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Mercedes Gallego
Martes, 5 de noviembre 2024, 09:20
Donald Trump ni siquiera se había subido al escenario de Grand Rapids (Michigan), donde esta madrugada acaba de cerrar su campaña, y Kamala Harris apenas acababa de terminar su último discurso en Filadelfia (Pensilvania) cuando la pedanía de Dixville Notch (New Hampshire) ya tenía los ... resultados de su diminuta población: 3 votos para Donald Trump y 3 para Kamala Harris.
De acuerdo con la tradición, Dixville Notch presume de avanzar el resultado electoral del país con una muestra profética, que esta vez también resulta salomónica. El empate coincide plenamente con el de las encuestas, que no han sido capaces de adelantar a un ganador en el marcador. Ambos candidatos salieron a poner la última palabra con la convicción de que hoy ganarán las elecciones.
De los siete estados que han concentrado su atención, Pensilvania se convirtió en el escenario de la batalla final. Los dos se disputaron los votos mano a mano hasta el último minuto, cruzándose en Pittsburgh. De ahí, Trump se dirigió a Grand Rapids (Michigan), para intentar repetir el final de campaña que dio pie a su victoria de 2016. «¿Os acordáis?», preguntó nostálgico a su público. «Nos daban un 3% de posibilidades, y yo les decía, ¿cómo vamos a perder con una audiencia como esta?».
A la de esta madrugada, que le esperó con entusiasmo a deshoras, prometió devolver el brillo de la industria automovilística de Detroit, imponiendo aranceles del 10% sobre todos los coches que se fabriquen o se importen desde México. «¡O el cien por cien, o el doscientos por cien!». Aranceles que promete mantener e incluso extender a China mientras dejen entrar fentanilo, la droga que suma doscientos muertos diarios en EEUU.
Su convencimiento de que vuelve a tener a tiro la Casa Blanca se trasladó en veladas amenazas con revueltas sociales, si no se respeta su presunta «victoria». «Espero que no se roben las elecciones otra vez, la gente está ya muy enfadada» advirtió. Según dijo, va 20 puntos por encima, por lo que no hay margen posible para la derrota. Tanto acaricia ya su vuelta a la mansión presidencial, que en ese último discurso se deleitó recordando su estancia en el dormitorio de Abraham Lincoln, «una experiencia surrealista, extracorporal», dijo mitómano. Los más de 900 mítines que según él ha dado no parecían haber hecho mella en su vitalidad desbordada con extenuantes discursos que se acercaron a las dos horas, tanto en Pittsburgh como en Grand Rapids.
Por contra Harris parecía poner el contador para dar paso al himno de Beyoncé con 'Freedom' a los 20 minutos, eso sí, precedida por Ricky Martin, Lady Gaga y Oprah Winfrey, en un festival callejero de entusiasmo esparcido por las calles de la ciudad. Casi 75 millones de personas han votado ya en Estados Unidos. Las cartas están echadas y, según Trump, esta noche celebrará «la mayor victoria política de la historia de EEUU». Su rival, «una lunática radical de izquierdas», se ha conformado con ignorar sus ataques para marcar el contraste entre las dos campañas.
La propuesta de la vicepresidenta es la de «pasar la página de una década de políticas guiadas por el miedo y la división». Su promesa es que, mientras Trump elabora listas negras de amigos y enemigos desleales, ella promete sentarlos a todos a la mesa para reconciliar al país en torno a la promesa de un futuro mejor. En la última semana las encuestas han registrado un ligero aumento de la intención de voto para la vicepresidenta, lo que ha sido capaz de ponerla por delante en un estado tan insospechado como Iowa, que no figuraba entre los persuadibles, sino que se consideraba sólidamente conservador. «El momentum está de nuestra parte», dijo satisfecha a su público. «No os equivoquéis, vamos a ganar».
Extraoficialmente no lo ve tan claro. Su campaña ha advertido a los donantes invitados esta noche a seguir los resultados en la Universidad de Howard de Washington DC, que no abandonen la capital, porque al día siguiente a mediodía les informarán del estado de la contienda. Un claro anticipo de que el recuento de los votos puede durar «varios días», dijo la asesora Dana Remus, como ocurriera en 2020, cuando Joe Biden tuvo que esperar hasta el viernes para declararse presidente electo. Pero si la campaña de Harris lo anticipa lento, la de Trump está decidida a cantar victoria cuanto antes, mejor.
La «mayor victoria política de la historia», en palabras del expresidente, podría cantarse esta misma noche. «Tan pronto como sus datos internos lo corroboren», dijo el asesor de Trump Stephen Miller. Prueba irrefutable de que el magnate todavía no las tiene todas consigo es que siguió atacando sin descanso a su rival, «una lunática radical de izquierdas», de bajo coeficiente intelectual, «todo el mundo lo sabe». La fiera política que lleva dentro solo se suaviza ante la presa herida, por lo que esta vez no ha podido permitirse ningún signo de debilidad.
Rodeado de sus hijos y nietos, acompañado por el sindicalista de la industria automovilística, Brian Pannebecker, y el alcalde yemení de Hamtramck, Amer Ghalib, Trump mostraba las cartas con las que juega para anotarse el estado que resquebrajaría el muro azul de los demócratas. Ajeno al cansancio de los más de 900 mítines que ha dado, según su cuenta, y las altas horas de la madrugada, el ex presidente disfrutó del baño de masas de su último mitin con el que espera vengarse de la derrota que le apartó del poder a los cuatro años de llegar a la Casa Blanca.
Nostálgico y resentido, esta semana cuenta que nunca debió haberse marchado y eso inquieta a los demócratas. «Si no salís a votar, es muy posible que nunca más tengamos la oportunidad de hacerlo», advirtió anoche Oprah Winfrey. Y en eso los invitados de Trump también coinciden: «Votad como si en ello os fuera la salud de vuestros hijos», pidió la expresentadora de Arizona Kari Lake, quien busca un asiento al Senado «para ayudar al presidente Trump con su agenda».
De ganar las elecciones en las próximas horas, el magnate llega dispuesto a sacudir Washington, mientras que Harris promete no hacer lista de enemigos, sino trabajar todos los días en la de sus tareas de gobierno. Dos propuestas de gobierno radicalmente distintas, que en cuestión de horas recibirán el veredicto de las urnas y cambiarán al mundo.
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