Secciones
Servicios
Destacamos
Las encuestas de opinión lo han venido indicando. Los expertos políticos lo han advertido. Y las primarias lo han demostrado: ninguno de los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden y Donald Trump, atrae a los electores.
Los últimos estudios demoscópicos han ... dado la sorpresa por el inédito grado de desilusión que generan los líderes demócrata y repúblicano. Incluso siembra dudas sobre la abstención que registrará la cita con las urnas, presentada casi como un duelo al sol y que resulta de enorme trascendencia para el futuro del país. Uno de cada cuatro votantes (25%) rechaza dar su papeleta a Biden o Trump y expresa su preferencia porque existiera un tercer aspirante distinto a ellos.
Se trata de un desencanto histórico en casi cuatro décadas, desde que se miden los denominados 'dobles enemigos' (no les gusta ni uno ni otro). Y desde luego marca una diferencia radical con aquellas elecciones entre Bush y Dudakis de 1988 donde solo un 5% se confesaba decepcionado por los aspirantes. El resto tenía claro por quién votar. Ganó Bush.
Pero si el dato de 'dobles enemigos' es relevante, existen otros que apuntalan cómo los estadounidenses no se sienten contentos con tener que volver a elegir de nuevo entre el binomio de hace cuatro años, el que ya se conoce como 'duopolio'. El Pew Research Center muestra en sus sondeos que, si fuera posible, casi la mitad de los electores (49%) reemplazaría a ambos candidatos. Y una encuesta de NBC News muestra que los 'dobles enemigos' se dividen en partes iguales entre los demócratas (31%), los republicanos (31%), y los independientes (28%).
La realidad es que, por distintas razones, ninguno de los dos partidos principales ha sido capaz de presentar otras opciones viables para la Casa Blanca, por no hablar de más interesantes. Al principio parecía un chascarrillo, pero es cierto que la edad y la vulnerabilidad cognitiva son dos de los factores que más pesan en el desencanto. Biden y Trump han establecido el récord de presidentes de mayor edad durante sus respectivos mandatos, y ahora se empeñan en superarlo.
El presidente, miembro de la Generación Silenciosa que precedió a los 'baby boomers', cumplirá 82 años el 20 de noviembre, poco después de las elecciones, que serán el día 5. Trump, que acaba de cumplir 78 años la semana pasada, se adelantó a Biden como el presidente más longevo en la historia cuando tomó posesión del cargo en 2017. Los dos han demostrado que se puede gobernar el país más poderoso del mundo a la edad en que uno se vuelve experto en la petanca, pero en esta campaña están revelando que el tiempo pasa factura. Y que la edad avanzada conlleva menos flexibilidad y una mayor desconexión con las prioridades políticas de un país metido en un contexto complejo. La economía, el apaciguamiento interno, la migración, las guerras y los nuevos competidores internacionales figuran en la agenda inmediata.
El miedo a la edad de Biden ha cargado fuertemente el debate interno entre los demócratas. Y aunque continúan alarmados con la vulnerabilidad que los 81 años del presidente representan en la contienda, los barones del partido mantienen el compromiso de no ventilar sus temores en público ni hablar de los errores y distracciones de su líder. Pero el miedo persiste. Y las encuestas lo avalan.
Mientras los republicanos explotan a su favor las confusiones de Biden en los actos públicos, los demócratas los excusan y contraatacan. Disculpan a Biden por quedarse «un poco dormido» después de largas horas de viaje y tediosos protocolos públicos al tiempo que critican a Trump por echarse una cabezadita durante su juicio penal. El magnate también suele cometer equivocaciones en sus declaraciones y mítines más recientes, aunque la mayor debilidad para los republicanos reside en su carácter explosivo e imprevisible, el desprecio, la tendencia a la radicalidad y su nuevo perfil de convicto. Paradójicamente, su misoginia no es óbice para que se esté atrayendo a una potencial votante femenina que en 2020 eligió a Biden.
Una cosa está clara: Trump alimenta los 'dobles enemigos'. En las elecciones de 2016 que le enfrentaron a Hillary Clinton, el 20% de los electores dijo que no votaría ni al líder republicano ni a la exsecretaria de Estado de Obama. Cuatro años más tarde, el grado de desencanto fue del 13% en la primera confrontación Trump-Biden. Ahora ha subido al 25%.
Contrarrestar esta decepción tiene una importancia vital en un contexto de biloparización. Los dos aspirantes conservan un cuasi-empate en los sondeos y crece la sensación de que la victoria se decantará por un escaso número de papeletas en seis Estados. Así que a los dos aspirantes les quedan seis meses para pescar en el caladero de los 'dobles enemigos'; para convencer a quienes les ven, sobre todo, como dos individuos que llegaron a la carrera electoral sin carisma, que han tomado decisiones muy negativas en sus presidencias, que encarnan políticas antiguas y repetitivas y que, además, afrontan las urnas como una pelea personal. Por cierto, a esto último han ayudado sus jefes de campaña, que están planteando los comicios como un juicio al rival.
Los 'dobles enemigos', más allá de su rechazo a los actuales candidatos, poseen por lo general una estimable preparación política y una idea clara sobre cómo debe ser su próxima Administración. El 45% señala su preferencia por el control republicano del Congreso, mientras que el 43% desea que los demócratas estén a cargo de la presidencia.
Su perfil es el de una persona políticamente moderada, con estudios, poco amiga de las polémicas abrasivas y residente en los suburbios y zonas residenciales. Son ciudadanos que recuerdan muy mal el final de la anterior presidencia de Trump y el asalto al Capitolio, pero que se han decepcionado durante esta legislatura con la estrategia económica y migratoria de Biden. Pero, sobre todo, son estadounidenses frustrados por la falta de alternancia.
Los electores republicanos han tenido la oportunidad de elegir durante las primarias entre una larga lista de candidatos, aunque la participación ha sido en general baja. En algunos Estados se ha limitado a solo un tercio de los votantes registrados. La sombra de Trump lo ha ocupado todo.
En el bando demócrata, los potenciales candidatos se abstuvieron de presentarse para preservar la unidad, como manda la norma cuando el presidente en el cargo es del mismo partido. Aun así, las encuestas en julio de 2022 mostraban que solo el 23% de los demócratas estaba entusiasmado con su candidatura. A pesar de estar abiertos a otras alternativas, los electores demócratas se sienten estancados ante la cita de noviembre.
Por otra parte, en el indeseable, pero plausible caso de que algo sucediera, la vicepresidenta Kamala Harris se vería elevada a la presidencia y tendría como vicepresidente al líder de la Cámara de Representantes, el republicano extremista Mike Johnson, el siguiente en la línea de sucesión. El escenario desagrada a los demócratas, mientras supone una motivación de voto a favor de Trump por parte de su base de tendencia racista y misógina. Muchos irán a votar con los dedos cruzados, dejando de lado su aprensión.
«El carácter importa». Bajo este lema, el equipo electoral de Joe Biden ha salido al ataque y lanzado una campaña que resalta los problemas legales de Donald Trump. Con un coste de 46 millones de euros y anuncios que se insertarán en medios nacionales y otros destinados a las audiencias negra, hispana y asiática, la publicidad incluye una foto de la ficha policial del líder republicano y el mensaje de que los votantes elegirán en noviembre entre un «criminal convicto» y un «presidente que lucha por tu familia». Los demócratas persiguen así influir entre los 'dobles enemigos' recordando la reciente condena de Trump y sus juicios pendientes.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.