Una columna de vehículos carbonizados, algunos con cadáveres dentro, según los testigos, daba cuenta de la rapidez con la que el fuego se extendió por la ciudad de Lahaina, otrora la capital del reino de Maui. La cifra inicial de seis muertos pasó el miércoles ... a 36, el viernes a 59 y este sábado a 80, pero los desaparecidos pueden pasar de mil, según la MSNBC.
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No sonaron las sirenas, ni los teléfonos. Los que vieron venir las llamas o les avisó algún familiar o vecino se subieron a los coches sin saber en qué dirección conducir ni imaginar que se convertirían en incineradoras. El tráfico estaba colapsado y el atasco se movía con una lentitud enervante, mientras que los vientos huracanados de hasta 130 kilómetros por hora ayudaban a las llamas a prender todo lo que tocaban a gran velocidad. Algunos abandonaron sus vehículos y huyeron a pie. Otros se tiraron al mar, donde ardían los barcos. Una mujer relató cómo permaneció «horas en el agua» sin saber hacia donde nadar porque «el humo lo tapaba todo». Los menos afortunados se quedaron calcinados frente al volante.
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Óscar Beltrán de Otálora
La falta de aviso de emergencia es una de las quejas que más se oyen estos días, después de que este viernes se empezara a restablecer el servicio de telefonía celular en la isla. «La prioridad es sacar de aquí a los turistas para poder concentrarnos en los nuestros», dijo el senador estatal Angus McKelvey, que tuvo que huir él mismo del fuego. El aeropuerto de Maui se había convertido en un gran albergue donde muchos dormían en el suelo. Al menos allí había comida, algo que falta en casi toda la isla, después de cinco días de aislamiento. Los camiones militares circulan por las carreteras cortadas y los aviones de la Guardia Nacional arrojan agua a los focos aún prendidos.
Los equipos de rescate solo habían podido este viernes acceder al exterior de las estructuras carbonizadas en las calles principales, por lo que se temen que una vez que lleguen a partir de hoy, sábado, a las pilas de cenizas empiecen a encontrar más cadáveres. «Es posible que nos demos cuenta de que vivimos el peor desastre de nuestras vidas», ha señalado un especialista en rescates, quien coincide con algunas autoridades en que el número de desaparecidos podría ascender al millar.
Hawái estaba preparado para enfrentar tsunamis, huracanes, terremotos y volcanes en erupción, pero no el segundo incendio más devastador de la historia reciente de EE UU. El más mortal ocurrió en California en 2008 y dejó 85 muertos, tras quemar 62.000 hectáreas y forzar la evacuación de 52.000 personas a lo largo de días. Los habitantes de Maui no tuvieron ese lujo, sino que huyeron a veces sin cartera ni camisa.
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En Lahaina no hubo evacuación. Cada quien escapó como pudo y eso colapsó las salidas de esa ciudad turística de 13.000 habitantes, reducida a cenizas. «No queda nada», sentenció el alcalde de Maui, Richard Bissen. El humo era tan intenso que los que estaban en el mar no lograban ver tierra. Había llamas por todos lados, las barcas se habían convertido en piras. En las calles se derretían los zapatos y ardían las mejillas, mientras que en las heladas aguas donde algunos permanecieron horas no se veía ni hacia dónde nadar.
La temperatura del agua que rodea el archipiélago hawaiano ha servido tradicionalmente de barrera natural para cortar el paso a los huracanes del Pacífico. Por eso nadie se preocupó especialmente cuando 'Dora', de categoría 4, avanzó hasta 482 kilómetros al sureste de Maui. Al amanecer se cortó la luz y a las 10.30 am las autoridades daban por controlado el pequeño incendio surgido. A falta de una investigación, se cree que las ráfagas huracanadas reavivaron los rescoldos y los elevaron por encima de los cerros a una velocidad diabólica.
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Se daban todas las circunstancias para una tormenta perfecta. El 80% de Hawái está este año «anormalmente» seco. Lahaina se encuentra en el 3% donde esa sequía es «severa» y en el lado hacia el que soplan los vientos de forma natural. Además, el último ingenio azucarero de la isla cerró en 2018, dejando la tierra sin supervisión para las plantas no nativas que trajeron los europeos con la intención de que proporcionaran pasto fácil y abundante para el ganado. En plena sequía, sirvieron de pasto para las llamas.
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El lunes la humedad era por debajo del 45%. El Servicio Nacional de Meteorología había advertido de peligro de incendio hasta el miércoles, solo que las autoridades locales no transmitieron el aviso. Las responsabilidades se depurarán después. Ahora Hawái está entregado al espíritu de «Aloja», con sus habitantes unidos en solidaridad para atender a los desplazados, que ni siquiera tienen donde poner gasolina a sus vehículos para ir a revisar lo que haya quedado de sus viviendas. «Pero no son solo sus casas, son también sus escuelas, las tiendas en las que compraban, los hospitales, su patrimonio histórico… No queda nada. Esta comunidad lo ha perdido todo», resumió por televisión el senador estatal McKelvey.
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Solo queda trabajar, codo con codo, en las tareas de limpieza y esperar a que vuelvan las lluvias.
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