca. «Todo el mundo está centrado en sacar el país adelante», aseguró. La opinión de Biden sobre Trump «es sobradamente conocida», zanjó.
El nuevo mandatario ha cortado la entrega de los informes de Inteligencia a su predecesor, como marca el protocolo, con el argumento de que Trump no le sacaría ningún partido y nadie quiere arriesgarse a que «se le escape algo». El magnate, recluido en su mansión de Palm Beach, donde lucha con el Ayuntamiento para que se acepte como residencia habitual el club para el que obtuvo descuentos fiscales, ha optado en estos días críticos por un perfil inusualmente bajo, pero nadie espera que lo mantenga una vez que sea exonerado.
Sus abogados revisarán palabra por palabra el discurso de 'Salvar América' que el 6 de enero desató el asalto al Capitolio, seguros de que pueden demostrar que dedicó más tiempo a defender la democracia «pacíficamente», que a hacerlo con fuerza.
Por su parte, los managers de la Cámara Baja que actúan como fiscales lanzarán la vista atrás hasta el verano pasado, para demostrar que antes incluso de las elecciones caldeó los ánimos con acusaciones de fraude en preparación al día de autos. ¿Sedición o libertad de expresión? Eso será lo que los senadores tendrán que decidir la semana que viene.
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