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El jueves Estados Unidos llevó a cabo un polémico ataque en Irak para asesinar a Mushtaq Jawad Kazim al-Jawari, líder de las milicias Harakat al-Nujaba, financiadas por Irán, que, según Washington, preparaba un ataque contra sus tropas. ¿Quién estaba al mando? Desde luego ... no el secretario de Defensa, Lloyd Austin que, como se supo el sábado, ni siquiera se encontraba en el Pentágono, sino en el Hospital Walter Read.
Por razones aún desconocidas, Austin, de 70 años, estaba ingresado en cuidados intensivos desde el lunes tras sufrir complicaciones derivadas de una operación médica el pasado 21 de diciembre. No había informado de ello ni a los mandos militares, ni al Consejo de Seguridad Nacional, ni al asesor de Seguridad Nacional, ni a la Casa Blanca. En su ausencia, su adjunta, Kathleen Hicks, que se encontraba de vacaciones en Puerto Rico, tomó el mando del Departamento de Defensa más importante del mundo. Los portavoces del Pentágono achacan el fallo de comunicación a que la jefa de gabinete de Austin, Kelly Magsamen, también estaba enferma.
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Todo ello ha causado gran malestar en EE UU, especialmente, entre la oposición. ¿Estuvo el país Unidos desprotegido? ¿Qué hubiera pasado si se hubiera producido una emergencia? ¿Quién hubiera dados las órdenes para activar el botón nuclear? La incertidumbre sobre lo que ocurrió durante esos cuatro días de vacío de poder habla también de lo mal que maneja la comunicación el Gobierno de Biden. Pese a haber quedado en ridículo por no haber sabido lo que ocurría en el Pentágono, mientras estaba de vacaciones en el Caribe, Biden ha renovado «su plena confianza» al actual secretario de Defensa, al que no piensa despedir, dijo este lunes la portavoz de la Casa Blanca.
Biden y Austin mantienen una estrecha relación desde que se conocieron en Irak, donde Austin y el hijo mayor del entonces vicepresidente, Beau Biden, iban juntos a misa. El primogénito de Biden falleció de un tumor cerebral que su padre atribuye a los productos químicos desprendidos durante la quema de residuos militares en Irak.
El sábado, después de que 'Político' hiciera público el desconocimiento de la Casa Blanca sobre la ausencia de Austin, ambos sostuvieron una larga y «cálida» conversación telefónica en la que presuntamente Austin informó al presidente de los detalles de su enfermedad. Según el resumen de la llamada que publicó al día siguiente la Casa Blanca, el presidente se interesó por su salud y le renovó su apoyo. Austin ha admitido en un comunicado que «pudo hacer mejor las cosas» y asume «plena responsabilidad» por las consecuencias.
Eso no ha conformado a los críticos, ni siquiera a los de su propio partido, que se ven obligados a admitir que «el presidente tiene derecho a saber dónde están los miembros de su gabinete para poder consultarles en cualquier momento». Los expertos consideran que esta picia es un regalo para la oposición en año electora, ya que sin duda será explotado para tachar al Gobierno de Biden de caótico. El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, ha dicho que investigarán lo sucedido y modificarán los procedimientos «si es necesario».
El Pentágono asegura que no hubo ningún vacío porque la cadena de mando prevé estas situaciones, pero lo cierto es que la adjunta de Austin no fue informada de que se había convertido en la primera mujer al frente del Pentágono hasta el jueves, cuatro días después. Desde su hotel en Puerto Rico «inmediatamente se involucró con el personal para redactar un comunicado público e informar al Congreso», dijo un portavoz. Dos días antes Austin le había transferido «responsabilidades operativas que requieren capacidades de comunicación constantes y seguras», algo que ocurre ocasionalmente sin que se relacione con la ausencia del secretario de Defensa y sus asuntos de salud. Al conocer que estaba al mando, Hicks tomó algunas «decisiones de gestión y operaciones rutinarias» antes de regresar a Washington el 6.
En un comunicado bipartidista firmado de forma conjunta por los dos congresistas de más alto cargo en el Comité de Servicios, el demócrata Adam Smith y el republicano Mike Rogers, el Congreso advierte de que «quedan muchas preguntas sin responder, incluyendo qué procedimiento médico (tuvo el secretario de Defensa), cuáles fueron las complicaciones que sufrió, su actual estado de salud, cómo se llevaron a cabo sus responsabilidades y las razones por las que se retrasó la notificación al presidente».
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