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Paracaidistas de EE UU listos para intervenir tras un ataque de las milicias somalíes de al Shabaab en Kenia. reuters
El Black Hawk remonta el vuelo

El Black Hawk remonta el vuelo

El infierno en la Tierra. Los militares estadounidenses regresan a Somalia, el país donde sufrieron su peor escarnio

Domingo, 12 de junio 2022, 00:12

Las imágenes del cadáver del sargento David Cleveland arrastrado con cuerdas y pisoteado por una multitud fueron más de lo que la opinión pública norteamericana y la Oficina de Prensa de Bill Clinton pudieron soportar. La difusión de aquellas fotografías provocó todo un giro en la política de la Casa Blanca. Diecinueve militares de aquel país murieron en la Operación Restaurar la Esperanza, en octubre de 1993, iniciativa destinada a recuperar la unidad de Somalia, y algunos de sus cuerpos resultaron mutilados y objeto de humillaciones. El presidente ordenó su inmediata retirada, a pesar de que se trataba de un mandato pretendidamente humanitario de Naciones Unidas. Casi treinta años después, la Administración de Joe Biden, otro demócrata, ha decidido desplegar 500 soldados en aquel torturado territorio. Estados Unidos no puede abandonar ni a Somalia ni a los 20.000 buques que navegan por el cercano Golfo de Adén.

Los cohetes antitanque derribaron no uno, sino dos helicópteros Black Hawk el 3 de octubre de 1993, en el corazón de Mogadiscio. Hacía más de dos años que Somalia había sufrido el golpe militar que provocó la caída del presidente Mohamed Siad y el descenso a los infiernos del país. No menos de quince milicias se enfrentaban a lo largo del territorio y la hambruna derivada del caos se cobraba decenas de miles de muertos.

El fin del asalto era político. Los soldados de élite de la Fuerza Delta intentaban capturar a Mohamed Farrah Aidid, el único líder guerrillero que se oponía a los planes para restablecer la unidad del Estado. Pero la acción acabó mal. La furia local contra los americanos fue espoleada por Aidid y se nutría del rencor por el ataque con helicópteros artillados, dos meses antes, a un edificio de la capital donde, al parecer, se escondía Aidid. Los 16 misiles lanzados lo destruyeron matando a 54 personas, según fuentes de Cruz Roja Internacional. Todo fue en vano. El objetivo no está allí.

Sin tregua. Dos hombres trasladan a un fallecido en la explosión de un camión bomba en Mogadiscio. Afp

Ejecuciones con drones

La película 'Black Hawk derribado', dirigida por Ridley Scott y rodada en Marruecos, difundió una visión épica de aquella iniciativa frustrada en el laberinto de callejuelas de la capital. Pero la geopolítica no resulta tan gloriosa ni cierto el relato oficial. En realidad, Estados Unidos no se fue porque tal posibilidad no se contempla en una región por la que circula el 25% del tráfico naval mundial. Desde entonces, el Comando de Estados Unidos para África (Africom) permanece apostada en su base de Camp Lemmonier, en la vecina república de Yibuti, y desde allí, ataca sigilosamente.

La muerte llega desde el cielo y se anuncia demasiado tarde. En 2009, Barack Obama aprobó las incursiones con drones. La esperanza de vida de los dirigentes de Al Shabaab se ha reducido notablemente en los últimos años. Ahmed Godane, cofundador de esta organización islamista, murió en 2014, víctima de un misil guiado por láser, y la misma suerte corrieron Ali Muhamad Husein, abatido tres años después, y el comandante Bashir Mohamed Mahmoud, uno de los diez componentes del consejo de liderazgo de la formación yihadista, ejecutado en 2020. Al menos, una decena de caudillos ha muerto en estos 'raids' que también se han cobrado numerosas víctimas colaterales.

Pero el regreso también demuestra el fracaso. La incapacidad de todas las iniciativas para estabilizar Somalia ha impulsado el último cambio estratégico de Washington. La situación del gobierno federal ha sido particularmente dramática durante el mandato de Mohamed Abdullahi Mohamed 'Farmajo', predecesor en el cargo del actual presidente. El dirigente demostró una incapacidad para el diálogo en un contexto tan complejo como el somalí. El anterior jefe del Ejecutivo se enfrentó a todos los poderes formales y fácticos, desde los gobiernos regionales, el primer ministro o la vecina Kenia, aliado imprescindible, y a la que acusó de interferir en asuntos internos.

Las discrepancias con la oposición en torno a los plazos electorales se convirtieron en 2021 en escaramuzas armadas que amenazaron con provocar un conflicto armado en el interior de la capital. Además, las esperanzas depositadas en 'Farmajo', formado en Estados Unidos, se disiparon al empeorar las condiciones de la libertad de expresión y su crédito se arruinó definitivamente tras la recepción en la Corte Penal Internacional de varias demandas por crímenes de lesa humanidad y graves violaciones de los derechos humanos.

Las claves

  • Ayuda humanitaria La corrupción galopante ha desviado buena parte de los fondos entregados al país para el desarrollo

  • Estrategia El papel que puede jugar Somalia en la lucha contra el yihadismo está detrás del desembarco de tropas

  • Debilidad de la ONU En mayo, 30 'cascos azules' burundeses perecieron a manos de clanes que atacaron su campamento

Luchas por el poder

El regreso de las tropas americanas constituye, asimismo, una irrefutable prueba de confianza en Hassan Sheikh Mohamud, reelegido hace menos de un mes. Washington confía en la veteranía del nuevo presidente, ducho en las dificultades de la política somalí, condicionada por las filiaciones de clan, la estructura más poderosa, y una corrupción galopante que ha desviado buena parte de los fondos otorgados para el desarrollo. Además, Biden parece dispuesto a apoyar al presidente a pesar de su pertenencia al partido Al Islah, cercano a los Hermanos Musulmanes.

La situación militar también constituye otra circunstancia que explica el cambio de estrategias y el acuartelamiento sobre el terreno de efectivos yanquis. Hace quince años, el despliegue de los 20.000 efectivos de la Misión de la Unidad Africana (UA) para Somalia (Amisom) pretendía apoyar al germen del ejército regular. Occidente sostenía económicamente esta fuerza que, en todo este periodo, ha servido de apoyo sin asumir la iniciativa en la lucha contra Al Shabaab.

El uso de una fuerza interpuesta se ha revelado poco eficaz. Su debilidad ha quedado de manifiesto en los sucesivos asaltos a sus bases, saldados con masacres de los 'cascos azules'. El pasado 1 de abril, la Amisom se convirtió en la Misión de Transición de la UA en Somalia. Los cambios terminológicos no han supuesto modificaciones en su naturaleza. El 3 de mayo, treinta soldados de nacionalidad burundesa perecieron en el ataque a su campamento. En realidad, hasta la fecha, la aportación extranjera más determinante ha venido de las incursiones de los ejércitos de Etiopía y Kenia. La invasión de este último ha permitido la creación de la entidad regional de Jubaland, en el sur.

Escena de 'Black Hawk derribado', de Ridley Scott.

La formación de tropas locales ha sido expuesta como la panacea para combatir a los radicales. Estados Unidos también se ha afanado en esta pretensión mediante contratistas privados que han entrenando tropas integradas en las denominadas Brigadas Danab (Relámpago), punta de lanza en la lucha. Turquía, empeñada en conseguir su lugar en el Cuerno de África, firmó en 2012 un acuerdo de cooperación con el gobierno que implica, en principio, la formación de 10.000 soldados. El programa ya ha propiciado la puesta en marcha de cinco batallones de infantería de la denominada Brigada Gorgor (Águila) en Camp Turksom, la base otomana situada en las inmediaciones de Mogadiscio.

Los esfuerzos militares, en cualquier caso, no parecen responder a la compleja realidad somalí, dominada por una trama de intereses vinculados a clanes y subclanes, en constante pugna por el poder, y que se proyectan en partidos y camarillas, generalmente bien pertrechadas. Los 'danab' y 'gorgor' alternan sus compromisos castrenses con el apoyo a estas facciones, convirtiéndose en mercenarios vendidos al mejor postor. El vínculo con el gobierno o la guerrilla siempre aparece mediatizado por el compromiso con el clan de origen.

Al detalle

  • 19 soldados estadounidenses perdieron la vida en octubre de 1993 en la operación 'Restaurar la Esperanza'.

  • 20.000 buques, el 25% del tráfico mundial de mercancías, navega por las aguas del cercano Golfo de Adén.

Red financiera

El incremento de los ataques de Al Shabaab es otro factor que puede sumarse a la razones para el compromiso más directo de Estados Unidos. El colapso de la administración prooccidental afgana ha incentivado, sin duda, la ambición de los extremistas en un escenario que presenta ciertas similitudes. Hasta hoy, el apoyo extranjero ha permitido la supervivencia del gobierno federal, sustentado en las grandes ciudades y con grandes dificultades para establecer consensos con los veleidosos gobiernos regionales, verdaderos reinos de taifas.

No hay paz en Somalia, aunque tan sólo nos lleguen noticias de los atentados en la capital. El año pasado, la banda llevó a cabo más de 2.000 ataques, con asaltos de más de 400 milicianos, y la ONU considera que actualmente cuenta con más de 12.000 efectivos. Su capacidad de reclutamiento llega a los clanes más poderosos, con los que establece vínculos económicamente beneficiosos, pero también a los más desfavorecidos en circunstancias como las locales, de enorme precariedad. Al Shabaab también proporciona una esperanza a los más jóvenes campesinos, carentes de futuro en una tierra agostada.

Los soldados y las armas no son, en cualquier caso, una solución. El aumento del apoyo bélico carece de repercusión efectiva si no se combate la red financiera en torno a Al Shabaab. Sus recursos son de toda índole. Algunas son flujos tan importantes como el tráfico de carbón vegetal y khat, droga de consumo generalizado en la región, pero también se valen del pago de impuestos en zonas bajo su control, la extorsión en áreas gubernamentales e, incluso, el comercio regional, generalmente a cargo de mujeres, menos vigiladas cuando atraviesan los puestos de control.

El reto es enorme. La importancia de Somalia en la lucha contra el yihadismo es relevante y no sólo por su condición geoestratégica. La victoria islamista estimularía nuevas iniciativas en el continente africano contra regímenes autoritarios y Estados escasamente estructurados. Cualquier atisbo de debilidad alentaría la insurrección en zonas tan dispares como el Sahel, sumido en una crisis sin final, o el norte de Mozambique, otro frente recién abierto para la insurgencia.

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