El desastre puede llegar por diversos caminos a Goma. Según estudios científicos, una erupción límnica podría asfixiar súbitamente a esta ciudad congoleña, ribereña del Kivu, lago que almacena grandes cantidades de dióxido de carbono y gas metano susceptibles de aflorar abruptamente al exterior. También sería ... difícil desalojar rápidamente a sus habitantes ante una repentina explosión del volcán Nyiragongo, a 18 kilómetros del centro urbano. Hoy, sin embargo, la mayor amenaza no viene de la naturaleza hostil, sino de la guerrilla del M23 que cerca a los pobladores y a los desplazados que malviven en su entorno, posiblemente más de dos millones de personas. Pese a su magnitud, esta crisis no suscita gran interés. El mundo parece haberse olvidado del mayor conflicto desde la Segunda Guerra Mundial, la contienda que sufre la región de Grandes Lagos desde hace tres décadas.
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La capital de Kivu Norte está aislada del resto del país. Sólo permanece abierta una carretera, la que conecta con la cercana frontera de Ruanda. La república vecina proporciona los suministros básicos, lo que beneficia a su mercado y aumenta la inflación. «Con un acceso y una circulación muy limitados, los precios de los alimentos han subido mucho, hasta el doble e, incluso, el triple», asegura Victor Setibo, director del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), ONG presente en la zona.
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G. Elorriaga
La atmósfera es muy tensa en los numerosos campos que acogen a las personas huidas. El pasado martes, el rumor de que los guerrilleros habían penetrado en el área urbana provocó una marcha masiva y precipitada de sus vecinos sobre el centro urbano. El gobernador de la provincia desmintió el runrún, aunque hay certeza de que las milicias se hallan cerca y son capaces de bombardear los arrabales. El 3 de mayo, 18 desplazados perecieron víctimas de los ataques de artillería.
No es la primera vez que los rebeldes sitian la ciudad. La milicia que ahora asedia Goma ya llegó a ocuparla en 2012. «Ahora esa posibilidad supondría una catástrofe», advierte el argentino Luis Montiel, coordinador de Emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Bukavu, al otro lado del Kivu, y habla de la existencia de enormes necesidades humanitarias entre los recién llegados. Los campos, sitos sobre suelos irregulares de roca volcánica, están densamente poblados y sufren terribles condiciones de salubridad. «Falta agua potable, plásticos para guarecerse de la lluvia, apoyo sanitario y comida», apunta. «La situación es muy grave y empeora».
La crisis ha asumido dimensiones extraordinarias, aunque la violencia ha sido una constante en la provincia de Kivu Norte, situada al este de Congo. Más del 60% de sus habitantes no ha conocido otra realidad, aunque sigue protestando por la falta de horizontes de paz y la nula efectividad de quienes debían protegerlo. En septiembre de 2023, el ejército dispersó a tiros una protesta por la inoperancia de los cascos azules de la Monusco, la Misión de Naciones Unidas para Congo tras dos años de combates. Los soldados abatieron a 48 personas e hirieron a otras 75 en la represión del acto.
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Lo peor estaba por venir. En diciembre la ofensiva del M23 se intensificó en un territorio de 60.000 kilómetros cuadrados, superficie similar a la de países como Croacia. En febrero los sublevados llegaron a la ciudad de Sake, a 23 kilómetros de Goma, que se salvó gracias a la resistencia de las milicias progubernamentales.
La virulencia del conflicto creció en primavera. En mayo, el recrudecimiento arrojó fuera de sus casas a más de 1,6 millones de personas, el 45% de la población de la provincia. MSF alertaba de la proliferación de heridos por bala, pero también de víctimas por el estallido de granadas y el incremento de las violaciones, práctica extendida en la región.
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Los civiles huyen del fuego cruzado y los abusos. El éxodo es masivo y no sólo afecta a Goma. En las últimas semanas, la localidad de Minova, en la provincia de Kivu Sur, ha acogido a 200.000 personas, cuadruplicando su población y apabullando su sistema sanitario y la capacidad de respuesta. «Ya no hablamos de campos de desplazados sino de sitios en los que se concentran las familias», señala e indica que, sólo alrededor de esta población, se contabilizan 53 de toda condición. Entre la multitud que llegaba había, al menos, 260 heridos de bala, muchos de ellos mujeres y niños.
El desbordamiento es absoluto. «La guerra afecta a la vida de todos los que viven y trabajan aquí», admite Setibo. «Al ver la miseria extrema y las precarias condiciones de los miles de desplazados internos que huyen de los combates, a veces, nos sentimos impotentes», explica. «No poder prestar la ayuda necesaria nos pasa factura».
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El miedo no se nutre sólo de la posibilidad de una invasión, sino también del pavor hacia una creciente amenaza interior. «La ciudad se encuentra ya en un estado de inseguridad permanente, con fuerte presencia de hombres armados, algunos de ellos incontrolados, que siembran el terror y cometen crímenes», indica.
Los asaltos a comercios, a menudo saldados con víctimas mortales, proliferan. Algunos los achacan a delincuentes comunes, otros a los milicianos denominados 'wazalendo' (en swahili, patriotas) que colaboran con las tropas gubernamentales en la lucha contra el M23. De cualquier manera, el escenario más grave sería el derivado de la rendición. «Se teme una invasión porque conllevaría graves restricciones de las libertades y, posiblemente, represalias».
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120 milicias
de origen tribal, sectario o vinculadas a señores de la guerra se cuentan en Congo
Mientras, unos y otros se favorecen del caos. En Congo hay más de 120 milicias de origen tribal, sectario o vinculadas a señores de la guerra. Los 'wazalendo' han experimentado un auge en los últimos nueve meses y han integrado a adolescentes y jóvenes, hombres y mujeres, empeñados en frenar a la guerrilla ante la inoperancia de soldados regulares y cascos azules. Como sucedió en las aldeas con los 'mai mai', las autodefensas formadas por campesinos armados, la falta de supervisión les permite regresar a hogares y campos portando sus fusiles. Quienes no tienen recursos aprovechan esta situación para cometer crímenes contra otros civiles, principalmente violencia sexual contra mujeres y niñas, pero también robos a los desplazados, carentes de cualquier protección.
La amplitud de las líneas de combate, los escasos pertrechos de las Fuerzas Armadas y la generalizada corrupción, impiden una respuesta adecuada al reto bélico. Aunque parezca contradictorio en este escenario de anarquía, existe un plan para que la Monusco se retire a fin de año. Actualmente, la fuerza multinacional, con efectivos procedentes de India, Marruecos, Uruguay y Guatemala, participa junto al Ejército en una operación conjunta denominada 'Springbok' que pretende impedir que los rebeldes se hagan con las grandes urbes. El limitado objetivo de esta iniciativa encolerizó a los civiles de Goma, que reclaman, sin éxito, más ambición a sus desmotivadas tropas.
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El M23 intenta estrangular a Goma para negociar en mejores condiciones un acuerdo con el gobierno de Kinshasha. Para JRS y de SFVS (Sinergie de femmes pour les victimes des violences sexuelles), organizaciones a las que apoya la ONG vasca Alboan, no sería ventajoso estratégicamente tomarla porque la comunidad internacional los presionaría para abandonarla. Pero, dicen, una crisis humanitaria es una excelente moneda de cambio. Los habitantes de la capital de Kivu Norte se han convertido en rehenes. El volcán, el lago y la paciencia pueden explotar en cualquier momento.
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