Obama, Biden y Clinton en un acto de recaudación de fondos en Los Ángeles en junio, la última vez que se vio a los tres juntos. AFP

Biden estudiaría ya con su familia la renuncia a la carrera electoral

El presidente cree que Obama y Nancy Pelosi le han sido desleales, y siembra el temor a una crisis entre los demócratas

Sábado, 20 de julio 2024

El Partido Demócrata necesita retomar el control de su candidatura antes de que el debate sobre la sucesión de Joe Biden se convierta en un drama interno. La cúpula observa con creciente alarma el enfado y la frustración del presidente frente a lo que él ... y su familia entienden que han pasado de ser críticas aisladas a una campaña organizada con el propósito de sacarle de la carrera electoral.

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Cuarenta miembros del Senado y de la Cámara de Representantes se han manifestado públicamente a favor de su relevo. Sin embargo, al mandatario le enerva más lo que se comenta a sus espaldas dentro del partido y que, mayormente, conoce a través de las filtraciones a los medios. Parece que ha encontrado una culpable en una aliada histórica: Nancy Pelosi, a la que consideraría una de las máximas responsables de agitar el debate interno que le empuja hacia la puerta de salida.

Pero lo peor es que amenaza con desatar una tormenta sobre Barack Obama, a quien vería como un traidor por recomendar su sustitución de manera velada, cuando dijo hace unos días que las opciones electorales se reducen sensiblemente con el actual candidato. Los dos llegaron a la Casa Blanca en 2009 sin apenas conocerse y los dos protagonizaron, como presidente y vicepresidente, un cambio histórico en la gobernanza de Estados Unidos, posiblemente tan ilusionante como la llegada al poder de John Fitzgerald Kennedy en 1961. Su liderazgo acabó en enero de 2017. Dieron el relevo al primer Ejecutivo de Donald Trump.

Los estadounidenses contienen la respiración ante la que puede ser la primera retirada de un candidato presidencial en 55 años. Y más desde que este sábado la cadena NBC informase de que en la casa de Biden en Delaware se desarrolla un intenso debate sobre cuál sería el mejor modo de anunciar su renuncia. La primera dama, Jill Biden, su hijo Hunter y su hermana Valerie, participarían junto con los asesores más cercanos en esta discusión, que no ha sido confirmada por el clan.

El mandatario atacó este sábado a Trump en las redes como si nunca hubiera pensado que su futuro electoral está en peligro

Los tres escenarios barajados en la marejada de rumores surgida en el partido son tres: un anuncio de 'dimisión' inmediato; aguardar a que el mandatario se reponga del covid por una elemental cuestión de cortesía y reconocimiento; o esperar a que pase la visita del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, prevista para el miércoles en Washington.

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La lucha sin cuartel del candidato prosigue, aunque parece haber entrado en una fase «reflexiva». Fuentes de su entorno explicaron a la NBC que la familia se siente profundamente dolida por cómo diferentes cargos del partido, donantes y aliados le dan la espalda de una manera «irrespetuosa». Aun así, parece dispuesta a organizar una transición calmada con el fin de «dejar al partido en la mejor posición posible para vencer a Donald Trump». En esa marcha se rendiría homenaje a las «más de cinco décadas en las que (Biden) ha servido al país».

Nancy Pelosi, una aliada histórica del mandatario de la que ya no se fía. EFE

Esta postura contrasta, no obstante, con los últimos movimientos del aspirante que, aparte de dejar claro que continúa en la carrera, lanzó este sábado una serie de tuits como si nunca hubiera pensado que su futuro electoral peligra. Biden explica desde su convalecencia que escuchó el discurso de Trump en la Convención Nacional Republicana y que su propósito es «derrotarle en las urnas». Anunció incluso el inicio de una captación de fondos para reforzar su objetivo. Por su parte, 'The Washington Post' señaló anoche que el clan familiar arropa a su patriarca, busca fórmulas para enderezar la situación y no contempla en modo alguno su renuncia. La conclusión: nadie sabe exactamente lo que pasa por la cabeza del presidente.

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Tres tótems del partido

Nunca los demócratas se han visto sumergidos en una crisis política y personal como esta en mitad de una campaña electoral. Y menos una que implique a tres de los grandes tótems del partido, con un intenso ascendiente sobre las bases. Solo se salva el expresidente Bill Clinton, que mantiene un perfil mesurado y se ha dedicado a convencer a los donantes de que mantengan su confianza en Biden.

Pelosi, de 84 años, expresidenta de la Cámara de Representantes, pertenece a la misma generación política del candidato. Por eso, los dos se han entendido siempre. Al comienzo de la campaña, cuando en algunos sectores ya había dudas sobre la edad de Biden, ella actuó como un firme respaldo a su nominación y esa actitud sirvió de garantía para muchos delegados de que un nuevo duelo con Trump era posible y, sobre todo, factible. La propia lideresa pasó hace tiempo por una situación parecida cuando un grupo de congresistas maniobró para que cediera la presidencia de la Cámara a políticos más jóvenes. Supo reprimirles. Está considerada una estratega de lujo y la persona que posiblemente mejor conoce la distribución ideológica de EE UU.

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Las claves

De su partido

Cuarenta miembros de la Cámara de Representantes y del Senado han abogado en público por su retirada

En junio

Su desafortunado papel en el debate televisado con Trump supuso un punto de inflexión

Alternativa

Kamala Harris parece la sustituta perfecta y podría utilizar los 210 millones logrados en la campaña

Todo ha cambiado entre los dos veteranos desde el debate de finales de junio contra Trump. Ella ha repetido públicamente que es Biden quien debe tomar una decisión sobre la candidatura en un ejercicio de cautela y calculada ambigüedad, posiblemente por cortesía, no echar más leña al fuego y evitar una deshonrosa marcha atrás en caso de que el partido le mantuviera. Sin embargo, internamente su mantra resulta otro. El escepticismo sobre las opciones del octogenario aspirante y las presuntas conversaciones con otros dirigentes sobre la conveniencia de persuadirle de que se vaya han llegado hasta la Casa Blanca. El presidente se siente disgustado por la deslealtad de su cómplice política, con la que se ha enfrentado a las peores batallas con el republicanismo durante cuatro años de gobierno y sacado adelante importantes proyectos legislativos.

Pelosi, según distintos medios, cree que la caída de la popularidad del presidente puede laminar todas las opciones demócratas de conquistar la Casa Blanca y las principales instituciones de EE UU. Lo mismo opinan decenas de legisladores. Los californianos Adam Schiff y Jim Costa se han sumado a la petición de renuncia, al igual que los senadores Sherrod Brown (Ohio), Jon Tester (Montana), Peter Welch (Vermont), Martin Heinrich (Nuevo México) y Jamie Raskin (Maryland), un hombre importante en el organigrama y clave en el comité que investigó el asalto al Capitolio en 2021. Hasta ahora los miembros de la Cámara Alta se habían mostrado en un prudente tempo, pero ya están movilizándose como sus compañeros de la Cámara de Representantes.

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Es muy posible que el punto de inflexión entre los dos aliados se produjera hace unos díasen una aspera conversación telefónica. La lideresa instó a Biden a retirarse con el argumento de los pésimos datos que ofrecen las encuestas. Él le presentó los suyos, mucho mejores. La discusión subió de tono y en un momento dado Pelosi pidió a Mike Donilon, el asesor-jefe del presidente, que le mostrase los negativos sondeos que abundan por doquier.

Con Obama, Biden ejerció de vicepresidente en tiempos complicados, afectados por la responsabilidad de mantener la ilusión entre el electorado progresista y la encomienda de demostrar cómo era posible dejar el país en manos de un presidente afroamericano. El mandatario considera ahora que su antiguo jefe le ha soltado la mano. No es que los dos hayan mantenido un estrecho contacto, pero Biden nunca hubiera creído que Obama pudiera dudar de él y decir que las opciones demócratas en las elecciones se estrechan si continúa al frente. Más todavía cuando Clinton, que ocupó el Despacho Oval entre 1993 y 2001, salió enérgicamente a defenderle después de su desafortunada intervención en el debate televisado con el magnate. «Los hechos y la historia importan. Biden nos ha sacado del barrizal en el que nos dejó sumido Trump», declaró.

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La última ocasión en la que los tres dirigentes estuvieron juntos fue el 15 de junio para recaudar fondos durante una gala en Hollywood. Compartieron escenario con Julia Roberts y George Clooney. El actor ha mostrado su «amor» al presidente pero también le ha pedido su marcha porque «la única batalla que no puede ganar es la lucha contra el tiempo». Antes de publicar esta carta en 'The New York Times', el intérprete se la envió a Obama.

Conservar el legado

En el entorno del expresidente afroamericano se dice que su sucesor ha entendido mal el sentido de sus palabras. Que Obama no ha pretendido minusvalorarle sino que su propósito es conservar el legado legislativo de Biden. Si le pide apartarse es, precisamente, para que los republicanos no tomen el control de la Administración y fulminen las leyes progresistas del último Gobierno, además de otros proyectos como la mejora de la sanidad pública, un mayor blindaje del derecho al aborto o el control de armas. Si no hay suerte con la Casa Blanca, el partido quiere retener al menos la Cámara de Representantes como bastión opositor a los conservadores.

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Nunca mejor dicho, el tiempo corre a favor de Trump. Por eso, cada día que pasa un número mayor de cargos urge a acelerar la nominación de un nuevo candidato. Aparte de la convención nacional fijada para agosto, los congresistas quieren evitar luchas o cruces de reproches entre partidarios y detractores, sobre todo con Obama y Pelosi en el tablero.

La vicepresidenta Kamala Harris aparece como la sustituta perfecta, no solo por su control de la actividad gubernamental sino porque todos los delegados la conocen, el electorado le da buenos porcentajes y podría utilizar los 210 millones de dólares acumulados en la campaña. Pelosi es partidaria de su nominación en una convención aparentemente abierta para generar ilusión entre las bases y que no parezca una coronación, como ya lo tildan los medios estadounidenses.

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Jill Biden y el hijo del presidente, Hunter, dos de los grandes apoyos del candidato. AFP

Un estrecho círculo de apoyo liderado por su esposa y sus hijos

La mujer y los hijos de Joe Biden no se han apartado de su lado durante la crisis de su candidatura y ahora le rodean, junto a un estrecho grupo de colaboradores, durante la convalecencia por el coronavirus en su casa de Delaware. Todos ellos sienten, según distintos medios, un profundo malestar por cómo el Partido Demócrata trata al presidente. Ni le han apoyado para continuar en la carrera electoral ni le han mostrado el «respeto» preciso desde su debate televisado con Donald Trump. En su entorno se lamenta la «crueldad» con la que algunos compañeros y tertulianos afines hasta hace unas pocas semanas se han pronunciado sobre sus despistes dibujándole como un octogenario con sus facultades mermadas pese a que a diario se enfrente a las responsabilidades del Despacho Oval.

El líder demócrata está mostrando una tenacidad fuera de lo común. Quizás en esa tozudez para optar a la reelección pese el recuerdo de la jugada que su partido le hizo en 2016, cuando el equipo de Obama le persuadió de que lo mejor era que él no se presentase contra Trump, pese a haber sido el vicepresidente durante los dos mandatos anteriores, y le dejara el puesto a Hillary Clinton y Bernie Sanders. Los dos perdieron en las urnas ante el republicano. Tiempo después, Biden confesaría en televisión que «todos los días lamento» haberse dejado convencer.

Ahora Biden escucha solo a su familia y sus asesores más cercanos. A otros ni les coge el teléfono y a algunos congresistas les ha dejado colgados al otro lado de una videoconferencia. Cada mañana se lee tres periódicos, 'The New York Times', 'The Washington Post' y 'The Wall Street Journal', y mira varios informativos de televisión. Por lo tanto, sabe que las cosas pintan mal para él, aunque hasta ahora se ha mostrado convencido de sus posibilidades der ser reelegido.

Habla o intercambia mensajes a diario con su hijo Hunter, que se ha convertido en su principal consejero. Mike Donilon, su asesor-jefe, también le es leal contra viento y marea, al igual que su exresponsable de gabinete, Ron Klain, y el senador por Delaware Chris Coons, quien le recuerda que en la Cámara Alta continúa teniendo apoyos.

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