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caroline conejero
Domingo, 28 de agosto 2022, 00:30
La agradable puesta de sol se filtraba entre el grupo de invitados que esperaban el discurso de concesión de la congresista Liz Cheney, en el legendario Rancho Mead de Wyoming. La música de country de una banda en vivo entonaba la recepción que reunía a ... amigos, apoyos políticos, miembros de su campaña de reelección y familiares de la congresista. Con las impresionantes montañas del Gran Teton a su espalda, la tierra en la que crecieron sus padres, ella y su hermana, y en la que ahora reside con su esposo Philip Perry y sus cinco hijos, Liz Cheney habló desde el podio con el aire de satisfecha resignación de quien sabe haber sido elegida para un gran llamado.
«Haré todo lo necesario para asegurarme de que Donald Trump nunca se acerque al Despacho Oval. Quiero más a mi país». Con estas palabras Liz Cheney declaraba la guerra abierta al expresidente por causar su derrota electoral y la pérdida de su escaño en el Congreso. Pero, sobre todo, por haber llevado al país al borde del colapso democrático y de la violencia civil. Acto seguido, la congresista pasó a invocar al gran Abraham Lincoln, fundador del partido republicano original, y sus varias derrotas al Senado y al Congreso hasta que, dijo la congresista, «prevaleció, salvó la Unión y definió la responsabilidad» de los estadounidenses para con la Historia. Tiempos difíciles cuyo eco llega hasta la América del presente. «Es aquí, ante ellos -continuó Cheney-, donde resolvemos firmemente dedicarnos a la Gran Tarea que nos queda por delante», refiriéndose a la libertad y la igualdad de la Declaración de Derechos.
La 'Gran Tarea' es ahora también la gran misión de la congresista que a través de su excepcional trabajo como vicepresidenta de la Comisión del Congreso que investiga los sucesos del 6 de enero de 2021 -el asalto al Capitolio- parece haber encontrado la altura moral de su próxima senda política. «Algún día, Trump se habrá ido, pero la vergüenza continuará sobre ustedes», dijo la congresista Liz Cheney en uno de sus momentos más solemnes durante las audiencias públicas reprochando a sus colegas de partido su complicidad en el intento de golpe. La serena integridad, dignidad y determinación con la que ha expuesto la evidencia sobre el ataque al Capitolio no solo han elevado considerablemente su perfil nacional, sino que han inspirado a millones de estadounidenses que la ven como la líder de un movimiento de resistencia frente la amenaza que enfrenta el país.
Con todo, hace apenas unos meses, la congresista se negaba a criticar las leyes de restricción de voto aprobadas en más de 27 Estados bajo liderazgo republicano, que no solo favorecen a su partido, sino que debilitan el sistema electoral y el Estado de derecho democrático. Considerada una de las líderes del ala neoconservadora, Liz Cheney votó siempre en apoyo de la agenda legislativa de ex presidente Trump, a pesar de criticar su política exterior. Como figura destacada del establishment republicano, Cheney es una neoconservadora dura, pronegocios, defensora del obstruccionismo legislativo y del agresivo realismo político en la tradición de su padre Dick Cheney, la figura que más ha moldeado su visión política.
Curtido entre lo más acérrimo del republicanismo ultraconservador, el veterano Cheney ha sabido siempre abrirse camino hacia cargos de poder moderando sus posiciones políticas cuando era necesario. Trabajó para Nixon, Ford y Bush padre, y más tarde se convirtió en vicepresidente de la administración de George Bush hijo, cargo para el que se autonominó cuando formaba parte de su campaña electoral. Su carrera en gobiernos republicanos está coronada por controvertidas operaciones militares que incluyen la invasión de Panamá para la captura de Noriega; la misión militar de ayuda humanitaria en Somalia, la guerra del Golfo y la invasión de Irak que llevó a la captura de Sadam.
El nepotismo ha sido siempre uno de sus fuertes. Toda la familia formó parte activa de la campaña electoral de George Bush, y bajo su administración Liz Cheney entró en el Departamento de Estado como subsecretaria adjunta para Asuntos de Oriente Próximo, encargada de promover la inversión en la región, un cargo que, según un artículo de Paul Krugman en el New York Times, fue creado especialmente para ella.
Con su esposo Philip Perry, un experto litigador con fama de no perder ningún caso, forman una poderosa pareja de la élite política de Washington. Tras ser asesor de la campaña de Bush, el yerno del entonces vicepresidente Cheney sirvió como consejero general de la Oficina de Administración y Presupuesto en la administración, y consejero del departamento de Seguridad Nacional desde donde discretamente impulsó legislación pronegocios. La puerta giratoria retornó a Perry como socio a la prestigiosa firma legal de lobby corporativo en la capital, al frente de un portafolio de clientes que incluye a la multinacional biotecnológica Monsanto y el contratista de defensa Lockheed Martin.
Mary Cheney, que en el sector privado ha trabajado en defensa de los derechos LGTBI, como consejera de su padre durante la campaña electoral de Bush, vio su orientación sexual gay silenciada con el fin de ofrecer una imagen de conservadurismo compasivo al electorado. Pero su hermana Liz Cheney no lo silenció cuando durante su fallida candidatura al Senado en 2013 declaró su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo, creando una fractura familiar con Mary. Tras la legalización del matrimonio gay en 2015, Mary pudo por fin casarse con su esposa con la que tiene dos hijos.
El siguiente capítulo ha comenzado ya para la congresista Liz Cheney que con su nueva campaña, la 'Gran Tarea', ha declarado su determinación a derrotar a Trump por medio de una coalición nacional de republicanos, demócratas e independientes que desea liderar. Y de paso probar suerte con una candidatura a la presidencia. Queda por ver si la reflexión nacional sobre la peligrosa tendencia autocrática en el país a la que ha llevado el extremismo de su partido, ha hecho mella en la congresista republicana, y si con ello, moderará sus posturas políticas radicales.
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