Bankman-Fried, el Ícaro de las criptomonedas
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Este joven prodigio de 31 años se enfrenta a las consecuencias de un fraude de enormes dimensionesLas alas de Sam Bankman-Fried se quemaron y se precipitó al suelo. Su ascensión había sido fulgurante, pero la caída al infierno fue aún más espectacular. El apogeo y ruina de este individuo de 31 años parece ejemplificar la dinámica de estos tiempos convulsos ... en lo que se amasan fortunas fabulosas gracias a operaciones financieras de enormes dimensiones que, asimismo, pueden acarrear el desastre para otros muchos, a menudo ajeno a esas transacciones. El emprendedor tocó el cielo y se hundió en el abismo. Dentro de tres meses, se dictará su condena y las previsiones son aciagas porque las penas por los delitos que se le achacan suman, teóricamente, más de un siglo.
No hay tiempo que perder para hacerse inmensamente rico en el ámbito de los negocios digitales. El hijo de dos profesores de Derecho de la Facultad de Derecho de Stanford era, curiosamente, un talento de las matemáticas. En 2014 se licenció en el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts. Antes de abandonar las aulas, ya trabajaba en una firma que gestionaba fondos bursátiles. Tres años después, se radicó en California, el territorio de los jóvenes prodigios. Allí colaboró con una organización dedicada al altruismo efectivo, filosofía que promueve proyectos benéficos guiados por la mayor eficacia en sus resultados, y creó Alameda Research, firma dedicada al comercio cuantitativo, es decir, la inversión vinculada a complejos modelos matemáticos.
Bankman-Fried mostraba todas las características de la vanguardia financiera, renovadora en sus formas y sumamente agresiva en el fondo. Era inevitable que la criptomoneda se convirtiera en su área de negocio. Fascinado por su insólita rentabilidad, en 2019 puso en marcha FTX, una plataforma de intercambio de dicho producto digital. El resultado fue asombroso. En 2022, esta entidad era la segunda en importancia del sector y la fortuna de su propietario se estimaba en 25.000 millones de dólares.
El éxito rápido y fácil lo embriagó. De la nada, se había encumbrado como uno de los empresarios con mayor proyección del planeta. Tal vez, se creyó un mago, alguien con poderes especiales que podía trasplantar su modelo de gestión desde la economía al resto de las actividades humanas. Aquel joven de aspecto aniñado, melena enmarañada y aire desaliñado, como un perfecto 'geek', vivía en un ático en las islas Bahamas con otros colegas que lo conocían como SBF. Pero, además de divertirse con los videojuegos, se implicó en las más diversas áreas. Su compromiso solidario le hizo declarar que pensaba donar su inmensa fortuna a ONGs. Algunos lo consideraron el heredero ideológico de Warren Buffett.
La política también lo sedujo. Multiplicó y diversificó sus donaciones a congresistas estadounidenses de todos los colores, convirtiéndose el pasado año, por el volumen de sus partidas, en el segundo benefactor del presidente Joe Biden. Hay quien aseguraba que su último propósito era preparar una campaña propia para llegar a la Casa Blanca. Otras iniciativas se antojaban aún más arriesgadas. Posiblemente pertrechado en esa insólita facultad para obtenerlo todo, destinó más de 500 millones de dólares en operaciones con firmas de capital riesgo. Otras fueron incluso más espectaculares. Un banquero de inversiones aseguró que llegó a ofrecer 5.000 millones a Elon Musk para la adquisición de Twitter.
Los nubarrones estaban cerca. En noviembre del pasado año, el financiero canadiense Changpeng Zhao, enfrentado a Bankman-Fried, desveló la existencia de una crisis de liquidez en la poderosa FTX e, incluso, la mala gestión de los fondos de sus clientes. Tan sólo un día después de publicarse esta denuncia, la Comisión de Bolsa y Valores reconoció que estaba investigando los movimientos de la plataforma. Otra revelación, aún más desasosegante, aseguró que Alameda Research debía más de 10.000 millones de dólares a FTX.
El desastre se produjo. El pequeño Midas abandonó su cargo en FTX poco antes de ser acusado de la comisión de ocho delitos y ser extraditado a Estados Unidos. Hubo de pagar nada menos que 250 millones de dólares para obtener la fianza. Se le prohibió contactar con sus antiguos empleados en la empresa, pero violó la norma y fue encarcelado. No fue el único. Caroline Ellison, CEO de Alameda y ex novia del reo, también fue procesada y confesó haber participado en el fraude. Según sus declaraciones, había participado en el trasvase fraudulento.
Las imágenes del procesado de camino al tribunal de Nueva York que lo iba a juzgar lo mostraban sumido en el desconcierto. Lo peor estaba por venir. SFB fue declarado culpable de siete de los cargos, circunstancia que anticipa una pena posiblemente muy elevada. Quienes se encontraban en la sala no advirtieron ninguna reacción en el rostro del condenado, que había proclamado su inocencia hasta el final. De repente, el brillante futuro de un genio de las finanzas se congelaba. Aquel muchacho que vestía camisetas de colores desvaídos y pantalones cortos mientras gestionaba cientos de millones de dólares se ha convertido en un paria, otra víctima más del mundo de los negocios digitales. Ícaro ha vuelto a equivocarse a la hora de medir sus fuerzas.
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