Barak Obama.

Obama da un paso crucial en la construcción de su legado

Irán y Cuba son las dos grandes piezas en el tablero de la política exterior con las que el mandatario se juega su lugar en los libros de Historia

Óscar Bellot

Sábado, 4 de abril 2015, 09:34

El acuerdo marco alcanzado por el conocido como Grupo 5+1 -Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia, China y Alemania- con Irán, a través del que las grandes potencias pretenden embridar el programa nuclear de la República Islámica, constituye uno de los pasos más arriesgados ... e importantes de cuantos ha dado el presidente estadounidense, Barack Obama, en la construcción de su legado.

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Aunque aún restan meses de negociaciones hasta que el próximo 30 de junio queden perfilados todos los detalles del pacto, el entendimiento al que se ha llegado ha sido calificado como histórico por buena parte de los actores que componen la comunidad internacional. Las reacciones han ido desde el júbilo con que ha sido acogido en las calles de Teherán por una sociedad asfixiada por las sanciones impuestas por la comunidad internacional, hasta la furibunda oposición con que lo ha recibido el Gobierno israelí, manifestada por el primer ministro hebreo, Benjamín Netanyahu, en una conversación con Obama en la que alertó al mandatario de que el resultado de las negociaciones llevadas a cabo en la ciudad suiza de Lausana representa "una amenaza para la superviviencia de Israel". Otros, por el contrario, lo han saludado con una prudente actitud no exenta de cierto optimismo. Es el caso de Francia o Alemania.

Pero aunque casi todos se han apresurado a señalar que el camino por recorrer es aún largo y no carente de peligros, Obama ha optado por aplaudir un acuerdo en el que se juega buena parte del capital político con el que afronta la recta final de su estancia en la Casa Blanca. Consciente de que acabar con la amenaza que un Irán dotado con armas nucleares representaría para la estabilidad del mundo es una de sus mejores bazas para ganarse el título de estadista, el demócrata ha canalizado todos los recursos de que dispone con el fin de obtener una solución satisfactoria al 'dossier' iraní. Prueba de ello son los meses invertidos por su secretario de Estado, John Kerry, en abrir canales de entendimiento con su homólogo iraní, Mohamad Yavad Zarif, que en otro tiempo parecían cerrados a cal y canto.

Obama no ha tenido que lidiar únicamente con décadas de enemistad entre Estados Unidos y la República Islámica. También ha debido hacer frente a la intransigencia del mayor aliado que Washington tiene en Oriente Próximo, Israel, a la de sus opositores republicanos y a la de una parte del Partido Demócrata más atento a las presiones del lobby judío que de las opiniones de su propio líder.

Una campaña que alcanzó su cénit con el discurso que Netanyahu pronunció a comienzos de marzo en el Congreso de Estados Unidos tras ser invitado por los republicanos y al que la Casa Blanca hizo oídos sordos. Dijo entonces Netanyahu que "la batalla entre Irán y el Estado Islámico" no debía "convertir a Irán en un amigo de Estados Unidos". Un argumento que parece haber caído en saco roto, vista la firmeza con que la diplomacia estadounidense se ha conducido en Lausana.

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Un complicado tablero

Resta ahora por ver si el proceso acaba llegando a buen puerto o acaba zozobrando en medio de las presiones de unos y otros. Pero de darse el primer caso, podría representar el mayor triunfo en la política exterior de Obama. Hasta el momento, el premio Nobel de la Paz había sido zarandeado por quienes le reclamaban que cumpliese las enormes expectativas con que arribó al 1600 de Pennsylvania Avenue.

Irak sigue sumido en la violencia y el caos. Afganistán continúa siendo objeto de continuos atentados que han llevado al Gobierno de Ashraf Ghani a solicitar que permanezcan en el país tropas estadounidenses más allá del periodo inicialmente previsto. Oriente Medio y Próximo, lejos de calmar sus aguas, ha visto cómo éstas se agitaban aún más con la emergencia del Estado Islámico, que ha puesto en alerta a los países occidentales tras atentados como los perpetrados en Francia contra la redacción del semanario satírico 'Charlie Hebdo' o, más recientemente, en el Museo del Bardo de Túnez. Y todo ello ha emponzoñado aún más la guerra en Siria, que ha entrado en su quinto año sin atisbo de un final.

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El siempre difícil tablero de la zona se ha complicado aún más. El sueño de la 'Primavera Árabe' se ha tornado en pesadilla. Y Obama ha optado por ejecutar su maniobra más arriesgada hablando con un país con el que el suyo rompió relaciones a raíz del triunfo de la revolución liderada por el ayatolá Jomeini y el secuestro de trabajadores estadounidenses en la embajada de Teherán que arruinó la presidencia de Jimmy Carter.

Hablar con quien ha sido tu enemigo durante tantos años es un campo lleno de minas. Pero es a eso mismo a lo que se está acostumbrando Obama. Evocando a uno de sus predecesores, John F. Kennedy, afirmó, durante su comparecencia para valorar el resultado del diálogo en Lausana, que no hay que tener "miedo" a negociar.

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Así lo puso de manifiesto ya el pasado mes de diciembre, cuando anunció que había ordenado abrir el diálogo con Cuba con vistas al restablecimiento de las relaciones diplomáticas rotas desde 1961. Subrayó entonces que la política mantenida durante 53 años por su país había "fracasado", iniciando un histórico acercamiento que, como en el caso iraní, suscitó los recelos de la oposición republicana y de buena parte del exilio de Miami. Figuras como el senador Marco Rubio, de Florida, o Jeb Bush, antiguo gobernador de ese mismo Estado, se abalanzaron contra la decisión del mandatario, que recibió, en cambio, el respaldo de prominentes líderes de su partido como Hillary Clinton.

Cuba e Irán son las dos grandes piezas que Obama ha movido hasta el momento para configurar su legado en política exterior, mientras languidecen otros conflictos como el de Siria, respecto del cual el mandatario ha pasado de amenazar al régimen de Bachar El-Asad con una intervención si se traspasaban determinadas "líneas rojas" a decir, por boca del secretario de Estado, John Kerry, que al final "habrá que negociar" con el presidente sirio.

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Tampoco ha disminuido la tensión con Rusia, avivada por el conflicto en el este de Ucrania y la anexión de Crimea. Los acuerdos de Minsk parecen haber enviado el conflicto al fondo de la agenda de la Casa Blanca, pero el enfrentamiento dialéctico, más propio de la Guerra Fría, obligó a Obama a volver la vista nuevamente hacia el este de Europa, cuando la intención con la que llegó al cargo era concentrar buena parte de sus energías en Asia.

Precisamente con el gigante asiático, China, Obama parece haber hallado más puntos de entendimiento, como se puso de manifiesto en los acuerdos alcanzados con el presidente Xi Jinping para luchar contra el cambio climático. Mantener buenas relaciones con la otra gran superpotencia económica parece crucial para el futuro de Estados Unidos. Lejanos quedan ya los tiempos en los que la visita de Richard Nixon a Pekín le permitió a éste anotarse uno de sus grandes tantos en política exterior.

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Maniatado en el ámbito interno por un Congreso de mayoría republicana que frena sus planes sobre una reforma migratoria y que sigue amenazando con revertir el denominado 'Obamacare', el cuadragésimo cuarto presidente de Estados Unidos busca fuera de las fronteras de su país las victorias que le permitan pasar a la historia, y no solamente como el primer mandatario negro. De cómo evolucionen las cosas con Irán y Cuba dependerá su lugar en los libros.

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