«El pueblo de Myanmar pide libertad y democracia»

Ann Rose Nu Tawng, la 'monja coraje' que se arrodilla ante los policías en las manifestaciones, denuncia la represión del régimen militar, que lleva ya 100 días en el pode

Darío Menor

Roma

Jueves, 13 de mayo 2021, 18:01

El pasado 28 de febrero, Ann Rose Nu Tawng, religiosa católica que trabaja en un hospital de Myitkyina, la capital del estado de Kachin, en el norte de Myanmar (antigua Birmania), salió de su clínica cuando escuchó fuera del edificio las voces de los policías ... que se enfrentaban con los manifestantes en una más de las protestas contra el golpe de Estado, desatado por los militares el 1 de febrero. Cerca de 800 personas han sido asesinadas desde entonces por el régimen, que lleva ya 100 días en e poder y mantiene bajo arresto a la líder democrática Aung San Suu Kyi, galardonada con el Nobel de la Paz.

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«Frente a esa imagen inhumana en la que pegaban y disparaban a la gente, me puse de rodillas y pedí a los policías que pararan. Solo quería defender a los manifestantes que estaban en peligro, quería que los jóvenes pudieran escapar», relató la monja este jueves en un encuentro a distancia con periodistas con motivo de la próxima publicación del libro 'Matadme a mí, no a la gente' (Publicaciones Claretianas). El volumen lleva por título la súplica que hizo a los agentes.

Esta religiosa de 44 años miembro de la congregación de San Francisco Javier volvió a arrodillarse frente a los policías en otra manifestación del 8 de marzo, siendo inmortalizado su gesto en una fotografía que publicaron luego medios de medio mundo. La imagen recordaba poderosamente a la del 'hombre del tanque', aquel tipo con unas bolsas en las manos que trataba de detener a los carros de combate chinos durante la manifestación de la plaza de Tiananmen en 1989. Su identidad nunca se supo; en cambio, Nu Tawng se ha convertido en un amenazado personaje público en su país por exigir que cese la represión y que los militares dejen el poder.

«Los jóvenes se juegan la vida»

La monja y enfermera asegura haber atendido a muchos manifestantes atacados por las fuerzas de seguridad y vaticina que las protestas no se van a detener. «Los jóvenes no van a parar aunque sepan que se juegan la vida. Ahora los agentes de Policía van vestidos de civil, pero disparan y pegan como antes a los que se quejan». Pese a las posiciones cada vez más enfrentadas, Nu Tawng está convencida de que es posible todavía reconducir la situación. «Arrodillarse es un buen inicio, pues se trata de un gesto de reconciliación aunque algunos lo vean de manera negativa. Se puede perdonar al que hoy es tu enemigo», sostiene.

En opinión de esta religiosa, «todo el pueblo» de Myanmar pide «libertad y democracia». Las ganas de que los militares devuelvan el poder ha ayudado incluso a aparcar las profundas diferencias étnicas entre la sociedad birmana. «Las barreras han caído y el pueblo se ha unido», dice Nu Tawng, a la que su activismo no le ha salido gratis. «La noche después de que me arrodillara por primera vez ante la Policía pensaba que podía haber muerto y que mi alma estuviera ya fuera de mí. Estaba maravillada de seguir viva pues sabía que podían haberme matado. Tenía además miedo de que mis superioras me riñeran, pero aquel fue un gesto que tuve que hacer para defender la verdad e intentar salvar al pueblo y a la justicia».

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Nu Tawng sigue hoy temiendo por su vida, pues se ha convertido en una figura incómoda para el régimen militar. Hay miembros de las fuerzas de seguridad que la visitan de vez en cuando en la clínica donde trabaja para tomarle fotos y saber dónde se encuentra. «El riesgo no ha pasado. De hecho mis superioras me han sugerido que salga lo menos posible. Para evitar que me vean en la calle paso por dentro de una iglesia para entrar en el hospital donde trabajo. El otro día no tuve más remedio que salir a la calle para ayudar a una señora que iba a dar a luz, pero lo hice sin llevarme ninguna linterna para que nadie me reconociera».

La religiosa pide a la comunidad internacional que no se olvide de lo que está ocurriendo en Myanmar y le da las gracias al Papa por la visibilidad que ha dado al conflicto. El pasado 17 de marzo, pocos días después de que apareciera en los medios la foto de Nu Tawng arrodillada de espaldas y sola frente a un muro de policías con escudos, Francisco dijo en la audiencia general: «Yo también me arrodillo en las calles de Myanmar y digo: ¡que cese la violencia! Yo también extiendo mis brazos y digo: ¡que prevalezca el diálogo! El derramamiento de sangre no resuelve nada. ¡Que prevalezca el diálogo!» No ha sido el único gesto de repulsa ante el golpe de Estado de Jorge Mario Bergoglio, que este domingo presidirá una misa en la basílica de San Pedro del Vaticano con miembros de la comunidad católica de Myanmar residentes en Roma.

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