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«Esta aeronave no pertenece a Estados Unidos sino a China», argumentó el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Pekín en una conferencia de prensa convocada para reclamar la devolución del globo derribado en aguas norteamericanas. O lo que queda de él. A esas ... horas, parte de los restos se encontraban ya en los laboratorios del FBI de Quántico (Virginia), donde los investigadores intentan desentrañar sus secretos.
La nave abatida el sábado fue la gran ausente del discurso de Joe Biden sobre el Estado de la Unión, para decepción de la oposición, que busca explicaciones de por qué se tardaron tres días en ejecutar la operación. «¿El presidente da una orden de derribar un aparato espía chino el miércoles y no ocurre hasta el sábado? ¿Y no se despide a nadie por ello?», preguntó irritado uno de los líderes de la oposición en la Cámara Baja, Steve Scalise, oliéndose algo más.
Fuentes del Pentágono han contado que las autoridades dejaron pasar todos esos días para poder estudiar el comportamiento del globo, cuyos restos acabaron desperdigados sobre una superficie equivalente a quince campos de fútbol. La mayor parte de lo que flotaba ha sido recuperado, aunque algunos retazos pueden acabar en las playas de Carolina del Sur. Lo que intentan ahora recuperar los buzos es lo que hay a 13,7 metros de profundidad.
La información de esos restos ha llegado ya a Washington y Pekín, donde los diplomáticos estadounidenses han informado a 150 representantes de 40 países, «susceptibles de ser víctimas de este tipo de operaciones», dijo una fuente del Gobierno a la agencia Reuters. «Queremos asegurarnos de que compartimos con ellos todo lo que podamos». Buenas razones para que China quiera su globo de vuelta.
Los barcos espía de la Marina norteamericana escanean el fondo del océano con radares. Según el general Glen VanHerck, jefe de la Comandancia de Defensa Aeroespacial (Norad), la cabina de carga que llevaba el equipo de fotografía y sensores ha sido pulverizada. Solo se ha podido recuperar de ella una pequeña parte que emergió a la superficie.
Pekín se ha negado a dar información sobre la empresa o entidad propietaria del aerostato, lo que deja pocas dudas de que no se trataba de una aeronave civil. Según 'The Washington Post', el Gobierno estadounidense ha detectado «docenas» de misiones espías como ésta desde 2018, aunque se desconoce el tamaño de la flota china. Sin embargo, Mark Esper, secretario de Defensa de Trump entre julio de 2019 y noviembre del 2020, asegura que no tuvo noticias de vuelos semejantes.
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