Corea del Norte irrumpe en la guerra de Ucrania y China acuerda la paz con India

Corea del Norte y Rusia solo comparten 17,2 kilómetros de frontera, más que suficiente para no tener que involucrar a China en el viaje. Si se confirma que soldados norcoreanos acaban combatiendo a los ucranianos en el campo de batalla, de facto Kim Jong-un estaría declarando la guerra al país que dirige Zelenski. Y también dejaría aún más en evidencia la hipocresía rusa, que amenaza con escalar el conflicto si Kiev utiliza armamento occidental para atacar territorio ruso o si efectivos de la OTAN operan de alguna forma en Ucrania. De momento, Moscú ya utiliza en su invasión armamento fabricado en Irán o en la propia Corea del Norte, dos dictaduras que compensan de esta manera la incapacidad rusa para fabricar todo el armamento que requiere en su invasión y que comparten con Putin el desinterés por el sufrimiento de sus súbditos.

A raíz de esta información, circula en redes sociales un cartel diseñado con la estética habitual de la propaganda norcoreana en el que un soldado de ese país señala Kiev con el dedo debajo de un texto en el que conmina a los soldados ucranianos a rendirse para salvar su vida. Esta imagen viral lleva el sello de un medio 'online' ruso y en Ucrania ya ha tenido una contundente respuesta: el mismo cartel muestra a un militar ucraniano degollando al norcoreano. «Vete a la mierda», se lee.

Por eso, hoy volvemos la mirada a la invasión de Ucrania.

Estos son los temas que abordaremos:

El ministro de Defensa de Corea del Sur, Kim Yong-hyun, considera «muy probable» que soldados norcoreanos hayan muerto ya en la invasión de Ucrania. Concretamente, el dirigente afirmó el pasado día 8 que hay indicios de que eso sucedió el pasado día 3 en los alrededores de Donetsk. Rusia no lo ha negado tajantemente, así que cabe la posibilidad de que pronto aparezcan pruebas de que eso ha sucedido y que, por lo tanto, se confirme que se ha producido un cambio sustancial en la guerra.

Porque una cosa es mirar para otro lado y aprovecharse económicamente, como hace China, y otra muy diferente participar en una invasión ilegal con armamento y personal. Ese hecho podría facilitar que Zelenski justifique su ansiado beneplácito para utilizar armamento de la OTAN en ataques dentro de Rusia. Y también que la alianza atlántica participe con 'botas sobre el terreno'. Pero, por otro lado, incremetaría las posibilidades de que el conflicto bélico escale.

A pesar de que la situación se complica, Zelenski continúa convencido de que Ucrania puede salir victoriosa y sin perder un kilómetro de su territorio. Es más, la semana pasada presentó un 'plan de la victoria' que parece preparado para publicar en TikTok. Por su brevedad y por lo poco factible de sus cinco puntos: que se extienda al país una invitación formal para acceder a la OTAN, eliminar la restricción a utilizar su armamento contra Rusia -este parece el objetivo más sencillo-, el despligue de sistemas armamentísticos no nucleares disuasorios, la protección a cargo de Estados Unidos y de Europa de los recursos naturales ucranianos para la explotación comercial conjunta, y la sustitución -cuando el conflicto concluya- de tropas estadounidenses destacadas en Europa por otras ucranianas.

Por otro lado, Zelenski se niega a detener la incursión de sus fuerzas en la región rusa de Kursk y rechaza cualquier negociación que suponga la cesión de su territorio, incluida Crimea. Esa última parece una exigencia poco realista, sobre todo teniendo en cuenta que la península lleva ya una década en manos del régimen de Putin y que parte del Donbás genuinamente prefiere ser administrado desde Moscú.

Es lógico arrancar una negociación desde una postura de máximos, pero han pasado casi tres años desde que se inició la invasión a gran escala y la tragedia no cesa. También es lógico simpatizar con la negativa a que Putin pueda apuntarse una victoria, por pequeña que sea, pero hay que tener en cuenta que eso está provocando un torrente de muerte y destrucción en un país que necesitará de un ingente esfuerzo económico para levantar cabeza cuando las armas callen. Cuanto más se alargue la contienda, mayor será el sacrificio.

El de los BRICS es un grupo de países heterogéneo que tiene en común su grado de desarrollo medio. Se le presta poca atención en Occidente, y eso es un error, porque engloba a casi la mitad de la población mundial, suma 28 billones de dólares de PIB, y continúa ganando influencia. No en vano, en 1992 el G7 representaba el 45,5% de la riqueza global, mientras que los BRICS aportaban solo el 16,7%. El año pasado la tortilla había dado la vuelta: los BRICS suponían el 37,4% del PIB Global frente al 29,3% del G7. Además, es un grupo que está en expansión, porque arrancó con Brasil, India, China y Rusia, luego añadió la S de Sudáfrica, y ya ha decidido dejar de alargar sus siglas con el ingreso de Egipto, Etiopía, Arabia Saudí e Irán.

Muchos consideran que es el bando autoritario de la geopolítica global, y razón no falta para pensarlo. Sobre todo teniendo en cuenta que su cumbre arrancó ayer en Kazan, Rusia, en un nada velado apoyo a Vladímir Putin. Pero esa es una imagen simplista, porque si bien estos países comparten ciertos intereses, también están separados por grandes diferencias. Algunas incluso llegan a las manos.

Es el caso del conflicto territorial que enfrenta a India y China en la frontera del Himalaya. Es una rencilla vieja, pero desde 2020 se ha agudizado con un par de episodios en los que se han enfrentado soldados de ambas potencias dejando decenas de muertos. Ahora, como si quisieran arrancar la cumbre en positivo y demostrar que el BRICS puede ser un foro que impulse la concordia, los dos gigantes asiáticos han llegado a un acuerdo para enterrar el hacha de guerra: según informó ayer el secretario de Exteriores indio, Vikram Misri, y confirmó después Pekín, se ha alcanzado un acuerdo para retomar las patrullas a lo largo de la Línea Actual de Control, la divisoria temporal entre ambos.

Es una de las pocas noticias positivas de los últimos tiempos en el tablero geopolítico global. Y muestra de que los integrantes del BRICS se proponen resolver sus diferencias para incrementar su grado de interacción y reducir la dependencia de las potencias tradicionales. Ejemplo de eso último es también el plan para debilitar al dólar estadounidense. Lula Da Silva pidió hace un año que el bloque cree su propia divisa y sistema de pagos «para incrementar las opciones de pago y reducir las vulnerabilidades» a las que aboca el uso del dólar, y este año parece que se ahondará en esa estrategia, que sería vital para Rusia dada la desconexión del sistema financiero occidental provocada por las sanciones. De momento, ese objetivo está lejos.

Pero otra cosa que deja en evidencia la cumbre, a la que acuden representantes de 33 países, es que el aislamiento del Kremlin impulsado por Occidente está teniendo poco éxito. No en vano, el propio Putin señaló ayer con orgullo indisimulado que se trata de la mayor cita diplomática acogida por Rusia.

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