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Las donaciones políticas siempre han sido un camino para comprar influencia en el Gobierno de EE UU, pero Donald Trump lo ha convertido en autopista. ... Al menos una docena de los grandes donantes de su comité de investidura han sido recompensados con altos cargos en las Administración, desde carteras ministeriales hasta prominentes embajadas, según la investigación del diario 'The Washington Post', basada en los datos de la Comisión Federal Electoral.
Una pequeña inversión de multimillonarios para cumplir sueños que el carácter transaccional de Trump les ha puesto al alcance de la mano. El empresario Jared Isaacman, propietario de la plataforma de pagos Shift4 Payments y la empresa de entrenamiento militar Draken International, entre otros negocios que le han granjeado una fortuna estimada en 1.400 millones de dólares, siempre había soñado con conquistar el espacio exterior. Estudió aeronáutica, entrenó para piloto de combate y financió el año pasado el programa Polaris para llegar más alto que ningún otro ser humano desde que Neil Amstrong caminase sobre la Luna. En septiembre pasado le compró a Elon Musk un asiento en el primer viaje extravehicular en órbita para probar el alcance de Starlink. Durante aquel viaje de cinco días se convirtió en el primer civil en caminar por el espacio, a lo que no se atrevió el resto de la tripulación.
Este año los dos millones de dólares que aportó al Comité Inaugural de Trump fueron recompensados con el puesto de administrador de la NASA. Aunque goza de amplio apoyo, sus críticos temen que priorice Space X en las adjudicaciones de la agencia espacial.
No es el único que cumple sus sueños y los designios del presidente. El fundador texano de Houston Rockets y consejero delegado de Landry's, al que Trump llama «un amigo», será embajador en Roma del país de sus antepasados. Melissa Argyros, una inversionista inmobiliaria de California, obtuvo la embajada en Letonia tras donar dos millones. Y Warren Stephens, un banquero de inversiones de Arkansas, fue nominado embajador en el Reino Unido tras desembolsar cuatro millones.
A la lista se suman figuras como Dan Newlin, abogado de Florida que gastó más de 11 millones en anuncios a favor de Trump durante la campaña y aportó un millón al comité inaugural, obteniendo la nominación como embajador en Colombia. También Linda McMahon, exdirectiva de la WWE y vieja conocida del expresidente, fue recompensada con la cartera de Educación.
No todas las donaciones se pagan con cargos. Para la oligarquía tecnológica y, sobre todo, la del criptoespacio, que tuvo un papel relevante en esta edición inaugural hay muchas cosas en juego. Empresas como Ripple Labs, Robinhood, Coinbase, Kraken, Circle y Solana Labs desembolsaron millones de dólares para engrosar los festejos. Coincidentemente, desde enero, la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) ha archivado más de una docena de casos contra estas compañías.
Trump se ha posicionado como el presidente más favorable a las criptomonedas, ha firmado órdenes ejecutivas promoviendo los activos digitales y ha organizado cumbres en la Casa Blanca con los principales ejecutivos del sector. En febrero, Donald Trump Jr. fue orador estrella en la Ondo Summit, organizada por una de las empresas donantes. A su vez, Solana Labs -la firma sobre cuya cadena de bloques Trump lanzó su «moneda meme» el fin de semana anterior a la investidura- donó un millón de dólares al evento.
El sector tecnológico tradicional también tuvo un lugar destacado. Apple, Amazon, Google, Meta, Nvidia, Uber y OpenAI figuraron entre los contribuyentes de siete cifras. Sam Altman, consejero delegado de OpenAI, visitó la Casa Blanca durante la primera semana de gobierno para anunciar una inversión multimillonaria en centros de datos. Su rival, Elon Musk, criticó públicamente el acuerdo y ha retomado acciones legales contra la empresa que cofundó.
En paralelo, muchas de estas compañías están inmersas en litigios o bajo la lupa de agencias regulatorias. Google enfrenta dos demandas antimonopolio, Amazon lidia con una causa por prácticas abusivas, y Uber fue demandada este mes por dificultar la cancelación de suscripciones. Todas estas empresas tienen contratos o intereses regulados por el Gobierno federal.
En total, Trump recaudó 239 millones de dólares, más del doble que en su toma de posesión de 2017. Las cifras eclipsan por completo los registros anteriores y alimentan las sospechas de que el comité inaugural se ha convertido en un puente directo entre las grandes fortunas y el poder político.
El comité tiene libertad para redirigir el dinero no gastado en la ceremonia hacia la biblioteca presidencial o eventos simbólicos como la carrera de huevos de Pascua en la Casa Blanca. Más allá del destino del dinero, el mensaje de que en la América de Trump la meritocracia pasa por la chequera, queda claro.
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