La Cámara Baja se ha cuadrado, que era lo difícil. Ahora le toca al Senado, donde los demócratas tienen mayoría, pero algunos senadores -a izquierda y derecha- quieren más tiempo para introducir modificaciones a la Ley de Responsabilidad Fiscal que liberará al Gobierno de Joe ... Biden del techo de la deuda a cambio de recortar 2,1 billones de dólares del gasto público y someterse a un plan de austeridad durante los próximos dos años. «Tiempo es un lujo que no tenemos», atajó el líder del Senado, Chuck Schumer, al fustigar a quienes pretenden renegociar los términos de la ley.
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Según las proyecciones de la secretaria del Tesoro Janet Yellen, la capacidad del Gobierno para seguir cumpliendo con sus obligaciones sin adquirir nueva deuda se agotará el lunes. Nunca en la historia el Ejecutivo de EE UU ha incumplido sus pagos. De esa credibilidad depende su capacidad de seguir adquiriendo deuda a bajo tipo de interés, gracias a la excelente calificación de AAA que le tienen asignada las agencias crediticias más importantes del mundo. Algunas están observando estas negociaciones con inquietud. Fitch ya lo puso en «observación negativa» la semana pasada, cuando las partes llegaron al puente del Memorial Day sin acuerdo.
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Y en 2011, cuando Barack Obama firmó la ley apenas dos horas antes de que expirase el plazo para los impagos, S&P devaluó por primera vez en la historia el crédito de EE UU a AA+. Con ello los bonos del Tesoro que las instituciones financieras utilizan como colateral para sus transacciones perdieron valor, los mercados cayeron un 15% y los costos del Gobierno estadounidense para mantener su deuda se dispararon. Todo ello, sin que se lograra ninguna mejora fiscal a largo plazo, porque si entonces el déficit estaba en 15 billones, hoy pasa de 31.
Conservadores fiscales como el senador republicano Mike Lee tienen motivos para quejarse de que el acuerdo alcanzado tampoco reduce el déficit a largo plazo, sólo congela el gasto para el 2024 y autoriza un 1% de aumento para el 2025, muy por debajo del 5% de la inflación, lo que supone de facto un recorte. Pero si el año pasado el pago de los intereses de la deuda estadounidense ascendió a 710.000 millones de dólares, en el primer trimestre de este año ha llegado a los 929.000 anuales.
Según la estimación de la Oficina de Presupuestos del Congreso, el año pasado supuso 1,6% del PIB pero en 2052 ascenderá al 7,2%. «La ironía es que este no es momento de pensar en la reducción del déficit», sostenía este jueves en su columna del 'Washington Post' Ezra Klein. «Yo lo pondría en la lista de preocupaciones por debajo del cambio climático, la Inteligencia Artificial y los grandes conflictos».
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Desde la izquierda, el senador socialista Bernie Sanders ve otras preocupaciones todavía más importantes, como la situación presente de las familias trabajadoras que se verán afectadas por los recortes del gasto social que ha tenido que aceptar Biden a cambio de liberar el techo de la deuda durante dos años. «En un momento de riqueza masiva y grandes desigualdades, no puedo en conciencia votar por la ley que se lo pondrá todavía más difícil a las familias trabajadoras para pagar el indignante precio del cuidado de los niños, la casa y la sanidad mientras se lo pone más fácil a los acaudalados y la mayoría de las grandes empresas con beneficios para seguir engañando en los impuestos», expresó en un comunicado.
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Uno de los sacrificios más importantes que tendrá que hacer el Gobierno de Biden bajo este acuerdo es renunciar a los 20.000 millones con los que iba a reforzar el Ministerio de Hacienda para perseguir el fraude y la evasión fiscal de las grandes empresas y quienes ganasen más de 400.000 dólares al año. Los republicanos claman que eso hubieran supuesto también 600.000 auditorías más a lo largo de la próxima década para quienes ganan menos de 75.000 dólares anuales. «Van a por ti», dijo el portavoz del Congreso Kevin McCarthy mirando a las cámaras.
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En lo que todos están de acuerdo es que el impago no es una opción. Por eso, aunque muchos duden de los plazos que ha estimado el Tesoro, nadie se arriesgará a hundir la economía mundial prolongando las negociaciones con mociones que requerirían volver a votar la ley en la Cámara Baja para reconciliar las versiones. Si Lee insiste en negociar términos más conservadores es porque cree que hay margen de maniobra hasta mitad de julio, y si Sanders se permite decir que no votará a favor de la ley es porque sabe que hay votos suficientes para que se apruebe sin el suyo. «Lo mejor que se puede decir de esta ley es que podía haber sido mucho peor», admitió. «En lugar de proponer recortes masivos a la sanidad, la educación y los programas de asistencia social, propone recortes moderados durante dos años y previene una catástrofe económica, a la vez que extiende el techo de la deuda hasta el 1 de enero de 2025 para que no tengamos que pasar de nuevo por este absurdo proceso».
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