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Dos magníficos pájaros entraron el domingo por las calles de Washington en un Cadillac Escalade negro y se registraron bajo la atención de las cámaras en el lujoso hotel Willard Intercontinental, donde se les asignó una suite recién renovada (con la moqueta cubierta de plástico ... como precaución). «Subieron a sus habitaciones, vieron el mapa de la ciudad con las diferentes atracciones a visitar, tomaron un baño de burbujas y he oído que también algo del minibar», contó solemne Markus Platzer, gerente del hotel.
Liberty y Bell, como habían sido bautizados, eran las estrellas de la ceremonia de este lunes en la Casa Blanca, donde el presidente Joe Biden cumplió con la tradición de perdonarles la vida, en una semana en la que los estadounidenses devoran 46 millones de pavos, según el Departamento de Agricultura. Eso supone un 21% de todos los pavos que se comen en el año. O sea, una auténtica masacre. Este año el presidente Biden les robó protagonismo al cumplir 81 años justo cuando todo el país se plantea si es demasiado viejo para seguir en la Casa Blanca otros cinco años. Biden combatió los cuchicheos en voz alta con sentido del humor, mientas los custodios del pavo le cantaban el «Happy Birthday». «Es duro cumplir los 60» bromeó. Se trataba del 76 aniversario de la ceremonia para perdonar a dos pavos. «Y os aseguro que yo no estaba allí en la primera», se rió.
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Mercedes Gallego
Con sus plumas blancas algodonadas y recién peinadas, dicen los cronistas que los dos pájaros escuchaban atentamente y se comportaron con dignidad durante la ceremonia sin interrumpir a su salvador. En realidad había sido la secretaria de Comunicación de la Casa Blanca la encargada de escogerlos a través de un álbum de fotos que le sirvió para decidir cuáles eran más fotogénicos para las portadas de medio mundo. Los afortunados nacieron en julio pasado en Willmar (Minnesota), desde donde habían llegado el domingo tras más de 20 horas de carretera, que les amenizaron con música contemporánea. «Puedo confirmaros que son «swifties» (seguidores de Taylor Swift), aunque también les gusta Prince», contó divertido Steve Lykken, presidente de la Federación Nacional de Pavos.
El primero que tuvo el privilegio de abrazar a los dos pájaros algodonados fue el nieto de Biden, Beau, de tres años, hijo de la oveja negra del presidente -quien le bautizó con el nombre de su hermano fallecido, pero que no se pierde una oportunidad de ir a la Casa Blanca mientras pelea por su libertad en los tribunales y por su nombre en los tabloides, donde se ha convertido en la diana favorita de los republicanos-. Le acompañaban los hijos del personal del Ejecutivo, que tienen el privilegio de correr por los jardines de la mansión presidencial en estas fechas. Son días señalados en los que los estadounidenses recorren el país sin la alfombra roja que recibió a Liberty y a Bell para comer el pavo en familia.
El mandatario recordó que también es la fecha en la que más se nota la ausencia «de aquellos a los que perdimos». Eso contó la víspera a los soldados de una base militar de Norkfolk (Virginia) con los que compartió anticipadamente el pavo y recordó cuánto echaban a Beau mientras estuvo destacado en Irak. Biden está convencido de que fueron las toxinas derivadas de quemar material militar en Irak las que produjeron el cáncer que le mató. «Tenía una gran integridad», recordó nostálgico.
Este jueves comerá el pavo en la isla de Nantucket (Massachusetts), donde pasará las fiestas con su familia, mientras que Liberty y Bell volverá a Minnesota para vivir el resto de sus días como mascota de la universidad estatal y «esperamos que puedan atender algún partido de hockey», prometió Lykken.
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