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El tercer aniversario del violento ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021 encuentra a Biden y Trump en curso a una posible revancha de las elecciones presidenciales de 2020. Este sábado se reaviva un duelo de dos narrativas opuestas sobre la insurrección que ... interrumpió temporalmente la certificación del líder demócrata, ganador de los comicios, y que estuvo a punto producir el colapso del sistema democrático. También se revive un asalto a la sede de la democracia estadounidense que sigue arrastrándose como un trauma en la conciencia de la nación. Las autoridades han establecido hoy fuertes medidas de seguridad en todo el país, y especialmente en Washington, ante la eventualidad de que grupos extremistas monten manifestaciones o provoquen disturbios.
El asalto costó la vida a nueve personas, incluidos dos suicidios de agentes de policía afectados por el trauma del ataque violento, y ha habido más de mil personas acusadas y cientos de ellas condenadas por delitos de conspiración sediciosa. El ataque, que implica una extensa trama a escala nacional para retener el poder por parte de Trump y sus aliados, fue la causa del segundo juicio político en el Congreso contra el expresidente, del que fue absuelto con los votos de los republicanos del Senado.
Las consecuencias de los acontecimientos del 6 de enero encuentran a un país sumido en un año electoral crucial. Uno de los candidatos, Donald Trump, busca recuperar el poder del mismo sistema de gobierno democrático que intentó desmantelar tres años atrás, ya que ninguna ley federal impide a un imputado participar en la carrera para ser presidente.
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Para conmemorar el aniversario del trágico asalto, los jefes de campaña del presidente, Joe Biden, se han centrado en resaltar lo que está en juego en las elecciones de este año y el papel de su principal rival en el asedio del 6 de enero de 2021. En un acto en Pensilvania, un Estado electoral clave, Biden acusará a Trump de ser una amenaza existencial para la democracia estadounidense.
Adelantado a este viernes por razones de clima, el discurso tendrá lugar en una localidad cerca de Valley Forge, donde George Washington y el Ejército Continental en apuros soportaron un duro invierno durante la Revolución Americana. El objetivo es vincular a Biden con un momento histórico relevante, en el que los 'patriotas originales' luchaban contra todas las predicciones por establecer una democracia en América.
La campaña de Biden lanzó este jueves su primer anuncio televisivo del año con imágenes del ataque del 6 de enero y la manifestación supremacista blanca de 2017 en Charlottesville (Virginia). Por su parte, el expresidente Donald Trump, candidato favorito en las primarias republicanas, pasará el tercer aniversario de los disturbios en dos mítines en Iowa, Estado que inaugura el 15 de enero la contienda con su caucus.
El exmandatario, que ha llamado al 6 de enero «un día hermoso» y ha descrito a los presos que llevaron a cabo la insurrección como «grandes, grandes patriotas» y « rehenes» del sistema, ha logrado establecer un relato falso 'alternativo' entre su base del electorado, que cree con devoción incondicional en su versión distorsionada de la realidad. En algunos mítines de campaña el candidato republicano presenta incluso la grabación del himno nacional 'The Star-Spangled Banner' cantada por los encarcelados, que incluye el recitado del Juramento a la Bandera.
Su consistente dominio de la narrativa pública queda reflejado en las encuestas (del diario 'The Washington Post' y la Universidad de Maryland) en las que más de un tercio de los adultos estadounidenses cree que Joe Biden no fue elegido presidente legítimamente en 2020. Además, el porcentaje de los que creen que su victoria fue legítima, un 62%, ha disminuido en comparación con el 69% que así lo consideraba en diciembre de 2021.
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La mentira del fraude electoral ha calado a fondo en la psique del país y ha generado un clima de desconfianza en las instituciones del Estado, que se encuentra en niveles históricos bajos. Las falsedades diseminadas por los medios de comunicación de la derecha, y negado repetidamente por las autoridades federales, han establecido incluso la creencia de que el propio Gobierno 'profundo' tuvo un papel en la insurrección. Un 25% de los estadounidenses cree como «probablemente» o «definitivamente» cierto que el FBI instigó el ataque del 6 de enero de 2021 al Capitolio, según un reciente sondeo de 'The Washington Post' y la Universidad de Maryland. Un porcentaje que aumenta entre los republicanos (34%), mientras que otro 24% cree que existe «evidencia sólida» o 'sospecha' de que agentes del FBI organizaron y alentaron el ataque.
El clima de sospecha creado por la derecha y por el propio expresidente convierte a Trump ante sus partidarios en una víctima, con tonos heroicos que ha sabido vender espectacular y literalmente. Una explotación materializada en la camiseta con su foto de ficha policial en Georgia, con la que el magnate no solo hace proselitismo político, sino que además mantiene activo el flujo de financiación a su causa.
Así los escándalos, los casos legales y el comportamiento errático y cada vez más autoritario del líder republicano no parecen tener ningún efecto en la burbuja de sus partidarios. «A muchos electores republicanos no les encanta el 6 de enero, pero tampoco están obsesionados con él», explica la estratega republicana Alice Stewart sobre el hecho de que a los seguidores de Trump no les importe esta fecha más que su rechazo a la política de Biden. Un razonamiento que Stewart no ve contradictorio: «Los votantes republicanos pueden tener dos pensamientos consecutivos; el 6 de enero no fue genial, pero eso no afecta al resultado de mi voto».
Dentro de la burbuja de simpatizantes y cargos afines al exmandatario, disentir equivale al suicidio político. Se trata de una poderosa base electoral que todos los candidatos desean adular para absorber apoyos en lugar de alienarlos en la larga carrera hacia las urnas, con la excepción del exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie.
Con todo, a dos semanas de las primarias, la candidata Nikki Haley continúa afirmando que el 6 de enero de hace tres años «no fue un día hermoso', sino 'un día terrible», pero evita criticar a Trump directamente.
El aniversario coincide también con el pulso legal que el Estado de Derecho mantiene contra el expresidente en su intento de responsabilizarlo legalmente por sus 91 imputaciones de delitos graves, entre ellos interferencia en las elecciones, intento de sedición, obstrucción a la Justicia y espionaje. En respuesta, Trump ha montado una campaña de intenso desafío judicial con el fin de tratar de impugnar, retrasar e interferir en todos los casos que tiene abiertos en múltiples jurisdicciones, y cuyos métodos incluyen el acoso y las amenazas de violencia contra miembros del sistema judicial.
El exmandatario, que mantiene ya dos casos ante el Supremo relativos a su inmunidad presidencial, ha retado también la decisión del máximo tribunal de Colorado de eliminarle de la papeleta electoral en ese Estado, al tiempo que ha amenazado también con desafiar legalmente la misma decisión de la secretaria de Estado de Maine. Mientras, el FBI investiga las amenazas de violencia contra los miembros del Tribunal Supremo de Colorado.
Pero los problemas de Trump no acaban ahí. El jueves los demócratas de la Cámara de Representantes hicieron público un informe que revela que sus empresas recibieron 7.8 millones de dólares de gobiernos extranjeros mientras él estaba en la Casa Blanca. El informe podría abrir un nuevo caso judicial por enriquecimiento en un ya abarrotado año judicial y electoral.
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