Para cuando un agente de los servicios secretos detectó el cañón de su rifle entre los arbustos del campo de golf, Ryan Wesley Routh ya llevaba allí doce horas y, ahora se sabe, más de un mes yendo y viniendo, según las señales de sus ... teléfonos móviles. Uno de ellos le sitúa viajando de Greensboro (Carolina del Norte) a West Palm Beach el 14 de agosto.
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El hombre al que se acusa del segundo intento de asesinato de Donald Trump habría preparado meticulosamente todos los escenarios, incluyendo el de morir en el intento. Antes de dejar Hawái hacia Carolina del Norte pidió a un amigo que le guardase una caja. Éste la abrió al ver su foto en las noticias y se la entregó a la policía al encontrar dentro munición, materiales explosivos y cartas escritas a mano, una de ellas dirigida «al mundo» que la fiscalía presentó este lunes ante el juez de Palm Beach frente al que Routh compareció por segunda vez para solicitar una fianza. Routh estaba decidido a terminar la faena o que alguien lo hiciera por él. A cambio ofrecía 150.000 dólares «a quien quiera que pueda completar el trabajo».
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En la carta, que podría interpretarse como un manifiesto de sus intenciones, reconoce desde la primera línea que se trataba de un «intento de asesinato» del expresidente. «Siento mucho haber fallado. Intenté hacerlo lo mejor que pude y le puse todas las agallas. Depende ahora de ustedes terminar el trabajo». Algunos medios de comunicación estadounidenses ni siquiera han querido publicar el contenido por temor a que incite a otros a tomarle la palabra. Después de todo, es muy posible que Routh estuviera siguiendo el camino marcado por Thomas Matthew Crooks, un joven de 20 años de Bethel (Pensilvania) que el 13 de julio le rozó la oreja al candidato republicano, mató a un bombero de entre la audiencia del mitin e hirió gravemente a otras dos personas. Crooks murió en el intento, abatido por un certero disparo de los servicios secretos, pero todo indica que se trataba de un rebelde sin causa al que no le importaba la ideología de su víctima, porque había considerado también asesinar al presidente, Joe Biden, y al fiscal general, Merrick Garland. Trump protagonizaba un acto electoral en Butler, a 45 minutos de su casa.
En el caso de Routh, que tenía un largo historial de altercados con las fuerzas del orden y llevaba años persiguiendo causas mayores, ya fuera en Taiwán contra China o en Ucrania contra Rusia, su objetivo parecía ser impedir a toda costa que Trump volviese a la Casa Blanca. «Todo el mundo alrededor del globo, desde los más jóvenes hasta los más ancianos, sabe que no está capacitado para nada, mucho menos para ser presidente de EE UU», argumenta. El hombre de 58 años, qué pasó en 1991 de ser un héroe galardonado 'súper ciudadano' por perseguir y capturar a un presunto violador a parapetarse a tiros contra la Policía, con un historial de más de cien delitos, considera que «los presidentes deben encarnar, como mínimo, el tejido moral que tiene Estados Unidos para ser amable, respetuoso y defender siempre a la humanidad». Sobra decir que para él «Trump falla en comprender cualquiera de estos valores».
La carta, que será utilizada en su contra, una vez que los expertos autentifiquen su escritura y la ubiquen en el tiempo, no significa que Routh estuviera dispuesto a morir en el intento. De hecho, salió corriendo ante los primeros disparos y dejó atrás las placas de cerámica que llevaba para protegerse de las balas, así como las cámaras con las que presuntamente iba a filmar su hazaña. Cuando la oficina del sheriff del condado de Martin le detuvo una hora después, conducía hacia el norte. Entre el historial de la media docena de teléfonos móviles que llevaba se ha encontrado la ruta por tierra que había estudiado para escapar a México por la frontera. Llevaba también tres matrículas distintas para despistar a las autoridades en su fuga. «Creyó que podía salirse con la suya, contó en conferencia de prensa el sheriff William Snyder, que destacó la calma con la que conducía cuando los agentes le dieron el alto.
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El FBI ha registrado durante siete horas su casa de Kaaawa (Hawái), a donde se mudó en 2018 para poner un negocio de construcción con su hijo. La campaña de Trump le considera un producto de «la izquierda radical» enardecido por las acusaciones de que su vuelta a la Casa Blanca representa un peligro para la democracia, pero Routh le apoyaba en 2016. «Soy lo suficiente hombre como para reconocer que juzgué mal y cometí un terrible error», escribió en las redes sociales. Ahora le culpaba hasta de la guerra de Gaza, por haber roto relaciones con Irán, y temía lo que su Gobierno pudiera representar para el mundo y, especialmente, para Ucrania, país al que había viajado gracias a los fondos recaudados en una plataforma de crowdsourcing.
Allí la enfermera Chelsea Walsh se alarmó tanto por su excéntrico discurso que al volver lo denunció a los funcionarios de inmigración, que la entrevistaron durante una hora en el aeropuerto de Dulles, cerca de Washington. «Si hay una persona a la que necesitáis vigilar es Ryan Routh», dijo al FBI y a la Interpol en notas separadas. El juez de West Palm Beach, que este lunes volvió a negarle la fianza, parece haberse quedado convencido de lo peligroso que sería tenerle suelto.
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