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Miguel Salvatierra
Sábado, 31 de octubre 2015, 07:28
El pelotón de los diez aspirantes en la carrera para convertirse en el candidato del Partido Republicano en las presidenciales de EE UU sigue sin un favorito. El tercer debate provocó serios daños colaterales en tres de los que llegaban con ganas de marcar distancias ... con sus adversarios: el pintoresco magnate Donald Trump, el nuevo heterodoxo Ben Carson y, ante todo, el exgobernador de Florida Jeb Bush.
En los días previos, un sondeo del New York Times y la CBS colocaba como favorito a escala nacional a la última novedad republicana, al neurocirujano Ben Carson. Negro y criado por una madre soltera, su trayectoria desde un barrio pobre de Detroit hasta convertirse en una eminencia internacional en su campo ya ha sido llevada al cine con la película Gifted Hands (Manos prodigiosas). Como Trump, Carson no tiene experiencia política previa ni forma parte del aparato del Partido Republicano. Sus declaraciones también han ayudado a atraerle la atención de los medios. Entre las más jaleadas por el electorado conservador están: "un musulmán no debería ser presidente de Estados Unidos" o, contra el aborto, "conozco gente que han tenido vidas muy productivas que nacieron de un incesto o una violación".
La luz de la nueva estrella ha hecho palidecer la de Trump, a pesar de que su candidatura siga en cabeza en la media de los principales sondeos. Ambos casos suponen todo un quebradero de cabeza para el aparato republicano que no otorga ninguna posibilidad de victoria a estos aspirantes excéntricos ante la candidatura cada día más sólida y solvente de Hillary Clinton, ya sin rivales de peso tras la renuncia del vicepresidente Joe Biden.
Para mayor desgracia, Jeb Bush, el favorito del 'establishment' republicano y que contaba con todas las bendiciones y el favor de los donantes, no levanta cabeza y en este tercer debate fue el candidato que menos habló y el penúltimo valorado con menos del 2% de espectadores que le consideraron ganador. Paradójicamente frente a Bush, emergió Marco Rubio, un aspirante al que el aparato republicano daría su visto bueno y al que en principio se le considera con capacidad de disputarle la victoria a Hillary Clinton. Uno de los momentos estelares del debate lo protagonizó Rubio ante el ataque del que fuera su mentor político, Jeb Bush. El exgobernador de Florida le dijo en tono de regañina que "la legislatura (en el Senado) dura seis años, deberías presentarte (al trabajo). ¿Acaso el Senado tiene una semana laboral francesa?". Rubio le respondió con agilidad e inteligencia, provocando la primera gran ovación del público: "Yo no me presento contra el gobernador Bush. Me presento porque no podemos elegir a Hillary Clinton para que continúe con las política de Barack Obama".
Descendiente de emigrantes cubanos, de antes de la revolución, de orígenes muy humildes, conservador y con 44 años, Rubio puede atraer al campo republicano buen parte del voto hispano, un factor clave de las últimas victorias demócratas. Podría ser un excelente candidato, pero el caos sigue reinando en el pelotón de aspirantes republicanos y hasta febrero, cuando comenzarán los procesos de caucus y primarias pueden suceder muchas cosas. Los próximos debates televisivos prometen.
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