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La subdirectora del laboratorio P4 de Wuhan, Shi Zhengli, trabaja en las instalaciones embutida en el traje de seguridad. AFP
P4 de Wuhan, el laboratorio de la discordia

P4 de Wuhan, el laboratorio de la discordia

CRISIS DEL CORONAVIRUS ·

Las sospechas sobre un accidente en este centro de investigación de virus, con la más alta seguridad, abren un nuevo frente entre China y EE UU

pablo m. díez

Enviado especial. Wuhan

Jueves, 23 de abril 2020, 00:18

Iba a ser un centro de referencia mundial para la ciencia, un ejemplo del compromiso de China con la medicina internacional y un motivo más de orgullo patrio para esta superpotencia autoritaria que plantea un modelo de desarrollo alternativo a Estados Unidos y, por extensión, a las democracias liberales al estilo occidental. Pero hoy es el centro de todas las sospechas y la diana de una virulenta disputa política que amenaza con truncar el auge de China y reventar el mundo globalizado por el que tan alegremente nos movíamos hasta que el coronavirus nos cambió la vida.

Por casualidad, culpa del destino o lo que sea, la pandemia estalló en Wuhan, donde China tiene su más importante centro de investigación de virus. En las colinas a unos 30 kilómetros a las afueras de la ciudad, el Instituto de Virología de Wuhan dispone de un superlaboratorio con el más alto nivel mundial de bioseguridad (BSL-4) autorizado para manejar los patógenos más peligrosos y mortales. Conocidos como P4, entre ellos figuran el ébola y otros como el SARS (síndrome respiratorio agudo y severo), en el que está especializado porque también surgió en China y es 'primo' del nuevo coronavirus, cuyo nombre técnico es SARS CoV-2.

Entre los jardines, y rodeado por una alambrada con cámaras de seguridad cada pocos metros, este laboratorio se ubica en un moderno edificio de 3.000 metros cuadrados y unas cinco plantas de altura conectado en una de sus esquinas a una torre circular con ventanas tintadas. A tenor de la agencia France Presse, aquí se encuentra el mayor banco de virus de Asia, con 1.500 cepas, y también otro laboratorio con un nivel inferior de seguridad (P3).

Con el cuatro como máximo, dichos códigos determinan las medidas de control a la hora de tratar con los virus más contagiosos, como el filtrado del aire y el agua, los trajes aislantes que deben vestir los investigadores y la gestión de los desechos materiales o biológicos con que trabajen, como las cobayas de sus experimentos.

Acuerdo con Francia

Este laboratorio es fruto de un acuerdo firmado entre China y Francia en 2004, tras la epidemia del SARS, para combatir nuevas enfermedades infecciosas. Con un presupuesto de 300 millones de yuanes (39 millones de euros) y el asesoramiento del Gobierno galo y la firma bioindustrial Institut Merieux, fue terminado en 2015, aprobado en 2016 e inaugurado en 2017 por el entonces primer ministro francés, Bernard Cazeneuve.

Operativo desde 2018, el P4 de Wuhan ha colaborado, entre otros, con el Centro Internacional de Investigación e Infecciones (CIRI) de Francia y el Laboratorio Nacional de Galveston en Texas, ya que EE UU también participó en su financiación. Además, tenía proyectos comunes con el Laboratorio de Microbiología de Canadá hasta que dos científicos chinos, Xiangguo Qiu y su marido Keding Cheng, fueron expulsados en julio de 2019 por un oscuro incidente que, según algunos medios de ese país, pudo estar relacionado con espionaje científico o incluso con un inquietante robo de muestras.

Laborario P4 de Wuhan. Un moderno edificio de 3.000 metros cuadrados y unas cinco plantas de altura conectado en una de sus esquinas a una torre circular con ventanas tintadas.

Con 37 grupos de investigación en disciplinas como la epidemiología, la virología molecular, la inmunología y la microbiología analítica de patógenos y agrícola y medioambiental, el Instituto de Wuhan está especializado en los coronavirus de murciélagos. Su subdirectora, la prestigiosa doctora Shi Zhengli, fue quien descubrió que el SARS, originado en 2002, procedía de murciélagos de una cueva de la provincia de Yunnan, cuyo coronavirus había mutado en las civetas que se comían en un mercado de Cantón (Guangdong), desde donde pasó al ser humano.

Con este antecedente y una coincidencia del 96% del nuevo coronavirus con el de los murciélagos, todas las miradas se posaron sobre el mercado de Huanan en Wuhan, donde también se cocinaban especies salvajes, cuando estalló esta nueva epidemia en China. El mercado fue cerrado el 1 de enero y desinfectado. Pero un estudio de investigadores chinos en 'The Lancet' ya señalaba en enero que el primer paciente del coronavirus enfermó el 1 de diciembre y no tenía ninguna relación con ese mercado. Y no solo él, porque de los primeros 41 casos, 13 no tenían vínculos con Huanan.

La 'crisis del vapeo'

Enseguida surgieron teorías de la conspiración que apuntaban al laboratorio P4, que las ha negado tajantemente. Aunque los más prestigiosos virólogos internacionales, como W. Ian Lipkin y el español Luis Enjuanes, creen que el coronavirus es natural y no ha salido de un laboratorio, dos medios estadounidenses han ahondado recientemente en dicha idea. Pero no como el «arma biológica perfecta» que, sorprendentemente, presagiaba el escritor Dean Koontz en su novela 'Los ojos de la oscuridad', donde se inventa un virus llamado Wuhan-400. No, las sospechas apuntan ahora a una 'fuga' accidental del laboratorio.

Así lo sugiere un columnista de 'The Washington Post', Josh Rogin, que asegura haber visto cables diplomáticos de la Embajada estadounidense en China alertando en 2018 de la «falta de seguridad» en el P4 de Wuhan tras una visita de dos sus expertos. Dichas informaciones han dado munición a Trump para exigir explicaciones a China. Pero el régimen de Pekín lo niega y uno de sus más agresivos portavoces, Zhao Lijiang, responde dando pábulo a otra rocambolesca teoría de la conspiración en sentido contrario. A su juicio, el coronavirus se habría «escapado» de un laboratorio del Ejército de EE UU, lo que habría provocado las «muertes por vapeo» el año pasado, y no los cigarrillos electrónicos, y sus soldados lo habrían llevado a Wuhan durante los Juegos Militares celebrados en octubre. Ni el profético Dean Koontz, el 'padre literario' del Wuhan-400, habría tenido tanta imaginación.

Otros dos centros de riesgo cerca del sospechoso mercado de Huanan

En un brevísimo estudio publicado en Research Gate, y luego borrado, un biólogo y un médico de Wuhan, Botao Xiao y Lei Xiao, alertan de que a solo 280 metros del mercado de Huanan está el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de la ciudad, que tiene murciélagos para su estudio. Y a 12 kilómetros del mercado hay otro laboratorio, perteneciente al Instituto de Virología de Wuhan, que trabaja con los murciélagos que originaron el SARS en 2002.

Recordando percances de científicos de dichos centros mordidos por murciélagos, que tuvieron que ponerse en cuarentena por saber los riesgos que corrían, el estudio especula con la posibilidad de que alguien infectado accidentalmente sacara la enfermedad de allí o con una fuga del animal o del propio virus.

Aunque es improbable por las medidas de seguridad que deben tener estos laboratorios, no es imposible. En 2004, el virus del SARS se 'escapó' de un laboratorio en China e infectó a nueve personas, matando a una. Según informó la prensa oficial, las autoridades reconocieron que fue un caso de negligencia y cinco altos cargos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China fueron castigados.

Tras el brote en Wuhan, el régimen ha ordenado reforzar los controles sobre los laboratorios y prepara una nueva ley de bioseguridad. Junto al laboratorio P4 de Wuhan, China tiene otro en Harbin, al norte del país y quiere abrir entre cinco y siete más hasta 2025. Además, Pekín ha reforzado su control sobre los estudios de los científicos chinos sobre el coronavirus, especialmente de su origen.

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