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Donald Trump se precia de no haber involucrado a Estados Unidos en ninguna guerra extranjera. A mitad de su mandato, Joe Biden, considera ya la segunda -tras Ucrania- si consigue convencer a sus socios de que urge intervenir en Haití. Ese será uno de los ... temas de la primera reunión bilateral en suelo canadiense que mantendrán este viernes el primer ministro de este país, Justin Trudeau, y el presidente de EE UU.
Es tradición entre los inquilinos de la Casa Blanca visitar a su vecino del Norte nada más llegar a la presidencia, pero los dos últimos se la han saltado aunque por motivos diferentes. Trump no soportaba al joven Trudeau, que tan bien se llevaba con Barack Obama. Su única visita a Canadá fue para la cumbre del G7 más de dos años después de llegar al poder. De allí salió increpando a su anfitrión, al que calificó de «débil» y «deshonesto» y acusó de «apuñalarle en la espalda» tan pronto se subió al avión. Le amenazó incluso con rescindir los acuerdos a los que habían llegado para el libre comercio en Norteamérica.
Su sucesor también ha tardado en visitar Ottawa pero precisamente porque no lo necesitaba. Sus relaciones con el mandatario vecino son «excelentes», dice la Casa Blanca, y la invasión de Ucrania le ha obligado a concentrar todos sus esfuerzos diplomáticos en Europa. La apuesta que hizo Trudeau en 2016 dio sus frutos. Para entonces ya se sabía que el vicepresidente de Obama había sacrificado temporalmente sus aspiraciones presidenciales en favor de la exsecretaria de Estado, Hillary Clinton, al encontrarse de duelo por la muerte de su primogénito. El primer ministro canadiense decidió en diciembre de ese año agasajar a Biden con una cena de Estado, cuando ya tenía un pie fuera de Washington y había un nuevo presidente electo.
Trump no olvidó esa ofensa. Biden recuerda la llamada de condolencias que le hizo el padre de Trudeau -entonces primer ministro canadiense, como ahora su hijo- cuando era un joven senador que había perdido a su mujer y a su hija en un accidente de tráfico. Esa es la íntima relación de confianza que une a los dos mandatarios. La que aprovechará el presidente de EE UU para intentar solidificar la alianza militar y comercial entre ambos países. Canadá no es sólo un vecino, «es también un aliado de la OTAN», recordó el almirante retirado John Kirby, coordinador para comunicaciones estratégicas del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. En ese sentido ha sido un socio fiel que recientemente ha donado dos tanques al Ejército ucraniano y 5.000 cartuchos de munición, además de apoyar todas las sanciones que Washington ha buscado.
El presidente estadounidense quieres ahora la colaboración de Canadá para responder al grito desesperado de la ONU en Haití, donde el martes sus funcionarios llamaron a la comunidad internacional a considerar «urgentemente» el despliegue de «una fuerza de apoyo especializada y limitada en el tiempo» que tenga un plan de acción preciso y a la vez amplio para hacer frente a los violentos choques de bandas rivales en la capital, Puerto Príncipe. Trudeau se resiste con el argumento de que no tiene suficientes militares.
Canadá ha apoyado a Estados Unidos en su guerra estratégica contra China, sus planes para frenar la entrada migratoria por la frontera con México y controlar el tráfico de opiáceos sintéticos, la lucha contra el cambio climático, el fortalecimiento de la defensa aérea de Norteamérica y el fomento del empleo que genera su intercambio comercial. El resto lo discutirán cara a cara este viernes en una íntima reunión de trabajo a la que llegarán con el buen sabor de la cena de gala que saborearon juntos la noche de este jueves.
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